No dijo nada. El “te amaré”,
se ahogó silencioso, naufragando,
en un último, eterno, suspiro.
La esperanza, como sus manos,
cayó en el vacío de la nostalgia.
Un nombre escrito en el cielo
de la libertad más absoluta,
fue letra aguada en papel de diario.
Ermitaño de su propia soledad,
enhebro, lento, un último zurcido,
con mucho menos de filosofía,
a los remiendos del encuentro.
Más allá de las estrellas se marchó,
mirando cómo se va su itinerario.
Como duele amar, se dijo, cansino.
Mientras, el vals del viento,
hacía danzar migajas de amor
en el fondo del río del olvido. |