NO MAS MALTRATO
Tantas veces fui humillada; fui como una muñeca de papel que estrujaban a su antojo. Mi padre era un abusador, por él fui maltratada, si sacaba un 80 en las notas, ahí iban las golpizas pendejas; si me quedaba mal la comida tenía que correr porque venía la correa, y ¡ay! Si me quedaba dormida me despertaba a puro palo.
Un día no soporté más, recogí mi ropa y me fui de la casa. Al poco tiempo encontré un hombre que pensé que me amaba. Era diez años mayor que yo; yo a penas con diez y siete.
La primera semana fue todo perfecto, o casi perfecto; luego el pasado volvió a mí. El era igual que mi padre, empezó a golpearme si no lo obedecía, me quemaba la piel si no lo atendía. Un día, de tarde, lo encontré dormido y pensé: -Ya no más abuso, mi cuerpo no resiste más maltrato, no quiero ser humillada, debo valer mucho, pero estoy valiendo poco por permitirlo-.
Miré hacia la mesita de la derecha, había una pistola. Casi me tiemblan las manos, pero tomé valor, o quizás cobardía, pero prefiero llamarlo valor, agarré la pistola, le apunté a la cabeza, y con un solo respiro le dije –adiós- y disparé. Me quedé parada, creo que unos segundos, no sé bien, y luego salí corriendo. Me fui del pueblo, no he vuelto más por ahí, me trae malos recuerdos, y por culpa de eso no salgo de bares, clubes nocturnos, y ahora me encanta el alcohol. ¨No es que sea el alcohol la mejor medicina, pero ayuda a olvidar cuando no ves la salida¨. La salida de ese recuerdo, no la veo, quiero escapar, necesito escapar de mis recuerdos, porque es lo único que me atormenta.
Autora: Audry Raquel Gómez García
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