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De tanto en tanto Eugenio despertaba y miraba por la ventana del taxi bus el lugar exacto por donde iban. A su lado una mujer joven oía música. Movía pausadamente la cabeza de izquierda a derecha y evidenciaba un placer sonoro. La miró de soslayo, cosa que no se interpretara como una directa intromisión a ese espacio autista y melódico. Caviló unos segundos y volvió a su tarea onírica. Cerró los ojos y con los dedos de la mano comenzó a contar disimuladamente en un reloj imaginario los minutos que quedaban para llegar al terminal. Desde ahí, la procesión sagrada a los agujeros donde habitaban basiliscos metálicos. Pero eso aún no ocurría. Volvió a dormirse. La carretera sinuosa trepaba sobre la tierra y le quitaba su armonía. Subía, bajaba, caía y volvía a subir como una montaña rusa donde los rieles se tornaban plomizos, pedruscos, asfálticos. El trayecto desde casa al trabajo y del trabajo a casa consistía principalmente en eso. Dormitar. Descansar los kilómetros en asientos de cuerina, casi verticales y rayados por diestras manos y lerdas mentes. Sabía casi de memoria cada uno de los graffitis escritos en ellos. También que en la mitad del camino entraba a tierras inhóspitas, y que por extrañas razones comenzaría a sentir una melancolía lacerante. Él llamaba tierras inhóspitas a todo aquello que dibujara en el espacio visual torres de más de seis pisos multiplicadas por mil. Algo en la ciudad con su modernidad y su apariencia lo espantaba, lo hacía retroceder hacia sus adentros, lo ensimismaba.
Con el tiempo se acostumbró.
Despertó cuando vibró su pierna. Solía guardarse el celular en los bolsillos. Desorientado e involuntariamente repitió la escena. Miró por la ventana. La joven seguía oscilando indiferente. Cogió el aparato y contestó:
-Dime.........
Del otro lado se oyó un sollozo.
-Marisol......eres tú?? Qué pasa??- insistió.
La voz murmuró algo pero él tuvo claro exactamente lo que quería decir.
-Salió positivo............me hice el test, salió positivo, que terrible, tengo mucha pena........
La imaginó encerrada en el baño, sentada en el piso, con el plástico acusador en la mano. Imaginó esas dos barras apuntándolo. Vertiginosamente acudieron a su memoria los amigos, las noches bohemias, los proyectos formativos, la opción de otra carrera, los viajes.
- Juntémonos a la hora de almuerzo. No te preocupes que sola no vas a estar. Hablemos esto con más calma.
-Ok. A la hora de almuerzo. Desde ya te dejo en claro que no te sientas amarrado.........sé lo importante que es.......- siguió un sollozo........
-Nadie se siente amarrado.........la situación nos descoloca, es todo, hablamos- cortó.
Guardó nuevamente el celular y de su bolso sacó unos cuantos papeles. En un acto reflejo de ignorar lo escuchado, buscó los estados de resultado y el balance que debería presentar esa misma mañana. Durante la noche anterior no pudo dar con las diferencias que arrastraba ya desde hacía tres meses. -Mejor las castigo y se acaba el problema- pensó. Su mente naufragaba en el mar de números y conceptos que tenía ante sí. Sólo distinguía una difusa mancha roja que lo hacía ir y venir en el útero de ella. Aquella mancha se tornaba un saco, un panal como los que colgaban de los árboles en las caricaturas, pero diminuta, microscópica. El saco se aferraba a la carne y a la vida, fijando potestad natural sobre la existencia.
Retrocedía en el tiempo. ¿Cuándo, cómo, dónde........?. Se estaban cuidando, al menos eso creía, ni en los instantes más duraderos y plenos se nombró aquella posibilidad. No estaba en los planes, no estaba en mente de nadie.
Qué saco con darle más vueltas- habló en voz alta. Algunos pasajeros de pie lo observaron curiosamente. Se sonrojó.
Una vez bajó del taxi bus avanzó hacia los túneles. Sentía un profundo nerviosismo que se traducía en un andar pesado. Le sudaban las manos y en el centro del estómago una presión dolorosa lo obligaba a contraerse suavemente.
Pero que ansioso estoy- se dijo- si esto no es una tragedia.
