“La niña sola en su cuarto…sueña que sueña un espejooo”
Maira
Los ojos del maestro buscaron celosos el libro, nadie tenía que tocarlo.
Muchos de nosotros creíamos que él se acordaba todo de memoria y que en realidad no sabía nada, pero sus palabras y sus discursos siempre nos llevaban a otros sitios más interesantes que la propia vivencia y a la vez hacía que en nuestras propias acciones y vida descubriéramos ese toque divertido, que tal vez antes no lo valorizábamos.
Nos contaba sobre costumbres, historia, envolvía las matemáticas en un papel de regalo…era difícil no querer aprender. Sabía tantos de animales como de paisajes, y hasta de trucos para hackearnos el alma. A veces empezaba las clases con un juego, otras nos invadían preguntas que poco a poco hilvanábamos desenmarañando lógicas, y fórmulas que se nos aparecían casi sin querer. Él tenía esa facilidad de hacernos reír, enojar, reflexionar y conmovernos. En el verano, sabíamos que lo encontrábamos en cuanta marcha de protesta hubiera. Casimiro dijo que el papá lo había visto hablando sobre política con un periodista.
Todos admirábamos, y a la vez desconfiábamos de tanta fortaleza, tanto don…excepto ella, la única que nos humillaba por nuestros lados más oscuros y nos increpaba para que dejáramos de hacernos los sabelotodos fue Maira. Ella no sólo lo defendía sino que entendía un poco más sobre la vida del maestro, ella contestaba altiva: - Sólo lo sé. Sé que lo que dice, es porque estudió y vivió mucho, es más leyó mucho más que esos libros que tiene en la biblioteca del aula.
Acostumbraba en los recreos, luego de algunas cuantas “horas libres” a sentarse a matear, y decía fuerte con voz socarrona: - “Esta vez las historias las cuentan ustedes, pero ojo que sean historias bien contadas, sino no vale”
Entonces todos querían participar, hasta Valentín, el de tercero un día se animó y contó un chiste, y encima fue gracioso.
Asi que quien se podía oponer a sus retos, generalmente no se equivocaba a la hora de levantar la voz. Tenía principal disposición con los tímidos, y también con los más molestos, les daba una actividad, los ponía a resguardo de otros, jamás vimos que humillara a nadie. Eso sí se ponía sarcástico con la maestra de cuarto…todos creíamos que la odiaba.
Y asi fue que comenzó la historia de Maira. Él había advertido que nunca debían usar ciertas palabras, porque más que engrandecer achicaban la imagen del que las pronunciaba.
Fue entonces que Maira, que jamás lo contradecía, se paró y con posición desafiante le aclaró:
-Depende, maestro. Cuando la artista esa que hablamos el otro día dijo lo que dijo, tenía razón, sin embargo la echaron del país, no dijo usted, por pensar distinto, como decir malas palabras.
El maestro se sonríe, no puede creerlo, una de sus alumnas más creativas termina desafiando lo que acaba de decir. Le repregunta: - A ver, Maira, como es eso de cómo decir malas palabras…un ejemplo…
Maira, se da cuenta, se muerde los labios, lo mira, sabe que no la cuestiona, sino la anima a que se exprese, ella frunce el seño, tuerce la boca y lo intenta una vez más…”digo que las palabras tal vez no eran malas, sino que los señores lo eran” “ésos que la sacaron, y dijeron que era una maleducada”
“De ésos maestros faltan”, dijo el abuelo contento cuando le conté además lo de la película sobre La Forestal…y mucho tiempo después fue la escuela, luego el barrio que lo buscaron.
Nadie entendió su desaparición, Maira tenía desde ese día la cara más triste y enojada del mundo entero. Sus cortos 12 años no podían entender tanto silencio, tantas infamias repetidas sobre él. Muchas historias se entretejieron sobre el maestro, los años pasaron y este país tuvo otros gobiernos. Pero luego de algún tiempo nunca más supimos sobre Maira, algunas vecinas de la escuela afirmaban que se fugó con el maestro.
Mis padres, se negaron a tanta maldad…y dijeron de forma que yo jamás entendí: - A lo mejor ellos están juntos de algún modo.
Por eso, hoy cuando la vi en esa emisora hablando y dijeron su nombre, una de las mujeres más importantes del Movimiento cultural Latinoamericano. Al menos yo, no lo puedo creer, pero entendí todito en un ratito. Ése, era mi maestro.
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