Inicio: hugodemerlo
Participan en este cuento compartido *hugodemerlo**leobrizuela***musa-muertas****Ignus
De cartones y galeras
-Hoy me costó conseguir cartones para dormir, la calle cada vez se pone más dura, la competencia aumenta día a día, sabe, hay más gente “cartoneando” por las calles, o "reciclando", así les gusta decir a los gobernantes, queda más "chic", hasta nos pusieron trenes para venir a "reciclar" por esto de la crisis ¿entiende?, siempre hubo crisis mi amigo, pero como esta...madre mía, como esta nunca.
-Antes uno veía solamente hombres juntando cartones por las noches, para “ir tirando” y llevar unos pesos a la patrona y los chicos, aunque sea para “pucheriar”, pero últimamente se ven familias enteras juntando cartones, diarios viejos y lo que sea para revender, hasta que pase la crisis, ¿pero sabe usted?...la crisis no pasa, cada vez es peor, ahora por las noches encuentro mujeres y niños juntando basura, tirando del carro, eso me da escozor en la piel y un dolor tan grande que me parte el alma, no puedo pelear en la calle con un chico de ocho o nueve años por una caja de cartón, que se la lleve, él y su familia la necesitan más que yo no tengo dudas, también tengo familia, pero la gorda me dejó, hizo bien la patrona, yo no llevaba mucho para el rancho por eso que le conté, lo de los pibes juntando cartones. Fui llevando cada vez menos hasta que la Luisa se cansó y me dejó por otro, mire usted a donde hemos llegado, ¿cree que se fue con el panadero, el plomero, o mejor aún se enganchó un empresario o banquero? Nada de eso señor, se fue con otro cartonero, ¿Qué me cuenta?
-Pero como le dije antes, la gorda hizo bien, fíjese que suerte tuvo el tipo. Yo que sufro viendo a los pibes "cartonear" el muy desgraciado llevaba a la gorda y los chicos a cirujear con él todas las noches.
Y mire la suerte que tuvo, una de esas noches le paró un auto al lado del carro mientras acomodaba la pila de cartones con la Luisa y los pibes, bajó un tipo bien vestido, un empresario, se ve que al tipo le dio lástima le escena, y le ofreció un buen empleo, hoy en día la gorda y los chicos están bien, viven en una casa decente y los pibes van a la escuela.
-Hay que tener suerte ché, a mi el único auto que me para de vez en cuando es el patrullero, por compasión, me llevan a la seccional, yo le sebo unos mates al comisario, le cuento unos chistes, (uno aprende varios en la calle) y después me dejan dar una ducha, un plato de comida caliente y esa noche si tengo suerte y no hubo muchos robos duermo en la cucheta de algún calabozo vacío.
-Cuando no tengo esa suerte duermo aquí en la plaza, en este lugar, junto a la Pirámide de Mayo, ya que es la plaza del pueblo duermo aquí, en mi plaza, aquí se pelearon muchas cosas importantes no se si usted lo sabia, como me gustaría cambiar las cosas si pudiera.
- Oiga don, ¿No es de hablar mucho usted no?, por lo menos parece bueno escuchando -
Al tío este no se le nueve un músculo, que tipo raro, la vestimenta es rara, un sobretodo negro hasta al piso con botones grandes, zapatos negros y ese sombrero de copa alta ridículo, diría que se parece a Abraham Lincoln, hasta la barba tiene.
-Mire mi amigo, usted está parado justo donde todas las noches armo mi humilde y querida cama de cartón.
