En la mitad de la noche tus palabras volvieron a mí, escondidas, en una segunda reflexión, cuando un adiós se aproximaba y tú no lo dejaste ir…
“Te amo, ésa es mi verdad.
Tengo tanto que hacer
Me estás doliendo mucho…
Yo sí me juzgo duro, me exijo,
y ahora no quiero, no puedo seguir
tú lo hiciste… es verdad.
El amar tiene un costo
el costo de sacarte de mis sueños,
por amarte al menos así…
No me importa
y sé que no eras un sueño…
Te amo mujer, te amo
desde que empecé a vivir
Porque tú eres de mí.
Si quieres ser libre lo eres,
Nunca te he pedido tu libertad.
Quiero recordarte como la mujer que amo,
La tranquilidad que me encanta de ti…
No te alejes si quieres
Cuéntame de ti
De tus alegrías,
De tus tristezas…
Pero no te alejes
Ayúdame al menos a soñar…
Eres muy especial –eso lo sabes-
Tengo miedo como el de ahora
De salir a la calle
El de estar un momento solo,
De saber que te amo con lágrimas en los ojos
Con ése maldito dolor en el pecho
Con mis manos faltas de fuerza
Con mis sueños de estar a tu lado… rotos.
Con tu tristeza que es como si fuera mía
Con tu dolor que lo siento ahora como mío.
¿y ahora, como salgo a la calle?
¿cómo veo a los ojos a alguien?
¿cómo respiro, ah?
Bueno, ése es problema mío…
Te amo”.
Y a mi corazón le llegó la noche fría y oscura más fría y más oscura como miles de agujas penetrando mi piel a causa de tu tristeza.
Pero quedaré dormida hasta que tu luz me despierte… porque detuviste el adiós. Y entonces me tomarás de la mano, me llevarás hasta a ti, sí, hasta tu corazón.
(Julio 2005. Pag. de los cuentos)
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