La vida tenía velocímetro,
cuanto mas aceleraba, mas era el vértigo y la adrenalina que la vivencia producía.
Todo lo contrario a un mar sereno.
El maremoto atraía, la turbulencia,
la experiencia loca que no lograba traducir en palabras.
Los hechos embriagaban.
Vivir en un laberinto de remolinos improvisados vacio de peligros inexistentes.
Tótem de sabiduría dónde reinaba la felicidad entre lágrimas apagadas.
El disfraz no se desgarraba, el verdadero yo no escapaba del encierro y poder mostrar lo hermoso del ser sublime dónde los lamentos latían.
El silencio acuna paredes vacías entre bambalinas de espasmos angustiosos por un final esperado.
Dedicado a mi hijo MAURICIO al que amo tanto.
Texto agregado el 06-09-2012, y leído por 123
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Lectores Opinan
06-09-2012
Hermosas tus letras que comparto contigo, amiga. Un abrazo. SOFIAMA
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