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La infanta permanecía quieta, observando el pálido de la ventana, la lluvia (turbulenta), en las afueras desata su furia. La ventana empañada, y ella con su índice derecho dibuja conejos, gatos, grifos, palomas ratones y caballos alados con membranosas extremidades. Espera, espera mientras escucha –levemente –el repique del reloj de péndulo, colgado en la pared opuesta. Dibuja y vuelve a dibujar, exhala su vaho para borrar los vestigios, para reiniciar la interminable tarea.
Pero los dibujos, hartos de ser, hartos de no ser y hartos de ser tan iguales unos a otros, salen, despegándose de la fría superficie de la ventana.
Las aves sobrevuelan con sus cantos melodiosos, empujados a veces por el impetuoso Pegaso que les muerte de las alas.
Entre las patas de los sofás, los caballos, los gatos, los ratones, las serpientes deambulan, comiéndose los unos a otros; la sangre no es sangre, más parece agua estancada.
Por las paredes se descuelgan los monos, saltan las cabras para morir sobre la alfombra.
La niña mira, con una media sonrisa, con un medio llanto.
Agita sus manos, retirando de sí las arañas transparentes que por sus piernas escalan, pero los arácnidos no hunden sus colmillos en la pierna de la niña, porque reconocen a su creadora. Suben las arañas y hacen nidos en los cabellos de su Diosa.
Al final, el último grupo de dibujos sale de la ventana; son los hombres que con lanzas y espadas, se abren paso entre los animales, sembrando muerte y, victoriosos, rinden pleitesía a la Diosa, los herreros hacen la corona de hielo, los sastres hacen la ropa brocada, los arqueros traen la caza, las bailarinas danzan al son de la música producto de los tambores, pum… pum hacen los tambores, ella escucha y siente palpitaciones; no hay tambores, la música surge de su pecho… ella ve su pecho de lo ve descarnado, con el corazón descubierto, reluciente como el alba, pum… hace el corazón, y todos, hombres y bestias bailan y celebran.
El Reloj de péndulo ya no se mueve, las gotas de lluvia se quedaron quietas, suspendidas, inmóviles. El viento ya no agita las copas húmedas de los árboles… pum… pum…

Finalmente despierta, ve la ventana, la lluvia ha cesado, el sol se entrevé entre las oscuras nubes, de nuevo el reloj canta su inagotable son, pero ve a sus pies, al despertarse, sus criaturas yacen muertas, yacen desmembradas, vueltas agua estancada. Ella ve nuevamente por la ventana, sonríe, corre a la puerta y sale.
El Sol le pega en la cara, el viento fresco le agita el vestido, y pequeñas gotas de agua le bañan el oscuro cabello… pum… pum.
¿Quién sabe si también es la Diosa de esta realidad?, a Ella no le importa, solamente quiere correr bajo los árboles y oler el viento traído desde el cercano mar. No quiere saberse Diosa, quiere saberse Libre.

Texto agregado el 02-09-2012, y leído por 239 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
03-09-2012 Fui imaginando las imágenes a medida que iba leyendo... terminé envuelto en una historia mágica y surrealista. Me quedo con la sensación de que queda historia por contar. yomismosoy
03-09-2012 Más que interesante, pero percibo como dos cuentos en uno, un giro que dejó inconclusa la magia original. NeweN
 
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