El hombre abre los ojos sorprendido mirando por encima de mis hombros, me doy vuelta y veo a tres tipos vestidos igual a este, corriendo hacia nosotros con caras de pocos amigos, el que está conmigo sale corriendo asustado y deja caer en el suelo un aparato, lo levanto, parece uno de esos controles para videojuegos con palanquita, justo cuando los tres tipos se arrojan sobre mí, muevo la palanquita, de curioso nomás, y los tres tipos desaparecen, se desvanecen lentamente en el aire…la Pirámide de Mayo también desaparece, la Casa Rosada, el ministerio, el banco central, todos los edificios van desapareciendo, hasta el piso de la plaza es reemplazado por el barro, pero el Cabildo no…el Cabildo se agranda, parece nuevo, sorprendido detengo la palanquita de este extraño aparato, y los tres tipos que se me abalanzaban fueron reemplazados por mucha gente que venia corriendo desde el bajo, vestidos como en la época de la colonia, sin lugar a dudas viajé en el tiempo con la maquinita, ¿pero en que año estaba?
Un mulato me agarra del brazo haciendo caer el aparato en el barro, y me dice
-¡Corra señor corra, que nos invaden los Ingleses!
Y empecé a correr con el mulato y toda la gente que huía asustada, dejando la maquinita del tiempo enterrada en el barro.
-¿A dónde vamos? Le pregunto al negrito mientras corríamos
-¡Al fuerte, hombre! ¿Dónde más?
Ahora sé donde me encuentro, en 1806, en la primera invasión inglesa a Buenos Aires…
**
Corrí espantado por callecitas estrechas, uno más entre tantos que, con gesto temeroso, ni osaban mirar atrás. Me preguntaba si todo aquello no era más que una pesadilla, una broma macabra de la mente atormentada por el hambre y el frio.
Llegamos al fuerte, pero vimos con horror que la bandera inglesa flameaba en lo alto. Nos clavamos en el lugar, mientras los que llegaban pugnaban por entrar al fuerte, ignorando que estaba tomado por el enemigo. Me acerqué a un carrero que, en la desesperación, intentaba salvar su caballo de la horda.
- Diga, don, ¿qué día es hoy?
- Viernes, creo.- ¿De qué fecha?
- ¿Qué le pasa, está loco? No sé. Ni me importa ahora… 28 de junio, ¿por qué...?
Un poco más allá se veía un portón semiabierto. Era una casa y pensé que podría refugiarme un rato hasta ver que carajos hacer. Me colé adentro y me encontré en un jardín. Al fondo, un enorme caserón, con muchas ventanas llenas de colores, de esos con pedacitos de vidrio, ¿vió? Me fui acercando y, cuando estaba a unos metros de la puerta sentí una mano en el brazo.
- ¿Qué quieres, granuja? Vete de aquí o te mato ya mismo.
El que hablaba era un viejo, con ropa de jardinero y acento español.
Casi llorando le dije que me diera un lugar donde esconderme. Que no sabía que estaba ocurriendo y que la calle era un loquero. Que lo único que yo hacía era juntar cartones...y de pronto...
Me miró extrañado; caí en cuenta que lo confundía mi forma de hablar. Pensé en decirle que yo era de otro siglo, el XXI, pero enseguida cambié de idea; me tomaría por demente.
No sé, en una de ésas el viejo me vió cara de desesperado realmente o vaya a saber qué cosa. Lo cierto es que me llevó a un galpón cercano y me hizo pasar. Estaba repleto de herramientas de trabajo, muebles en desuso, cajones con cantidad de cosas en desuso…
No hice más que sentarme sobre un cajón y el viejo que me entra a preguntar. Poco le entendía; hablaba raro. Claro, la época y el idioma distinto. Estábamos en eso cuando, en el marco de la puerta, se dibujó la silueta de un tipo, que enseguida reconocí como uno de los que me corrieron de la plaza de Mayo. No le miento: hasta me alegré de ver algún conocido en esos momentos.
Pero esa alegría duró poco.
Con los ojos encendidos, me señaló con un dedo mientras gritaba:
- ¿Dónde está el conversor? ¡Dámelo, por tu vida!
Estaba por decirle que el único conversor que conozco es uno que tenemos para cambiar los canales del televisor ¿vió? allá, en la villa. Pero enseguida pensé que no era eso lo que me pedía.
