Hoy, Dessiré y yo estuvimos a punto de entrar al cine para el estreno de Batman. Al ver tantisima gente haciendo una fila interminable para entrar, giré sobre mis tacones de punta y me dí media vuelta a la calle, tomando con suavidad el brazo de mi sobrina. Nos fuimos a la estación central, entre la 42 y la octava avenida para tomar el bus de turistas. !Un paseo por la ciudad no estaría nada mal!.
Mientras -desde el segundo piso del autobus- admirábamos con delicia los barrios neoyorquinos, sentí el peso ligero de la cabellera enrulada de mi sobrina, reclinarse sobre mi hombro. Pensé que estaba agotada de la caminanta que hicimos desde el Seaport hasta el Barrio chino, pero sentí que algo no estaba bien. ¿Sería que todavía extrañaba a su hija que estaba en Uruguay?. Fuese lo que fuese, la tensión de su rostro me decía que la estaba pasando mal.
Al fin, rompiendo el silencio de aquella tarde, Dessiré se reprochó con amargura, no haber hecho las cosas bien, cuando Estrella –su hija-, vino desde Uruguay, hace unos años.
-!Soy una cobarde!.
-¿Porqué dices eso?
-Por muchas cosas. Recuerda tía, que yo vine a este país con un propósito. Han pasado los años y nada, no hice nada por ella.
-¿De qué te sientes tan frustrada?.
-La idea fué que yo viniera primero para ir trabajando, juntando dinero y así lo hice. Fué la mejor decisión que tomé en mi vida. No me quedaba de otra, tía Piadosa.En dos años, Estrella vendría a mi encuentro, terminando su secundaria.
-No puedes sentirte mal. No entiendo a dónde quieres llegar con tanto reproche, sobrina.
-Algo sucedió luego.
-Pero, si apenas tenías tiempo para salir. !Siempre supuse que estabas trabajando, mujer!
-Al principio, luego que pasó la novedad de admirar la ciudad, las luces intensas de sus grandes avenidas, la ropa expuesta finamente en los estandartes de las tiendas y apreciar con la boca abierta esos edificios clavados como firmes estacas, por doquier, me animé, todavía más, a juntar dinero. Quería que mi hijita fuese testigo de lo mismo que yo estaba mirando con asombro. Había dado una salto de garrocha, desde mi pueblo, -en donde la luz opaca apenas alumbraba la Plaza de Armas y el agua era escasa- a este país colosal que me abría sus puertas con solo tocarlas.
El trabajo me consumía y me convertí casi en una esclava del tiempo. Al final del día, apenas tenía unas horas para distraerme y dormir. Lo bueno es que llegué a juntar una suma considerable como para asegurar los estudios de Estrella, en la universidad de New York o NYU.
-Si todo iba bien, entonces, ¿dónde estaba el problema?.
-Todo cambia cuando conocí a Charles Mac’Person. Me brindó su amistad. Se convirtió en la persona que salvó mi existencia de una rutina que consumía mi vida. Su aprecio era incondicional. El me alentaba con mis planes de tener a mi lado a mi hija.
Una tarde, en que paseábamos tranquilos, al borde de la playa, me propuso que nos casáramos. Detrás de esa dicha personal, había otra. Al casarme con un ciudadano americano tendría el camino libre para que tuviéramos -mi hija y yo- la fortuna de ser peticionadas por él y hacernos residentes de este país. Aunque –te confierso- la idea de verme casada tan pronto, me repelía, !la ganancia sería por partida doble!.
-Vivamos juntos, primero –le dije. Dejemos pasar unos meses. La idea del matrimonio me resulta muy seria y todavía no estoy preparada. Te pido tiempo, solo eso.
Buscamos una casita en dónde iniciar nuestra vida de pareja enamorada. Quedaba en la esquina de Lafayette con la tercera avenida, al sur de Manhattan. Estaba a dos cuadras de la NYU o Universidad de New York y a tres bloques del Washington Square Park, una delicia de parque, que solía visitarlo casi a diario.
Charles ganaba suficiente dinero. Era evidente que yo no necesitaba continuar con mi trabajo de cocinera de tacos, pues todo lo tenía al alcance: el techo; cuantiosos víveres, movilidad y mucho tiempo para ir a cines y teatros. De modo que a los dos meses, Charles me dijo, entre español e inglés
-Dessiré, no tiene caso que sigas trabajando. Tenemos de todo y hasta sobra money para ahorrarlo. No quiero verte maltratada, haciendo esos trabajos que van a terminar contigo.
-Desde mañana renuncio. Me dedicaré a cuidar de mi persona. !Pronto me verás renovada!. –se lo dije tomando entre mis dedos sus rizos amarillos que besé con ternura.
Tenía mucho tiempo libre para dedicarlo a correr, ir de shoping y a visitar a mis amigas que vivían en los condominios cercanos a mi casa. La vida se me hizo llevadera. No pensé, jamás, tuviera tanto tiempo disponible sólo para invertirlo en mi persona. Mi imágen también cambió. Me hicieron un corte y un teñido de cabello, acorde con las prendas juveniles que empecé a usar. Charles quedó encantado con mi nuevo look.
-Hasta donde me cuentas, la vida giró a tu favor. Estabas cerca de cumplir tus planes. !Pronto tendrías a Estrella a tu lado!
-Allí es donde el nudo de esta historia empieza a ser más estrecho, tía Piadosa. La vida confortable empezó a relajarme sin que yo lo notara. Estaba tan sumida en mis actividades personales que dejé relegado los planes de viaje y de esudios de Estrella.
