Desencadéname y márchate,
de la casa y de mi vida.
Seca con tu ausencia poco a poco,
la pús que mana de mi herida.
Tus ofensas tan crueles han sido,
que es un martirio tu presencia.
Ojalá para manejar el destino,
hubiera contado con licencia.
Que te lleve de un soplido el pampero
a donde ya no pueda recobrarte.
Y que el mismo viento mi corazón se lleve,
pues en cada latido no deja de amarte.
Texto agregado el 20-09-2012, y leído por 103
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