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Eran las diez de la noche, las luces en la calle acompañaban el brillo de la luna sobre los techos húmedos del rocío que iba cayendo tocando su propia melodía.
Allí estaba ella, Esmeralda mirando por la ventana sin ver nada en especial. Sola con sus pensamientos y deseos en disfrutar un año más de esperanzas, ilusiones y proyectos.
Con su corta edad dibujaba imaginando su camino por el arco iris, representando cada color un sueño.
Sus padres personas dulces y contenedoras no hacían otra cosa que estar pendiente de ella, por su fragilidad, por su enfermedad que padecía sin saberlo, algo le decía que cada día debía disfrutar de las pequeñas cosas.
Soñaba con ser medica de bebés decía, por su ternura uno veía que iba a ser una gran médica sin dejar de tener fé ni la esperanza dejar de lado. Solo un milagro, pensaba su mamá y pedía cada día que la vida le regale más tiempo, para verla crecer, lograr sus anhelos y verla feliz.
Pasaban los días los cuales con una mezcla de energía, alegría y su forma de alborotar a su alrededor contagiaba y daba un inmenso amor.
Un día, observando por la ventana, su lugar cómplice, porque desde allí ella imaginaba sus propias historias a veces de amor otras de temor, vió pasar a un chico, algo en él la atrajo, no sabía si su forma de caminar, sus ropas o su graciosa gorra. Se preguntaba si alguna vez podría saber su nombre ya que lo veía pasar varias veces por ahí. Dejaba volar sus pensamientos y armaba su cuento una y otra vez, hasta llego a pensar que podría ser su príncipe azul de un cuento de hadas.
Una mañana al salir de su casa cruza unas miradas con aquel chico y algo en sus ojos la impactaron, vio una tremenda tristeza por el costado de su gorra dejaba escapar. Ahí comenzó a pensar una y otra vez que le pasaría, cuál era su pena y fue cuando dejo de pensar solo en ella para saber la causa de tanto dolor.
Miraba una y otra vez por aquella ventana cuando de pronto vio su silueta con el reflejo del sol, fue un impulso salió corriendo con las ganas de poder preguntarle aunque sea su nombre. No sabía cómo llamar su atención para hablarle cuando su torpeza fue más grande que su entusiasmo que cayó encima de él al tropezar con la vereda ,quedo atónita y apenas pudo decir un suave hola y mil maneras de disculparse por lo sucedido; cuando su gorra se había caído hacia atrás noto con sorpresa que era pelado . Desde aquel momento no dejo de tejer una serie de historias, en las cuales estaba en una de ellas una terrible enfermedad, su corazón y su alma presentían lo peor y aun más con la certeza que no se estaba equivocando.
Desde aquel momento que ni siquiera pudo saber su nombre pensó una y otra vez como saber más de él, sus pensamientos volaban se desordenaban y trataba de calmar todo ese alboroto de palabras que venían a su mente.
Otro día de esos que ella estaba frente a su ventana se sorprendió ver pasar a ese chico sin nombre acompañando a una señora mayor , deducía por sus ropas, su manera encorvada y lenta de caminar ,ayudada de un bastón por lo que parecía era hecho por manos inexpertas pensaba tomada del brazo joven y fuerte. Su corazón se agitaba cuando lo veía pasar, se imaginaba hasta ensayaba como hablarle para poder conocerlo un poco más a ese misterioso chico .Fue cuando se le ocurrió desde ese día finalmente escribirle una carta que por cierto fue muy dulce, prolija y sin errores de ortografía. Había comprado un papel bonito y una cinta para rodear sus palabras y unas gotas de su perfume preferido de flores dulces dándole un toque de femeneidad. Se imaginaba la escena corriendo tras de él para alcanzarlo y entregarle su carta donde le contaría un poco de ella y le propondría conocerse aunque sea por escrito eso por ahora la conformaría.
El contenido de la carta era simple, le contaba de sus sueños, que tenía pocos amigos, que se sentía feliz pero sola que sentía que lo conocía desde hacía mucho tiempo pensaba ,como si viniera de sus propias fantasías, estrellas y luces de colores.
El día era un escenario de tristeza por la falta de luz y color, amaneció un día gris, inesperadamente vio a esa señora de andar despacio que el chico solía acompañar de vez en vez. Se estremeció, su corazón estaba tan agitado que tenía que contenerlo con sus manos para que no saliera de su lugar, pensó lo peor y decidió bajar y preguntarle a la señora por el chico, entregarle la carta que tan cuidadosamente le había escrito y preparado como un bonito regalo. Al estar frente a ella le entrego la carta esperando que hiciera un gesto una mueca una palabra, no hizo falta una lágrima rodo por su mejilla y esos mismos ojos de tristeza que había visto en él lo volvieron a ver nuevamente en la señora. Tomo su carta y su mano poso en su mejilla y le dijo que el chico estaba internado esperando su último día. Esme sin casi conocerlo sintió algo en ella que le hacía pensar lo contrario. Salió a su encuentro del imaginario y misterioso príncipe azul.
Allí parada junto a él Esme se dio cuenta de que solo era una historia de las tantas que por su mente pasaron y solo era un espejo que reflejaba su propia muerte de su cuento que era realidad.

Texto agregado el 05-09-2012, y leído por 156 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
10-06-2013 La imaginaciòn recrea mundos de fantasìa con la intensidad de la realidad DUQUEUVIEDO
 
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