- ¿De qué me habla, maestro? Explique, por Dios…
- El dispositivo que te trajo hasta aquí, bellaco. El conversor espacio-tiempo. No me hagas impacientar y dámelo ya.
Me acordé del aparato con la palanquita puta esa que para que carajos la habré movido. También me dí cuenta que esa misma maquinita era lo que podía salvarme.
- Si me asegura que no sufriré ningún percance, lo llevo hasta donde quedó tirado.
***
El hombre me mira dubitativo unos segundos y luego asiente
- !Vamos!
Esta vez yo tomo coraje y le digo - Bueno, pero antes una preguntita.
Otra vez el hombre se detiene y me mira y vuelve a asentir.
Le pregunto - y vos quien sos?
El hombre me mira sopesándome y luego dice - Soy Hugo Rodriguez, Policía de la WorldPol, Seccional Buenos aires, división delitos temporales.
- ah - le digo sin entender nada - y los otros que estaban con vos?
Hugo apresurado contesta - Leonardo Pérez y Ruben Martínez.
Carraspeo y pregunto - y donde mierda esta esa policía, mira que yo conozco a casi todos los "canas" de Buenos Aires eh?
Hugo inquieto me dice. - no es "donde" sino "cuando", Wordpol se fundó en el 2034
Me quedo mudo... y eso es mucho decir, La gorda siempre me dice que no paro de hablar.
Hugo aprovecha el momento y me dice - Vamos, no perdamos más tiempo, tengo que juntarme con Leo y Ruben.
Como no me muevo, Hugo me sonríe y me dice - Vamos, si hay mas "preguntitas" te las contesto en el camino.
Salimos a la calle. Me despido del Jardinero y tomamos rumbo al cabildo.
- Esteee?? y el flaco de sombrero y barba?
- Un criminal del tiempo- me contesta Hugo escuetamente mirando para todos lados.
- Y que crimen cometió?
- robar el conversor espacio-tiempo y viajar en el tiempo.
Hugo habla poco para mi gusto, me callo la boca pero me mira y continua.
- En realidad el conversor me lo robó a mi cuando lo detuvimos por primera vez. Leo y Ruben son mis mejores amigos en la división. Todos entendemos la magnitud del problema.
- Que problema - le pregunto.
Hugo me mira y me pregunta - Conoces el efecto Mariposa?
Estoy tentado de decirle que a la noche en el microcentro, sobre todo en la avenida Corrientes se ven muchas "mariposas", que son señores que se comportan... pero, por algún motivo en seguida me doy cuenta de que no se debe tratar de eso. La gorda siempre me decía que yo era rápido de entendederas.
Leonardo y Ruben aparecen en la esquina. Me miran sorprendidos.
Hugo los lleva aparte y les explica mi presencia.
Retomamos la marcha y al llegar a la Plaza de Mayo (bah!, un campito de tierra delante del cabildo) una multitud corre de un lado para el otro.
De pronto lo veo al barbudo
- Allí - grito, y salgo corriendo
- Hugo intenta alcanzarme - y me grita - no toques nada!!, no hagas nada!!
No entiendo porque, pero los años de empujar el carro (sobre todo subiendo por Córdoba desde el "bajo", me dieron mucha fuerza en las piernas. De hecho la gorda siempre me decía que yo era muy fuerte, Aunque creo que me lo decía solo cuando quería "guerra".
El barbudo se dirige hacia el Cabildo, y lo alcanzo en la entrada.
Lo tiro al piso pensando, - !Ufa! donde están los granaderos cuando uno los necesita.
Hugo lo retiene y Rubén le quita el Conversor. En el medio de la trifulca por la captura veo por el rabillo del ojo a un flaco con pollerita y espada que intenta atacar a Hugo.
Miro a mi alrededor y encuentro un adoquín de piedra. Se lo tiro a la cabeza.
El flaco cae malherido, bajo su cabeza una mancha de sangre empieza a crecer.
