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En este pequeño relato deseo contar con mis palabras una vieja historia que me contaban cuando era pequeña, una leyenda que sucedió en un lugar cercano y que me gusta visitar de vez en cuando, pues cierto es que ese lugar es antiguo y misterioso, donde, sin quererlo, te invaden extrañas sensaciones. Se puede decir que es uno de esos lugares que todos tenemos y que sin querer nos transmiten ciertas cosas que solo en esos sitios sentimos.
Por aquellos días, el invierno duraba mas tiempo que el verano en estas tierras. La nieve reinaba permanentemente en las altas cumbres y la mayoría de la gente vivía del ganado y de lo que las montañas les daban.
Durante el estío, los hombres subían sus ganados a las frondosas praderas de los puertos y durante el invierno los bajaban a las tierras planas, donde la nieve no mataba las jóvenes brotes. Por todas estas razones, la mayoría de los padres de familia pasaban largas temporadas fuera de sus hogares y nuestra historia se centra en uno de estos pastores que había pasado toda su vida viajando por las montañas acompañado de sus vacas.
Este hombre, al ver como su joven mujer le daba un primogénito y él no estuvo para verlo, deseo dejar esa vida trashumante y dedicarse a su nueva familia.
Los compañeros de profesión le llamaron loco pues no conocían otro modo de vida, pero él pensó en que quizás podría tallar cucharas y cazos de madera de boj y venderlos durante todo el verano por los mercados cercanos y eso hizo. Aquel verano gozó ejerciendo como padre y tallando montones de troncos, viajaba a los pueblos cercanos los días de mercado intentando reunir todo el dinero posible, pero el otoño paso rápidamente y no había conseguido vender todo lo que esperaba, así que decidió pasar a Francia para ver si allí las ventas se le daban mejor, tenía razón, allí consiguió vender todas sus existencias, pero apuró mucho el tiempo y al regresar la noche se le echó encima.
No tuvo miedo pues muchas eran las noches que había pasado a la intemperie y conocía muy bien aquellas montañas. Pero al llegar al puerto el viento paró y una extraña quietud se adueño del lugar. No sabía porque pero en su interior crecía el temor a algo invisible, a algo que desconocía.
Al principio le pareció una proyección de sus sentimientos, pero le parecía escuchar el sonido de la brisa al correr entre las ramas desnudas de las altas hayas pero no, aquel sonido era diferente, parecía tener ritmo, parecía una extraña canción, una melodía que no podía provenir ninguna garganta humana, es mas, parecía venir de todos lados, como si la montaña entera cantase.
Caminó y se desvió del camino intentando averiguar de donde provenía, hasta que al coronar una colina la escuchó más fuerte y pudo ver la luna reflejada en un hermoso ibón de montaña.
Incluso le pareció ver como si la superficie entera del lago vibrase creando miles de ondas. Aquella extraña melodía que lo cautivaba hacía vibrar el agua, provenía del fondo del lago y entonces creyó escuchar como entre los ecos de la canción alguien lo llamaba por su nombre...
Ya no había nada que hacer, el hechizo de las hadas de los ibones se extendía junto con las ondas del agua y el pobre hombre no pudo más que despojarse de todas sus pertenencias y hundirse en las heladas aguas de montaña.
Se cuenta que unos años después podía verse, un día al año, a un joven muchacho lanzar una rama de boj a aquellas mismas aguas y que si te fijas bien puedes ver como esa rama es recogida por una extraña mano que surge como de otro tiempo desde las profundidades.

Texto agregado el 04-09-2012, y leído por 87 visitantes. (0 votos)


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