Ella lo miro casi, con desprecio, él se dio cuenta que ella lo miraba, pero no se dio cuenta de su desprecio, en fin, él se acerco y le puso nombre, dijo: ¡hola lucí!, ¡pero yo no me llamo lucí!, dijo ella en un tono que solo se usa para hablar con aquellos con los que no quieres hablar, -eso no importa tu eres lucí, por lo menos para mí-, -¿Ósea que ahora eres un poeta incomprendido?, dijo ella, usando el mismo tono, -¡ja!, de esos me sobran-, él con los ojos bien abiertos y sorprendidos dijo: no importa si es odio lo que hacia mi sientes, por lo menos sabré que soy parte de tu alma y lo bueno de lo malo será que rondare por tus pensamientos, en aquel lugar donde el odio reside también lo hace el amor y lo malo de lo bueno, será solo bueno… al final. Ella lo escupió diciéndole: -¡Como se atreve a hablarme de esa manera maldito degenerado, infeliz, su madre debió haberlo abortado, fenómeno!- , él con la mirada baja, metió la mano a su maleta y saco un paquete de cigarrillos lo abrió, prendió uno y le dijo: ¡ZORRA INFELIZ!