No se percató de la barra del torniquete y sus muslos resintieron el golpe. Atrás una pareja de adolescentes murmuró risas. Descendió por las escaleras hacia la rivera de aquél río invisible separado por una línea amarilla. Muchos como él también esperaban al basilisco metálico que nadaba y rugía al aproximarse. A veces era rojo, otras azul, pero a pesar de esa mimetización, seguía siendo el mismo monstruo moderno que engullía vidas por sus costados.
La marea humana lo empujó hacia adentro. Imposible pretender siquiera moverse. Estático recorrió las cinco estaciones que lo separaban de la oficina. Pensó en la hora de almuerzo. Meditaba sobre su nueva situación. La voz por el parlante insípidamente aburrida. Las miradas extraviadas en puntos extraviados. Un celular con música de moda. Rostros bellos en una vida supuestamente bella en un mundo no tan bello, niños jugando con su reflejo.
La fijación del nuevo ser perforaba su cerebro y lentamente, mientras las cosas a su alrededor seguían tal cual, se permitió la venia a la paternidad.
Sobre el escritorio aún permanecía el informe del día anterior. El listado de clientes morosos había tenido un fuerte aumento en comparación con el año pasado. Por lo mismo, la urgencia de presentar los estados financieros a tiempo lo tenían en completa beligerancia laboral. Sentado, con los ojos fijos sobre el papel hacía como que miraba, sin embargo, más allá de ese desfile de cifras, seguía pensando en el saco que colgaba del árbol. Recordaba las imágenes de un Icarito que guardó desde que era niño y que coincidentemente explicaba los ciclos del embarazo. ¿Sería así?. Interrumpido por una fragancia, sacudió la espesa nube de reflexiones en la que estaba inmerso y se volteó para saludar a Cristina que llegaba en ese instante:
- Definitivamente tu aroma es más rápido que tus pasos- le dijo sonriéndole.
- Eso crees. Pensé que apestaba porque esa porquería de metro era un horno. ¿Y ese milagro que llegues temprano?
- Nada. Anoche no pude dormir tratando de sacar este cacho. Mira las ojeritas que me gasto.-
Cristina se acercó y confirmando lo dicho por su compañero asintió con un mohín. Dejó la cartera colgada en la esquina de su silla y rauda fue a la cocina por dos cafés.
-El más cargado para ti- señaló. Se esfumó dejando sus aromas y la forma de sus posaderas en el aire.
Cuando volvió venía tras de ella Guillermo con cara indiferente. Saludó indiferente e indiferente se sentó. Siempre llamó la atención su parquedad y la facilidad con que sus músculos se resistían a la gesticulación. De ahí que en secreto, le llamaran “mármol”. Sin embargo esta vez se mostró más sociable y girando sobre el eje de la silla en que estaba miró fijamente a Eugenio diciendo:
-Ayer después que te fuiste vino el jefe de personal. Necesitaba hablar contigo. Creo que dejó algo ahí, en el primer cajón de tu escritorio.
Cristina observó interrogativamente. Éste a su vez simplemente se encogió de hombros y abrió el cajón. En su interior había un sobre. Frunció el ceño. ¿Qué haría el jefe de personal buscándolo?. No tenía pendientes con él, probablemente sería por no haber tomado aún el saldo de vacaciones. Pero.......¿y el sobre?.....para qué un sobre en un trámite tan sencillo. Sintió nuevamente un apretón a la altura de su abdomen. Ahora habían cuatro cosas navegando en su cabeza. El óvulo de ella fecundado. El número incógnito que nunca descubrió. Un sobre sospechoso y las caderas de Cristina yendo por un café.
-¿No lo abrirás?- preguntó Guillermo con morbosa curiosidad.
- Lo haré pero después de almuerzo. Tengo asuntos más importantes. –
La mañana transcurrió lentamente.
Cerca del mediodía entró a la oficina Arturo. La jefatura de personal la había ganado a costa de sacrificios y revelaciones. Revelaciones que contenían ciertos grados de deslealtad con sus compañeros de labores y que fueron su pasaporte al podio del mando y la imposición.
-Ayer por la tarde dejé algo en tu escritorio. Supongo que ya lo has leído.- exclamó a medida que saludaba al resto con breves gestos de cortesía.
Eugenio miró el sobre.
- La verdad estoy tan atareado con este balance que no me di el tiempo de leerlo.
- Pues yo que tú lo leo. Después vas a mi oficina.
