Tía Betty:
Espero que cuando leas esto, hayas cumplido tu primera mitad de siglo de vida y un poquitín mas. Dijo “espero” porque vivimos en un mundo muy loco que ya no respeta a nadie ni nada. Además me parece muy pretencioso de mi parte el querer darte a entender en varios miles de palabras lo que significas para mí. No sé puede, pero en nombre de los romanticismos y de los sueños imposibles que nunca se volvieron posibles, habrá que intentarlo.
Para empezar quiero que sepas que siempre me ha fascinado la manera en que tu, mi mamá y mi tía yola son tan diferentes pero tan iguales. Y también he de confesar que a veces veo pedacitos de mí en ustedes o de ustedes en mi y acabo por no saber si yo soy la que me parezco a ustedes o ustedes a mí.
Y es que si quiero escribir de una termino escribiendo de las tres juntas y se muy bien porque.
Creo que todas son una sola.
Mi tía Yola para empezar es la cabeza y no es que me refiera a que va paseándose por ahí sin el resto del cuerpo sino a que es todo ideas. Me extiendo a continuación: mi tía Yola es el control, los planes y la estabilidad. Siempre ha sido rectitud, bondad y templanza. Siempre a sido muy ella ¿A poco no que hasta en los peores momentos, ella siempre da la impresión de no derrumbarse? El mundo se puede caer y ella estará bien mientras tenga la lista de compras en la mano y llegué a tiempo para preparar la ensalada. Ella es estabilidad.
Tu tía Betty, eres todo lo contrario.
Si desde niña yo ya sospechaba que tu no eras como los demás adultos. Claro que lo ocultabas muy bien pero bastaba con cruzar miradas una que otra vez para descubrir en tu mirada la chispa que solo tienen en los ojos los niños que han cometido una travesura. Cuando era pequeña, pensaba que tú eras diversión. Sí y nada más, ¿Cómo ves que todavía me acuerdo de las noches en las que se hacía tarde y le pedíamos a mi mamá permiso para quedarnos en tu casa? Y mi mamá se ponía muy seriecita (yo creo que ella también veía un poquito de la niña traviesa que yo descubrí) pero al final siempre cedía. Entonces ya sabíamos que iba a ser una noche diferente. Cuando se es un niño, las reglas son un fastidio. Y que delicia era poder comer sobre la cama sin que nadie nos estuviera regañando cada vez que una desafortunada moruza se iba a perder entre las sábanas. Que divertido era que tu siempre estuvieras dispuesta a llevarnos al cine, a la plaza, a comprarnos ese vestido que nos llamaba desde el aparador, a dejarnos comer ese dulce que ya sabíamos que no nos íbamos a acabar, a llevarnos de vacaciones un día solo por que si y dormirnos no cuando el reloj nos lo dijera sino cuando nos tirara el cansancio.
Ximena y yo nos acordamos bien de esas noches.
Pero no es tan simple.
Porque luego crecimos.
Y me di cuenta de que había más en ti que una buena compañera de juegos.
No sé qué día me percate de la tristeza que se alojaba en tu mirada cuando creías que nadie te estaba viendo y te perdías viendo un punto lejano donde encontrabas cosas que solo tu imaginación podría explicarme. No sé qué día me di cuenta de que cuando cantabas a veces se te quebraba la voz aunque fuera una canción muy feliz...lo mismo que cuando contabas una historia muy divertida y al final te quedabas en silencio como tratando de descubrir si la historia había sido un sueño o en verdad había sucedido. Recuerdo cuando llegabas de viaje con una maleta llena hasta el tope de regalos para nosotros y aunque ya no nos cabían cosas en las manos nos seguías dando y dando. Hubo un momento en el que me preocupe muchísimo porque me pregunte que quedaría para ti cuando ya no quedara nada porque se lo habías dado todo a todos...y creo que sabes que no hablo de los regalos.
Soy una buscadora de historias. Y te informo que tú eres un personaje muy interesante en mi historia; en tu historia también.
Creo que entendí que estás llena al mismo tiempo de tanta alegría y tristeza que tienes que sacarlas al mismo tiempo para que no te ahoguen. Entonces cuando lloras también ríes un poquito y en tu sonrisa siempre hay una lagrimita amenazando con desbordarse. Creo que estas tan llena de ganas de que no se te acabe el tiempo antes que la vida que a veces quieres hacerlo todo a la vez y entonces acabas yendo al doctor, al cine, a comprar zapatos, a arreglar esa blusa que se rompió, a retocarte la experiencia que ya se asoma en los cabellos blancos de tu cabeza, a cocinar para alimentar a un ejército y que te quede sobrando para la cena, a...a hacer tantas cosas que creo que te duermes y en tus sueños sigues moviéndote.
Tu tía Betty, eres sentimiento. Estás echa de enojos, risas y llantos que a veces salen todos a la vez. Eres colores. Eres esas veces que me ponía a rebuscar entre tus cosas y encontraba tesoros perdidos que me ponían a imaginarles historias. Eres esa niña que no fue niña cuando lo debió y que se niega a ser adulta cuando lo es. Eres uno de los extremos y ¿sabes qué?
Que me gusta.
Me gusta que hayas viajado por el mundo para que tengas sueños con subtítulos. Me gusta que llores con las mismas ganas que te ríes, sin penas ni tapujos. Me gusta cómo te obsesionas con algo hasta que acabas teniendo veinte pasteles porque no te salía la receta o la casa más aterradora de la colonia en Halloween porque a veces también es bonito perderse en algo hasta que te olvidas de todo lo demás.
Me gusta como no te da miedo vivir en un extremo, cerquita del precipicio; aunque a veces te caigas.
Me gustas porque a veces soy como tú.
Me gustas mucho tía Betty. Y me seguirás gustando otro medio siglo.
Atentamente
Caro
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