Participantes: inicio*Stromboli ** desarrollo camino-de-vida *** desarrollo musas- muertas **** final Ignus
CAFE GIJON
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Madrid, año 1942
El oficinista D. Fernando, tras sus lentes, observa el trasiego de la cafetería. Con su poco cabello y un traje gastado, se toma un café humeante a media mañana, sobre una mesa escondida, situada al fondo de la cafetería. Cada vez está más difícil conseguir una buena mesa desde dónde poder ver a los habituales. Los más veteranos, echando una partida de mus, apostando unos reales, o la mesa de las mecanógrafas dónde entre cuchicheos, hablan del galán de moda en las pocas salas de cine de la Gran Vía..
En el fondo se escucha un ruido estruendoso que hace que el Café de Doña Rosa sea de los más frecuentados por artistas, escritores, músicos, y gente que da vida con su presencia al café situado en el Paseo de Recoletos, y que pasará a llamarse El Café Gijón, hervidero de bohemios y artistas. Doña Rosa, sonriente, se acerca a él y le hace saber que vende tabaco de inmejorable calidad, de estraperlo, traído desde Portugal, de picadura para fumar en pipa, como le gusta a él. Con sus generosas formas va de mesa en mesa sirviendo café, sonriendo a los clientes, a los habituales.
Desde sus anteojos observa a las oficinistas, que en grupo ríen y comentan.Ajenas a todo, hablan sin cesar.
D. Fernando está escribiendo su próxima novela, observa con detenimiento a su alrededor. Sin pretenderlo, escucha la conversación de la mesa próxima, una conversación que le parece un tanto sospechosa…
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Rosaura estaba mirando con el rabillo del ojo a un señor con la intención, ya manifiesta, de que la invitasen a un cafecito…. Esta temporada todavía no había subido a las tablas y una actriz de sus años y sus hechuras estaba “canina”. Rosaura, no tuvo más remedio, que entregarse en cuerpo y alma, _más en cuerpo_ en casa de doña Purita, “La impura” a los señores que estaban ávidos de placer y por unas perras se dejaban querer y algunos días hasta la invitaban a unos churritos.
“ Ay qué joderse, qué vida más puta “- pensaba Rosaura_ y ella que había sido actriz cuando la gran Estrellita Castro.
De resultas le había quedado un cuerpo esbelto, cintura de avispa, las piernas de altura y estaba de muy buen ver. Pero la fama, cuesta y hay que saber perder.
La compañía se había marchado a Alemania con CIFESA y ella no tuvo valor para dejar a su padre impedido y viudo en un camastro. Aunque le hubiese dado a su santa madre una vida de perros.
Los de la mesa contigua seguían discutiendo sobre el famoso escritor, de la generación del 98, yo recuerdo con mucho cariño a un escritor de Alicante, muy sencillo y muy brillante en su escritura, creo que es Parra .
- Me gustó, su novelita “Nada”, en la que retrataba muy bien a los personajes, su psicología, el ambiente rural, y el declive de la personalidad del protagonista. El amor contra la voluntad.
- Sí, recuerdo que lo invitaron a una cena en el Casino….
Mientras, doña Rosa seguía su trasiego y manoseaba los cuartos contando las ganancias del día. En aquellos tiempos el tabaco dejaba más que el negocio. Los clientes fijos pasaban la tarde entre charla y discusión y el gasto no era más de una perra chica por persona.
“Maldito parné qué desgraciaíta “ ..., se escuchaba en la radio mientas Lucio _el teclas_ se tomaba un chinchón para aguantar la tarde.
Y el camarero un tanto cansado de llevar la bandeja de ida y vuelta, con cafecito, vasitos de agua fresca, azucarillos y arguardiente; pensaba en la vida que le esperaba cuando llegase a casa, con la prójima en jarras y ganas de guerra, y aquél tufillo a coliflor que le revolvía las entrañas desde el portal.
En la mesa de los escritores, uno de ello se inclinó sobre los demás e hizo un ademán de llamar su atención, a “sotto voce”- dijo- He escuchao a la portera que anoche vino la autoridad a buscar a D.
Narváez por lo de su escrito sobre el régimen.
-Y crees que ha pasao la nuit en Sol ?- pero si es un gran pensador y filosofa sobre la vida, el ser y no ser…
¡ Y tanto!- se la estaba jugando a cuenta cabal.- dijo Fernando A.
Le pidieron la gacetilla al zagal, ávidos de información y leyó José D. en voz alta ….