Hugo me dice - !No!, !te dije que no hicieras nada! - !Has roto la línea de la historia!
No entiendo un carajo, vio? todavía que le salvo la vida al "cana" este y encima me reta.
Las caras de Ruben y Leo son tremendamente sombrías.
Leo saca un aparatito lo apunta al de pollerita y dice lúgubremente - Sargento mayor John Connor, Regimiento escocés 71.
Hugo reacciona, tomándolo del brazo al "barba" y dice - Vamos volvamos al presente, y de paso lo dejamos a "este" ("Este" soy yo claro) en su tiempo.
Leo dice preocupado - este hombre debería haber muerto en la reconquista del fuerte.
- bueno - me digo sonriendo - solo ayudé a echar a los ingleses.
Ruben sacude la cabeza y me mira con tristeza.
- Este hombre iba a violar y matar a una mujer...
-mejor entonces- digo con bronca -un inglés menos y una criolla más!
Hugo interrumpe la manipulación del conversor y mirándome a los ojos me dice con tristeza.
- Si , pero la historia no es así. Ese crimen calaría hondo en la sociedad porteña y provocaría la inmediata reacción para la reconquista...No sé con qué nos encontraremos cuando volvamos a nuestro tiempo.
Sin más Hugo empieza a tocar la palanca del conversor.
****
…Otra vez se volvió todo difuso cuando el Hugo movió la palanquita. La diferencia es que ahora en vez de desaparecer los edificios, los veía crecer rapidito. Como en los dibujitos, ¿vió?. ¡Cómo me gustaban esos obreros de ACME que construían un edificio de departamentos en cinco minutos!.
Pero igual había algo raro… Ninguno de los edificios me era conocido. Donde debía estar la Pirámide de Mayo, había una estatua de un tipo. Al pie decía: “Sergeant John Connor. Hero of the conquest”. Y el tipo de la estatua no se parecía nada al John Connor de la película “Termineitor”… ¡Era igualito al que le tiré el piedrazo!.
Hugo, Rubén y Leo miraban todo sin comprender. Un tipo pasó al lado nuestro, y nos dijo: “Good morning, gentlemen”.
Te digo la verdad, yo podría capaz haber vivido en ese país raro, donde todos hablaban “inglé”. No había chicos tirados por la calle, la gente era amable y se saludaban cortésmente. El tema fue cuando me di cuenta de un pequeño detalle: Las calles estaban limpitas. Ni un papel, ni un cartón para juntar. ¿De qué iba a vivir?.
Hugo me llamó aparte. Yo decía: “¿Y ahora qué quiere este marmota?”. Y en eso me acordé: A mí siempre me gustaron esas películas de “Sencia Fisión”. La gorda me decía que me arruinaba el “cerebelo” mirando eso, pero a mí me gustaban igual. Entonces me acorde que había una peli donde los tipos vestían de negro igual que estos tres tarambanas. Pero en esa peli, te mostraban una cosa con una lucecita y te olvidabas todo.
¡¡Minga!!. Le dije al Hugo. ¡¡A mí “naides” me toca la memoria mía!!. ¡Ni loco!. No me quiero olvidar de la Luisa… que a pesar de todo todavía la quiero.
Quedate tranquilo, me dijo Hugo. Nosotros no borramos nada. ¡El que se está borrando sos vos!.
Entonces me miré las manos, y se estaban volviendo translúcidas. También los pies y todo el cuerpo. ¡Me estaba volviendo transparente como hijo de vidriero!.
¿Qué me pasa?, le grité a Hugo. ¡Ayudame!.
- Lo que te sucede es que en esta realidad alternativa que creaste al matar a John Connor, no deberías existir. Aquí no hay argentinos, son todos ingleses. Por eso es que te estás evaporando de a poco. Vamos a tener que llevarte con nosotros. El viaje en el tiempo te vuelve atemporal cuando estás fuera de tu época, hasta que te adaptás. Después vas convirtiéndote en lo que serías en esa época. Y si no existieras… Entonces desaparecés.
