Gran Guerra.
Desde las brumas de un tiempo miserable jirones de eternidad ensangrentada nos miran.
La lluvia cae ensopando la miseria,
Mientras engraso mi arma.
Nadie regresa con vida de la trinchera atroz, que más que tierra removida,
Un ara sanguinaria a un dios lobotomizado y estéril se me antoja,
Donde se consumen las mentes y los cuerpos jóvenes de mis pares,
Nacidos para amar y fructificarse,
Y consumidos como una ofrenda oscura.
Ya nada me importa, ni las bayonetas ni las ametralladoras,
Ni los galones ni los mostachos,
Ni el Zar ni el Kaiser.
Todo es un remolino mustio de iniquidad absurda, vieja y arcana,
Que es probable que jamás termine.
La guerra es el canto viril de los ignorantes que quedaron en casa,
Mientras, aquí,
Moriremos por nada, y sangraremos por una mentira llamada patria,
Por las estupidas y absurdas testas coronadas,
En un sangriento baile de sombras.
|