El matrimonio Gonzálvez discutían, sin pensar que los escuchaban sobre “la niña” que pretendía meterse a monja. En aquellos tiempos era la mejor solución a la vista de que “se le estaba pasando el arroz” y ellos no tenían herencia para dejarle cuando faltasen de esta vida miserable
que llevaban. Aunque de cara a la galería, su - Elvira- tenía relaciones con un pasante a notarías de la provincia de Valladolid.
- Oye, Paco- dile al teclas que toque “ Ojos verdes” estoy esta tarde un poco llorona y la música me pone “entoná”.
_ Señorita Rosaura, porqué no se va usted al cine Gran Vía dicen que la de “Morena clara “ está muy bonita y el NO_DO anuncia novedades sobre el Generalísimo y la inauguración del pantano de …
No tengo ni una perra chica, pero si tengo suerte y me llama D. … le digo que me invite. Estate atento al teléfono por si acaso.
Y en la mesa de los intelectuales seguía la tertulia …
En un rinconcito apartado junto a los aseos, había desde hacía un buen rato un tipo raro, con gafitas metálica , barba de unos días y un trajecito gris muy deslucido.. Hizo un chasquido con los dedos y el camarero se le acercó.
- Mire mozo, que no puedo pagarle….
Don Fernando…
***
- Don Fernando, no se preocupe por su cuenta, el señor de gafas me indico que el lo invitaba.
D. Fernando vuelve su mirada pero el tipo raro de traje gris se había retirado.
Un tanto sorprendido sonríe agradecido al mozo, junta los papeles de su mesa de café y se retira.
Sale presuroso al Paseo de Recoletos y gira a la derecha en dirección norte observando la hermosa fachada de madera y mármol del café.
Al llegar a la esquina Del Almirante un carraspeo a sus espaldas lo sorprende.
- Herr Fernando? - pregunta una voz en duro español.
Don Fernando gira sobre sus talones para verse frente a frente con el hombrecillo de gafas. Sonriendo le dice- Buenos dias! quisiera agradecerle Señor...
- no tiene por que, mi nombre es Claus.
- Claus - repite Fernando incomodo. Claus retoma la conversación.
- me acompaña unos pasos, voy a la biblioteca...
- Le agradezco gentil señor - replica Fernando - en realidad estoy apurado por retornar al trabajo y...
Claus se aproxima como para hablarle al oído y Fernando siente una presión en su cintura. bajando la vista ve una negra pistola Luger parabellum brotar del bolsillo del saco gris de Claus... este al oído le dice - permítame insistir.
Fernando esta en pánico. asiente con la cabeza y juntos cruzan el paseo y lo retoman en dirección norte.
El edificio de la Biblioteca Nacional es un hermoso ejemplo de las construcciones del siglo 18. Su portentosa fachada y su escalinata hoy está atestada de público.
Claus sin preámbulos se detiene a un costado de la entrada y fingiendo una conversación casual con su mano aun en el bolsillo le pregunta a rajatablas.
- Sabe usted quien es Don Ramón Serrano Súñer supongo
Fernando se sacude tembloroso y titubea - eehh el "Cuñadísimo".
Claus sonríe, asiente y continua.
- Bueno, nuestro "amigo" siempre fue como un hermano El Reich. Parece ser que el "Generalísimo" ya no nos encuentra tan útiles luego de su estúpida "victoria" y como ahora cree que la guerra se ha estancado quiere tomar distancia. - dice Claus con una mueca de fastidio.
Fernando tiembla como una hoja y responde. - ¿y yo qué?
Claus sonríe torvamente. - Necesitamos una información vital que Ud. puede procurarnos. El doctor Súñer debe conservar su cargo en " Asuntos Exteriores". Su familia se lo agradecerá como a la vida misma.
la frase le pega a Fernando como un bofetón en el rostro.
Claus disfruta su momento. - Ud. esta acostumbrado a relevar información para su novela. Siga estas instrucciones, busque y haga público lo que encuentre. - un meticuloso papelito mecanografiado y doblado en cuatro pasa subrepticiamente de la mano de Claus a la de Fernando.
****
Afortunadamente para D. Fernando, en el café de Doña Rosa nadie hacía muchas preguntas. Por eso es que nadie se sorprendió cuando lo vieron volver a entrar, ni cuando ocupó nuevamente su mesa, derrumbándose en la silla como si estuviera agotado. Varias gotas de sudor perlaban su frente. La tensión de momentos antes todavía estaba en su cuerpo. ¿Por qué ese alemán lo contactó a él?. ¿Qué pretendía el hombre de las gafas?.
