Este cuento me lo envió Magdalena
Acá va, espero te guste.
Mirinda y el gatito
Mirinda estaba parado en una esquina observando esos extraños vehículos dónde se desplazaban los terrícolas cuando vio que un pequeño animalito comenzaba a cruzar la calle sin advertir el peligro.
Sus sensores-identificatorios detectaron que se trataba de una cría de estirpe inferior a la humana, era un bebé de la raza “Gato”. Sin pensarlo dos veces se tiró a la calle para tratar de salvar al pequeñín que terminaría aplastado, de no actuar rápidamente.
Uno de esos extraños vehículos tocó contra un costado de Mirinda comenzando a girar alocadamente, mientras el conductor aterrorizado se aferraba al volante, aullando como un desposeído, prodigando toda clases de insultos. Otros vehículos que lo evitaban, se estrellaron entre sí, armándose un toletole vehicular en cadena. Nuestro amigo, llegó hasta dónde estaba el pequeño que seguía cruzando y lo tomó entre sus manos. Inmediatamente sintió un extraño placer ante la suavidad de la piel del animalito y sorprendido escuchó un suave ronroneo que le pareció encantador. Con él en los brazos, terminó de cruzar la calle muy contento, sin advertir la cadena de choques que se sucedía a su paso.
Acariciando el lomo del gatito, que ronroneaba muy cómodo entre sus manos, caminó unas cuadras, luego lo colocó en el bolsillo de su saco para que estuviera calentito. Pasado un rato ,el animalito comenzó a emitir unos extraños y lastimeros sonidos, Mirinda intuyó que tendría hambre y se preocupó. ¿qué le daría de comer?.
En una esquina vio unos especimenes femeninos aparentemente de la raza humana que se encontraban vestidos con ropas de intensos colores y con sus glándulas mamarias casi expuestas en su totalidad. Unos hombres que venían tras suyo exclamaron ¡mirá qué “gatos”!, pero Mirinda no vio ninguno a pesar que su mirada ultra-sensitiva buscaba en los alrededores algún familiar de su nuevo amigo.
Desconcertado se paró al lado de esas hembras y activó sus sensores-identificatorios, que rápidamente le develaron su identidad. Mujer Facilonga: “Gato”
Respiró aliviado, por suerte podría solucionar su problema y decidido se acercó a una de ellas.
- Señorita usted puede alimentar mi gatito?
- Son cincuenta pesos – contestó la mujer, mientras pensaba que debería cobrarle más porque nunca había visto alguien tan horrible y con tremendo bulto en el bolsillo.
- No tengo pesos, pero mi gatito tiene hambre – dijo muy triste Mirinda.
- Andá que te alimente el gato tu abuela – contestó la mujer, mientras lo corría a carterazos.
Mirinda corría asustado pensando que las hembras terrícolas eran extrañas, en su planeta nunca abandonaban las crías y además su abuela estaba lejos para pedirle que alimentara el gatito.
Este cuento me lo envió Magdalena hace como 20 años...
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