- ¡A la miércoles!. ¡”Ayudemen”, por favor!
- Esperen, tengo una idea. -Terció Leo. -Podríamos volver otra vez a la época de la colonia, y tratar de evitar que este imbécil mate al mentado John Connor. Tal vez así logremos encauzar nuevamente la historia.
Sin hacerse esperar, (menos mal porque yo ya estaba más transparente que Gasparín), el Huguito (ya le tomé cariño al pibe), movió otra vez su mágica palanquita, y todas las cosas empezaron a desaparecer como me pasó a mí al principio.
Cuando “llegamos”, Larry, Curly y Moe me dijeron que me quedara quietito y no hiciera nada, mientras ellos buscaban el lugar donde pasaría lo del piedrazo.
Yo le juro que no me quería mover ni un poquito… En eso escucho al Hugo diciendo “Llegamos tarde”, y veo al tipo de la galera corriendo hacia mí. Justo antes de que llegara, me veo a mí mismo ¡Era yo!. Agarrándolo al tipo de las patas, como me enseñaron cuando practicaba rugby, haciéndole flor de tacle.
Enseguida llegaron Hugo y Rubén, que lo inmovilizaron en el suelo. En ese momento todo pareció suceder en cámara lenta. Como cuando pasan la repetición de los goles en televisión, ¿vió?.
El otro Huguito y el otro Rubén venían corriendo detrás de mi otro yo. Al Hugo y al Ruben que vinieron ahora conmigo, los vi que estaban demasiado lejos como para hacer nada.
Aunque no me quería ni mover por miedo a hacer alguna macana, no pude con mi genio. ¡Todo el futuro de los argentinos dependía de mí en ese momento!.
Me ví a mi mismo levantando un adoquín del piso, y tirándolo hacia donde estaba el famoso John. La piedra volaba rápido, pero yo me tiré en palomita, y atajé el penal de mi vida. ¡Salvé al inglés!.
El tipo, cuando se dio cuenta me dijo “Thanks!”. Yo le contesté: “Sí, ahora me agradecés, pero gracias a mí ya no sos más un héroe de la conquista, salame!”.
Los Hugos, los Rubenes y los Leos se juntaron todos y conversaron sobre lo que había pasado, explicándose mutuamente la situación. Todos vestidos de negro, parecía una reunión de pingüinos gigantes.
El otro yo, me miraba sin entender nada, pero yo le dije: “Quedate tranqui, pibe, que el Hugo te va a explicar todo.”
Entonces, el mundo se me volvió borroso. Supongo que empecé a adaptarme a la época, porque empecé a desaparecer junto a un juego de los Hombres de Negro. Antes de desaparecer del todo, pude ver como el otro Hugo movía la palanquita, y desaparecía junto a sus dos compañeros y al otro yo.
Cuando me desperté, me pregunté si todo no había sido un mal sueño. Estaba en una cama. ¡Una cama!.
Me senté de golpe. Una mujer dormía al lado mío. Me bajé despacito de la cama, y caminé hacia una mesita, donde había un papel escrito:
“Estimado:
Debido a los servicios prestados a la división temporal, y en agradecimiento por tu ayuda, hemos modificado apenas tu presente, para que tengas un mejor pasar. Tu “gorda” nunca se fue de tu lado, y el empresario generoso te encontró a vos juntando cartones. Ahora tenés un trabajo decente, tus hijos van a la escuela, y la gorda… duerme a tu lado.
Disfrutalo.
Firma: Hugo.”
Si hubiera podido contestarle, le hubiera dicho “¡Muchas Gracias!”, pero igual hubiera tenido una pequeña queja: La mujer que dormía a mi lado era la Luisa, ¡pero estaba flaca!. Parecía una de esas modelos que salen en televisión. ¡A mi me gustaba la gorda como era antes!. Pero bue… ¡Nada que unos cuantos postres de chocolate no pudieran arreglar!.
FIN.
|