-Una tarde en que venía de trotar, desde el hall de entrada, escuché una voz conocida que venía suave, desde la sala de visitas. Alguien estaba de espaldas. Giró de inmediato para venir a mi encuentro a saludarme.
-Hola, madre, !te extrañé tanto que quice venir a darte esta sorpresa!. Era Estrella quien se colgó de mi cuello por largos minutos. Su respiración era agitada. El silencio reinó mientras se avecinaba un torrente de llanto. !Nos hacía tanta falta estar juntas!
Pasada las emociones de ese feliz encuentro, ella me explicó la razón de su repentino viaje. Las cuentas se le habían acumulado. Nunca le llegó dinero para pagar los meses atrasados del alquiler. Tuvo que desocupar la casa. Vino a mi encuentro para empezar a estudiar su carrera de ingeniería.
-Hasta ahora, Dessire, veo que todo te estaba saliendo bien.
-Estoy a la mitad de mi relato, tía. Espera que te diga qué sucedió cuando fuimos a matricularla. La Universidad exigía un pago inicial que no estaba a mi alcance.
-¿No decias que tu vida era placentera y no te atormentaban las necesidades económicas?. ¿Y qué hubo de tu dinero ahorrado todo el tiempo en que trabajaste como cocinera?
-!Todo me lo había gastado!.
Cuando acudí a Charles para disponer de su cuenta de ahorros, su rotunda negativa me paralizó como un bloque frizado de hielo.
-No puedo darte ni un centavo más, Dessire. Lo siento. Cuando te conocí tenías tus propios ahorros. Recuérdalo bien. Te aconsejé lo guardaras para invertirlo en los estudios de tu hija. Ahora me dices que ¿no tienes nada?.
- !Si quieres te devulelvo el préstamo cuando vuelva a trabajar!.
- No puedo confiar en tí. !Me has decepcionado!.
Los días pasaban y con ellos se venció el plazo que tenía Estrella para pagar sus estudios y, -lo más delicado-, el plazo de su visa de turista. Estuvo seis meses deambulando de aquí para allá sin que nada hiciera yo para ayudarla.
Tuve que agachar la cabeza. Acepté el reproche contundente que mi hija me lanzó como un disparo de rifle, luego que la consejera académica de la Universidad, me dijera:
-Para que se beneficie con el financiamiento del Estado, es necesario que su hija sea residente. Si no lo es, usted deberá pagar el íntegro de la carrera. No hay otra forma de estudiar en ésta ni en otras universidades del país.
-Yo pensé que durante este tiempo habías avanzado con mis documentos, madre. Que al menos estuvieran en trámite. !No has hecho nada de nada!. Sólo te ha importado tu persona, ir a correr, ir de compras, ir a pasear con amigas que apenas conoces. !No sirves para nada!. ¿Cuál ha sido entonces tu sacrificio? ¿De qué valió que vinieras a vivir a este país, lejos de tu familia, cuando en realidad solo has pensado en tí?. Eres una frívola. Una buena para na….
-Ya basta, Estrella. Tienes que respetarme. No tienes que juzgarme, !Aceptalo! Así salieron las cosas, y nada puedo hacer a estas alturas. !Me dejé ganar por la frivolidad!
No sabía qué más decirle, tía. Estábamos muy ofuscadas.
Luego de aquella discusión el panorama se tornó aún más tenso del que ya estaba cuando Estrella descubrió que Charles y yo todavía no estábamos casados. El le dijo:
-Yo le propuse matrimonio a tu madre, pero ella no quizo sentir ningún tipo de atadura legal. La comprendo y respeto su decision. No la voy a forzar. Me conformo con que siga a mi lado hasta que algún día ella cambie de idea.
-Charles ¿cómo pensaba mi madre que afrontaría mi situación? Yo tenía la falsa esperanza que había ganado su legalidad, gracias al matrimonio contigo. Ni ella misma es legal. !Menos lo seré yo! !No ha hecho nada de nada!.
Esa misma tarde Estrella no pudo contener las ganas de dejar ese techo, que ya empezaba a sentirlo ajeno. No tenía razones para seguir confiada en quien la había decepcionado hasta la médula.
No tenía a dónde ir. Ni aquí ni en su lejano país. Gracias a la ayuda de Charles, vivió sin pagar la renta de su nuevo hogar, durante seis meses.
Se quedó para enfrentar los retos en ese nuevo país. Algo había cambiado. Sólo empezó a confiar en sus propias fuerzas para vivir y hacer realidad el sueño de pagar sus estudios y lo logró a fuerza de su indesmayable fortaleza y dedicación al estudio.
Las puertas de su corazón se abrieron el día en que conoció a Carlín, de quien ganó legalidad y un amor que la fortaleció durante el resto de años que siguió viviendo en ese país. Su tía Piadosa fué la única que asistió a su graduación y, luego, a su boda.
Su lucha en ese mundo desconocido inicialmente para ella, la compensó con esas merecidas y oportunas vacaciones que, junto a Carlín, tuvieron al pisar suelo uruguayo. Habían pasado muchos años. Llegaría como suelen ser las visitas de un medico, pasajeras y precisas.
Llegó cargando como todo equipaje, esos grandes tesoros que dignamente ganó y exhibió como sus mejores trofeos de guerrera: su título de ingeniera, su matrimonio, su legalidad y….un proyecto de vida que estaba latiendo en su ser.
Se sentía afortunada. !No necesitaba más!.
New Jersey, Rosario Devoto |