No te quiero cerca, no te confundas. Ni pendiente de mis miradas soslayadas, ni de las sonrisas veladas que te dedico. Desde esta fina línea del horizonte cabalgan las estrellas jovenes como en la verde pradera donde nos tendíamos a contar Perseidas. Ya entonces, no te quería cerca, ni a mi lado.

El recuerdo de tu voz me abstraía en las temblorosas tardes de tormentas agosteñas, y del estruendoso quejido de las nubes retorciendose en el cielo. Luego, yo, para acallarlas, leía tus versos. Nunca te quise cerca, me bastaban tus palabras sobre el papel hueso, y saber que mientras yo leía con ahínco, tú me sonreías en algún lugar, donde estuvieras.

No te confundas, yo no te quiero cerca... ni tampoco lejos.