Había una vez un árbol. Éste por cuento estaba rodeado de maleza y flores hermosas se pregúntaba así mismo: -¿cómo puedo crecer habiendo tanta enrramada, pinos y cardos?, además, veo rosas, tulipanes y narcizos... ¿acaso poseo mayor valor que éstos...?; puedo observar cada una de sus hojas, éstas son de diversos colores y muy brillantes, y están congregadas en millones. Hum, ¿y yo? cada vez que observo a mi alrededor más sólo me siento. No hay alguien en este jardín que posea exactamente el mismo color que tienen mis hojas rayadas y secas. Pese a que tengo un tronco muy duro me siento débil.
El árbol continuaba mirando a su alrededor con tristeza, el pasto rebosaba de alegría, fresco y natural en compañía de la tierra húmeda y cálida. De pronto las ramas del árbol se agitaron con violencia. El árbol comenzó a mecerse de un lado a otro. Una, dos, tres, muchas hojas se desprendieron. Dubitativo, él frondoso árbol intentaba enderezar las ramas torcidas. Se inclinó hacia adelante y en un estirón del viento su tronco se curvó.
El viento seguía su camino, arrazando cuanta vegetación se cruzara en su camino. Llevando consigo gran parte de las ramas del despreciado arbolillo.
El árbol quedó inmóvil, atemorizado del crujido del cielo que acompañaban las travesías del fuerte aire quien no se compadecía de nadie. Una ráfaga de luz iluminó su rostro ya cabizbajo.
-¡Hola!- se escuchó una dulce voz irrumpir al viento.
-Hace tiempo que no visito este jardín. Pero si bien recuerdo tú debes ser aquel arbolillo al que una niña sembró con mucho amor hace unos años.-Profirió la lluvia al árbol. -No obstante, de vez en cuando me doy un paseo por las praderas. Y debo decirte que tienes una gran voz. Cada noche te escucho llorar, no me dejas dormir.
-¿Crees que mi dolor sea fastidioso?-respondió el árbol reponiéndose ante aquella voz grave en queja.
-Querido árbol. Estoy aquí porque ciertamente me has dejado admirada. ¿Sabes cuántos años tienes? Seguro que no lo sospechas porque tus penas aún siguen latiendo con intensidad. Pero yo te vi nacer y estoy platicando contigo precisamente ya que si puedes comprender estás contristado pero aún vives. ¿Y sabes qué es aquello que te hace cada vez más fuerte?
-Estimada lluvia, ¿cómo puede creer ud que un árbol como yo, que está a punto de quebrarse en dos tenga fortaleza?-Respondió el árbol aún triste.
-Querido árbol, ¿puedes sentirme? ¿acaso mi tacto es opresivo?
-No..., no lo es.-Dijo el árbol.
-Y si soy suave al rozarte, ¿cómo puedes temer al escucharme? Esta es la lección lindo arbolito: sea cualquier cosa que atemorize tus sentimientos y aflore tus tristezas, debes aprender a mirar lo que hay en tu corazón. Aquello por fuerte que parezca y por débil que pueda hacerte sentir, eso no es más grande que la semilla de amor en tu interior. Auqella que tras la agresividad de la vida te hace cada vez más valiente y te hace nacer pues la niñita no se equivocó al elegirte a ti para sembrar una raíz que día tras día crece. Sólo es cuestión de paciencia. Y todas estas flores bellas que vez aquí se alimentan de tu sombra. Así que, si estuvieras lejos, ellas difícilmente crecerían.
Cuenta la niñita que desde entonces el árbol y la lluvia entonaron el himno a la amistad y al valor de un ser vivo.
*************FIN
DEDICADO A UNA PERSONA ESPECIAL: LINO (ILOGICO)
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