Intentando disimular lo más posible, abrió un de sus cuadernos de notas , y colocó el papel dentro, para poder leerlo sin llamar la atención. La nota era bastante escueta y directa:
“La mujer que se encuentra sentada a su derecha, se llama Margaretha Geertruida Zelle. Se la busca por espía. Su única tarea consistirá en buscar entablar conversación con ella.
Antes de acercarse, colóquese el abrigo que encontrará en el perchero más alejado de la puerta de ingreso.
Debe llevarla a un lugar aparte, e intente sacarle información sobre “el cuñadísimo”. El abrigo le ayudará a lograr que hable. Luego de despedirse, retírese del lugar. Puede llevarse el abrigo, en el bolsillo interior del mismo encontrará un obsequio para usted.”
D. Fernando estaba intrigado por la “tarea” que le habían encomendado, pero el recuerdo del frío caño de la Luger lo haría obedecer sin chistar.
Se fijó en el fondo del café, y efectivamente había un abrigo colgado del perchero. Se acercó con decisión, y se lo colocó tratando de que parezca suyo. Afortunadamente le calzaba muy bien. También le sentaba perfectamente el color negro, pero lo que le produjo un poco de escozor fueron las insignias de las “SS” en los hombros.
Ya metido hasta el tuétano, no tenía más remedio que continuar, así que se acercó hacia la mesa que le habían indicado. Se trataba de una hermosa mujer, apenas entrada en años, pero con un cuerpo escultural, el cual se adivinaba por debajo de las transparencias de su vestido.
Le hizo un gesto, llamándola aparte, y la mujer obedeció inmediatamente al ver las insignias del abrigo.
- Escuche, señorita… ¿Margaretha verdad?. Yo no se por qué, ni tengo idea de lo que está pasando, ni quiero saberlo tampoco, pero me veo en la obligación de advertirle que según me temo, corre usted un grave peligro.
La mujer, entonces, acercó su boca al oído de D. Fernando, dejándole sentir su agradable perfume, y susurrando le contestó:
- Dígame entonces algo que no sepa, imbécil.
D. Fernando se sintió enormemente contrariado por la altanera respuesta de la mujer, y cohibido se retiró rápidamente del lugar. Al llegar cerca de la esquina recordó algo, y metiendo la mano en el bolsillo del abrigo, extrajo un sobre donde encontró dos mil francos alemanes.
- ¡Bueno!. –se dijo – Por lo menos valió la pena, y tengo la conciencia tranquila ya que traté de advertirle.
Meses después, completamente olvidado el episodio, D. Fernando se encontraba nuevamente en el café de “Doña Rosa”. Distraídamente ojeaba un periódico que alguien había olvidado en la mesa contigua. Repentinamente, una fotografía llamó tanto su atención que se levantó a tomar el diario para leer mejor la noticia.
La fotografía correspondía a la de aquella hermosa mujer. Y la nota decía:
“PARIS – FRANCIA: De nuestros enviados.
Se ha procedido durante el día de hoy, a la ejecución de una peligrosa espía identificada como Margaretha Geertruida Zelle. Luego de comprobarse que la misma ejercía como “doble-agente”, intercambiando información con oficiales de las “SS”. Su aprehensión fue realizada mediante una importante operación, al detectarse mediante nuestra antena ubicada en la torre del señor Eiffel una señal de radio proveniente de espías alemanes. El mensaje decodificado por nuestras fuerzas de inteligencia, corroboraba definitivamente la información de nuestros agentes, quienes la habían visto hace varios meses en Madrid, en un conocido café, cerca del Paseo de Recoletos , intercambiando mensajes al oído con un oficial alemán.”
D. Fernando no podía creer lo que sus ojos estaban leyendo. ¡El oficial alemán era él!.
Mientras tanto, a muchos kilómetros de ahí, un hombrecillo de gafas ojeaba complacido el mismo periódico junto a dos oficiales alemanes.
- El plan funcionó a la perfección.
- Efectivamente, Herr General. El escritor se comió completamente el cuento de “El cuñadísimo”, y los franceses también fueron fácilmente engañados con el mensaje radiado. Fue una buena idea codificarlo con un algoritmo que ellos ya conocen, pensaron que era legítimo.
- ¿Y la espía?
- Fue ejecutada en Francia, sin mucho reparo. Evidentemente, ellos tampoco sentían una gran simpatía por la legendaria “Mata Hari”.
- Muy bien. Buen trabajo.
- ¡Gracias. Herr General!
Y dicho esto, cerró el periódico con una enorme sonrisa de satisfacción.
FIN.
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