A veces los trastornos que causan en mi la realidad, supera los límites de toda imaginación, entonces, las venas se me hinchan y necesitan de ti, de un calmante que me haga evaporarme hasta ese azul infinito claudicador de todo materia etérea evaporante.
El horizonte parece más gris cuando tu voz se entrecorta entre sollozos desesperados de visiones agudizadas de percances extintos.
Luces azules rebotan en todo el espacio, dejando ese halo de conciencia innata que se muere en la primera desilusión…
¿Es vida, vivencia aprendida?
O solo los estigmas de un pasado que no se va, que no se detiene ante nada, ni ante la luna llena ni ante el sol radiante de un verano viejo que se baña pacientemente entre olas de una playa olvidada, dividida por los vidrios de un caleidoscopio ó por los poros que parecen cerrarse ante la impotencia de una nueva medusa que emerge de un mar completamente electrificado.
Hoy la locura que invade mis pensamientos se fundamenta más en el aire que abraza mis sueños, que algún elemento solido o sustancial palpable.
Y comienzo a subir, junto con esferas de dolor hacia un cielo enfermo que grita entre espasmos y convulsiones, condenando a toda alma que atraviese su ser como un arma punzocortante buscando órganos vitales para matar toda esperanza, la misma fe…
Antes que el curso de las mareas decidan olvidar el planeta y emigrar, regresa... solo un momento mínimo para recopilar tu aroma, sentir tu voz, la textura de tus manos, para poder marcharme en paz; junto con las mareas, entonces pueda que mi mente se separe de todo este universo y pueda deshacerme de esa imagen, y sentir de nuevo ese fuego renovador transmutando a bestia y viceversa.
Entre el vuelo vespertino de las manta rayas existe un equilibrio que balancea la noche y la nostalgia, donde la realidad se desvanece entre la distancia y un tiempo espera paciente detrás del infinito volver a regresar sin miedo, sin muerte, sin silencio…
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