Ocupabas el primer lugar en mi corazón, eras mi día y noche, eras el oxígeno de mi respiro, ahora…ya no lo eres, podrías tal vez desaparecer y ni un síntoma de pena sentiría, me pregunto cómo llegaste a ser tan poco importante en mi vida, creo que por ti sólo, porque eras un dibujo ilusionado que sólo existía en mi imaginación, es decir, no existes, que filosofía tan simple de la vida, ¡no existes!, te había puesto la capa, el cabello y el caballo de príncipe azul, pero creo que eres caballo, mas no príncipe, mucho menos azul, sin capa ni cabello y no es que seas calvo, pero preferiría uno, a un vulgar animalote, con tanta ignorancia y falto de capacidad de discernimiento. Bueno, me queda bajarte de la nube a la que yo te elevé, el hecho ahora radica en cómo decirte de tal manera que lo comprendas que, ¡no existes! y no es que hayas muerto, pero preferible, así tendría que darle explicaciones a un inerte, sin lugar a réplica, aunque tal vez lo haga, y me pese tragarme tus balbuceos atorrantes, el hecho es que tal vez no comprendas, por más vueltas que yo le dé al asunto, seguirás creyendo que eres la máxima expresión de varón. La culpa al final es mía, porque me obsesioné con alguien sin el mínimo valor. Es bueno reconocerlo, yo me equivoqué. |