Acabo de sentirte más cerca que nunca. Rodeaste tus manos en mi cabello, sentí tu respiración tan intacta, tan mía. Varias veces rocé mi pierna con la tuya y jugamos con nuestros pies, como si fuera cosa de niños. Hoy, se repiten tantas noches que te tuve y hoy no te tengo. No te tengo, pero aunque estés tan cerca y a la vez tan lejos, logras sacar de mi lo mejor. Te extraño. Repito las escenas en mi cabeza una otra vez: se quedan en mi mente. Veo la hora y ya han pasado 10 minutos desde que colgué; quedé con tantas palabras en mi boca, pero ellas no se esfuman, están ahí, intactas, visibles, inamovibles. Te tengo y te tuve. Te tengo en mi mente. te tuve en mi cuerpo. Te tengo en mi corazón, te tuve a centímetros de mí. Las preguntas son tan frágiles de pronunciar, tan esquivas. Mis manos están frías porque no te tengo, mi abdomen está saturado de besos imaginarios que llegan desde donde tu estás. Llegas a mí tan desafiante y te quiero. Te quiero tener conmigo aquí, que pasemos esta noche juntos, desvelándonos, hasta que los pájaros logren cantar su melodía mañanera. Hoy estás en mí y vivo por tí. Te extraño, sí, otra vez lo dije porque no aguanto las ganas de tocar tus labios, de tocar lo que alguna vez fue mío. Nuestras aguas están ahí, esperando por nosotros, por nuestras bocas secas.
Hoy te extraño, dos, tres, cuatro veces, si supieras. Hoy te llamé. Hoy me dijiste que no me podías ver. Hoy no te dije, que aún te quiero.
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