NEVER BETTER
Cruzas la calle, liviano y relajado como si nada a tu alrededor importara. Pajarito en el árbol, vuela. Vuela pajarito, pienso. Has estado esperando todo este tiempo para poder abrir tus alas y descubrir el mundo. ¡Vuela!
Llevas tus audífonos puestos. Escuchas alguna de esas canciones deprimentes, de esas que te quitan toda esperanza y por eso no ves al pajarito. Esta pequeña criatura vuela finalmente justo cuando cruzas al lado del árbol. Él vuela sobre ti pero tú sigues tu camino, mirando hacia el suelo. ¿Qué miras en el suelo?.
Si hubieras alzado la mirada seguramente me hubieras divisado a mí. Me hubieras visto al otro extremo de la calle, en la esquina, en el coche, observándote. Hubieras visto que ya soy diferente, que mi cabello ha crecido y que incluso mi complexión ha cambiado. Hubieras visto que uso un bonito vestido negro con flores y que sonreí en todo momento a lo largo de esos dos o tres segundos. Hubieras visto al pajarito...
***
Ese instante que te vi aquella noche, debo serte sincera, no sentí nada. No sentí nada tampoco cuando te toqué el brazo para asegurarme que te quedaras en la silla para la foto. Yo sé que fue por ella, todo es debido a ella siempre. Ya no la odio, ¿sabes? Es más divertido si ella me odia a mí y yo ya no la odio. Me disgusta un poco su existencia en el mundo, por supuesto, pero eso es lógico. ¡No es más ni menos que la puta que te alejó de mi lado! Pero ya no la odio.
Tampoco te odio a ti. Como te decía, no sentí nada. Llegaste y fui a recibirte, como buena anfitriona. Saludaste a mis amigos y te sentaste a mi lado. Mi cuerpo acostumbrado naturalmente se inclinaba hacia ti y el tuyo, quizás más controlado, se giraba hacia donde yo no estaba. ¿Por qué al fumar echaste tu humo hacia mí? ¿Qué no ves que esos juegos mentales me desequilibran? Entonces sentí algo. Instintivamente me dirigí al ladies’ room para asegurarme que el labial magenta no se me hubiera corrido. Cuando regresé a tu lado repetiste lo del humo varias veces...y yo quería decirte que odiaba que fumaras. Odio que fumes...pero me gusta verte fumar.
Ella no quiere nada, dijiste cuando Talía te preguntó sobre mí. ¿Y si sí quiero?, pensé yo cuando ella me dijo en secreto tu respuesta. No viste que antes de yo saberlo me puse celosa. No sentiste que mi pie buscaba tu pierna debajo de la mesa aunque tu cuerpo me temía. Tampoco pudiste presentir que yo, al tocar tu brazo, lo único que quería era deslizar mis dedos entre los tuyos. ¿Y apoco no caíste en saber que me repetías las cosas una y otra vez solamente porque yo quería escuchar tu voz en mi oído una vez más? Pero quizás no supiste esas cosas porque tu mirada estaba en el suelo.
No debí haberte dicho muchas cosas. No dije nada que me delatara, por supuesto (para delatarme sólo tenías que prestar atención a mi cuerpo), pero no necesitabas saber que sé todo de ti, ni que sé todo de ella, ni que estaba mareada por la bebida coqueta que me terminé. No debí haber seguido tu juego tampoco. Odio cómo soy cuando estoy contigo. Yo soy lista, soy fuerte y decidida, ¿sabes? ¡No, no lo sabes! Porque cuando estoy contigo me vuelvo vulnerable.
Y entonces llegamos a la estación del bus. Faltaban sólo unas cuadras para llegar a mi casa y comenzó a llover. Imaginé que en la oscuridad de la noche nos enamorábamos una vez más, que volteaba a verte a los ojos y con mis pensamientos te decía bésame, bésame ahora, no seas estúpido. Pasaba de tus ojos a tus labios, deseándolos cada vez más, y llamándote más fuerte dentro de mi pensamiento. Entonces te acercabas a pegarme suavemente en la cabeza sólo para molestar y sólo para tener una excusa, y yo lo entendía. Tomaba tu mano cuando se deslizaba por mi cabello y la besaba. Besaba tu mano, a la vez que cerraba los ojos y sentía tu calor ya más cerca de mí.
Pero debajo del techo de la estación del bus yo sólo me quejaba. Veía a los coches pasar al tiempo que la lluvia intensa nos atrapaba y te decía que era tu culpa por no caminar rápido. Tú pensabas no puede ser que lo siga haciendo. Sé que eso pensabas, lo podía ver en ti, en todo tú. Pensabas que no valía la pena seguir con esto porque yo seguía temiendo, avergonzándome. Y pensabas que esa noche había sido un error. Yo lo sé.
***
No ha sido un error, pensé cuando llegamos a mi casa. No ha sido un error, te lo juro. Y te vi a los ojos diciéndotelo con toda mi alma. Me gusta pelear contigo, me gusta verte fumar, me gusta ser vulnerable... ¡porque me encantas todo tú!, te dije en silencio. Si hubieras alzado la mirada hubieras visto mis labios diciendo Te amo.
Pero no pudiste alzar la mirada.
¿Qué es? ¿Qué es lo que miras en el suelo?.
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