MI MAL, MI MEDIO, MI VICIO
Creí que sólo me quedaban mis palabras, creyéndolas las más ideales herramientas para desahogarme y hacerme larga compañía.
Pero...
Ellas no me liberan, sólo me hacen espiar a un deseo que no logro alcanzar.
Ellas, aunque sean uno de los medios que mejor se me hacen propios, están fuera de mí y pierden el valor que yo les atribuyo, siendo transformadas por quienes las capturan.
Ellas no son capaces de dar a entender lo que poseo en mi interioridad, reduciéndome a una impotencia de expresiones.
Ellas me dañan porque una vez que intuyo haber escogido las más fidedignas para lograr expresarme, continúan siendo irreales, un mero ruido envuelto en un signo; no soy yo y mi interioridad para el otro: sólo soy reflejo.
Ellas pierden su sentido en el otro.
Ellas son inescrupulosamente limitadoras, manipuladoras y desvergonzadas.
Y aún así...
Si llegase a quedar mudo, sería un gran vicioso a lápiz y papel.
Gozo de alargarme en frases que no dejan de ser absurdas en su mayoría, pero que denotan un placer para intentar el desahogo.
Porque todo a mi alrededor es tan típico, incluso yo, y ya que no sé entenderme con lo típico prefiero buscar (o inventar) lo pequeño y peculiar de cada cosa o situación,; es por eso que escribo y me encanta mal acostumbrarme a hacerlo.
Mis palabras son mi mal, como también son mi mejor medio (y también mi deseoso vicio). |