Cristina aproximándose desencajó el rostro. De antemano y por el tono absurdo con que Arturo se había dirigido a su compañero, intuyó lo que se venía. Eugenio abrió el sobre y a medida que leía el escueto comunicado palideció y el ambiente cayó en un pesado silencio. Sintió un nudo en el cuello.
-Te conté que voy a ser papá. Marisol me llamó cuando venía en la micro.- dijo mirándola fijamente. Esta no supo si felicitarlo o lamentar su partida.
El proceso fue rápido y certero. Eran siete años que de algo aplacarían la inestabilidad en la que quedaba. La explicación muy simple:”reestructuración de personal técnico”. Al menos se oye bonito- pensó.
La cesantía no era una partícula propia de su vida. Ni como concepto estuvo cerca. El escenario de aquél día tenía la similitud a una piñata. A golpes se rompió y de ella cayeron amargos dulces que obligatoriamente debía probar.
Nunca fue de emotivas despedidas. Dirigió unas breves palabras a sus dos colegas, deseándoles buen destino. Cristina no ocultó su tristeza, debido a que la empatía entre ambos permitió el fortalecimiento de una bella amistad. Después, retiró lo poco y nada que había en el cajón. Un fotografía de sus padres en un restaurante de Pomaire. Una regla Artel de madera. Un banderín de Santiago Wanderers y el encargo de Manuel, el responsable de la limpieza. Con algo de timidez se acercó a Guillermo y le dijo:
-Pásale esto a Manuelito; tú sabes que el viejito es medio cochinon, así es que le había conseguido estas películas. Por la plata, que no se preocupe, que lo tome como un regalo.
Guillermo metió las películas en una bolsa y las guardó bajo llave.
- En cuanto venga por acá, se las daré- y poniéndose de pie estiró la mano como signo de despedida.
Eran cerca de las dos de la tarde cuando salió del edificio. Se dirigió al patio de comidas que con ella frecuentaba. Al verla, una mezcla de tristeza y ternura lo absorbió. Pidieron lo acostumbrado. Fajas de pollo y surtido de ensaladas. Al principio la conversación se tornó monótona y plana. Afuera, en la calle, algunos escolares jugaban con un condón inflado. Corrían de un lado para otro y daban saltos. Ambos se miraron y sonrieron.
- Tal vez cuando alcance esa edad ya no se usarán los preservativos – observó Marisol.
- Quizás. Con los adelantos que existen mejorarán los métodos. Pero ahora es un saco. No he podido sacarme esa imagen de la mente.
-Un saco que late- acotó ella.
Alrededor mujeres y hombres en lustrosos trajes caminaban presurosos. Comían presurosos. Hablaban estridentemente haciendo del espacio un bochinche endemoniado. En uno de los pilares del lugar, pendía una pantalla que emitía el noticiero. La voz del conductor se perdía en el barullo. Las imágenes se repetían una y otra vez.
- ¿Te parece si nos vamos? – sabes lo que me provoca la multitud.
Marisol , en total acuerdo de acto, tomó los aritos que había dejado sobre la mesa y se los colocó. Evitaba mirarse el vientre. Pensaba que no tardaría mucho tiempo en inflarse e imaginarse así, la confundía.
-Son los de la feria artesanal. ¿Te acuerdas?. Te dije que me los pondría cuando se presentara una ocasión importante.
Él la miró y la atrajo hacia su cuerpo. Seguía experimentando aquella lozanía femenina cada vez que la besaba. No mediaron grandes análisis ni drásticas resoluciones. La vida la habían aprendido a punta de fuerza e improvisación. No cambiarían su forma de enfrentarla aunque el cielo se abriese y botara fuego.
El sol de invierno manchaba las calles vespertinas débilmente. Tres figuras se desplazaban a paso lento por una de las veredas. Aunque en el reflejo sólo eran dos. La otra jugaba a esconderse y llenar de colores los rincones.


Texto agregado el 03-09-2012, y leído por 218 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
03-09-2012 Es buenísimo. Tiene lo cotidiano de la vida de muchos, la crónica urbana de cualquier país o ciudad con su tristeza, magia y desafío de vivir. (lo del Icarito es un código.cl) NeweN
03-09-2012 Muy buen texto. Al principio me chocaron un poco las frases ampulosas. "Placer sonoro, espacio autista, tarea onírica". Pero despues me gustaron varias imagenes. "Se esfumó dejando sus aromas y la forma de sus posaderas en el aire". Y las dos lineas finales, excepcionales. Excelente remate. cafe_de_nadie
 
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