Participantes: inicio *inicio cromática desarrollo**andrurdna, desarrollo***yo soy así final****sirio
Nacho (título provisorio)
* Martha invocó a todos los santos y, cogiendo la cartera, salió a la calle.
La mañana se presentaba fría, al punto de que el cabello comenzó a dolerle desde las raíces nada más pisar la acera.
Ante ella, el edificio de oficinas que había frente a su casa, se levantaba, majestuoso y acristalado, reflejando las nubes blancas que atravesaban el cielo gris.
Cruzó la calle, y mientras seguía invocando a cuanto santo milagroso le viniera a la mente, entró, dejando tras de sí todos sus miedos y sus fantasmas: Nacho merecía que su madre hiciera el esfuerzo.
El portero la miró, algo desconcertado, pues para él sólo era "la señora de la compra". Lo divertía mucho el mirar a la mujer lidiando, día sí, día también, con su carro de la compra. O con el paraguas. O con el perro de las vecinas que se iban de vacaciones. Pero siempre lidiando con algo. Había en ella un rasgo de confusión permanente.
- Disculpe, señor, quería ver al Doctor Ingaramo Soler.
- ¿De parte?
- Soy su... prima
Al decir el parentesco, Martha se arrepintió. Debería haber dado un nombre de abogada. Pero siempre fue ¡tan torpe!. No sabía disimular.
- Ah... claro, la prima…
El conserje estaba acostumbrado. Ingaramo Soler no dejaba títere con cabeza: jóvenes, viejas, altas, bajas, rubias, morenas, escandinavas (inolvidable aquella rubia sin oxigenar que se paseó por ese hall varios meses).
- Déme su documento, por favor. Y tome esta tarjeta. Con ella puede subir al piso 8. Oficina 813.
- Gracias, dijo Martha, mientras dejaba el documento y por el rabillo miraba el ascensor que funcionaba con tarjeta. Demasiada modernidad para ella, pensó y, girando hacia el portero le increpó:
- ¿Me ayudaría, señor? es que no he usado nunca algo así.
- Ya, ya lo veo, dijo el portero mientras recordaba los enredos con puertas, paraguas, carros de compra, perros ¡si ella supiera que el portero llevaba perfecta cuenta de sus tropiezos en la acera de enfrente!
- Mire, señora: pase la tarjeta magnética por aquí, luego marca piso ocho, a la derecha, encontrará las oficinas impares. Busque la...
- 813
- Así es, señora.
El portero la dejó dentro del cubículo, sin notar el sudor helado que perlaba la frente de Martha quien, con gesto tembloroso, metió la mano en el bolsillo de su abrigo, sacó una pastilla, la introdujo en su boca, bajo la lengua (siempre le dijeron que hacía efecto más rápido) y volvió a meter la mano, esta vez para dejarla en el bolsillo, sosteniendo el sobre con las fotos. De inmediato, metió la otra mano en el interior de su abrigo para comprobar si estaba el otro sobre.
"Piso Ocho" dijo la voz metálica e impersonal que parecía emanar de Dios, porque estaba en todos los ascensores de todos los pisos de esa maldita ciudad. O eso creía ella.
Sus zapatos negros, bajos, mediocres, parecieron más bajos, más negros y más vulgares al pisar el mármol rosa, con dibujos en beige.
Al llegar a la oficina 813 estuvo a punto de volverse. Pero justo se abría, dejando surgir antes que el hombre de impecable traje negro, un perfume demasiado conocido para ella. Muy a su pesar.
- Hola, justo salía a esperarte. El portero acaba de avisarme que venías hacia aquí.
**
- Hola, justo salía a esperarte. El portero acaba de avisarme que venías hacia aquí.
No podía creer que me dijese tu nombre... después de tanto tiempo...
- Julio. Me costó mucho llegar... -lo cortó antes que su orgullo hiciese que diese la vuelta. Ahora sólo importaba Nacho.
A pesar de haber estado tan cerca este lugar de su casa, para ella era inaccesible. Hasta el día de hoy...-.
-Tengo un hijo, Ignacio Perez Alfonso. Es mío. ¡Sólo mío!
Él la miró entre desconcertado y furioso, y su cabeza se transformó en un enjambre de pensamientos emocionales, mientras ella le estaba hablando pausadamente, comparado al ritmo de la ondanada vertiginosa que fluía en su interior: "¿Qué quiere ahora? ¿Por qué de repente me habla de su vida? ¿Quiere que le dé el lugar que ella misma se negó cuando tuvo la oportunidad? ¿Qué pretende después de que me abandonó y me dejó destrozado? ¡Ella sí pudo elegir! ¡Ahora el destino me enfrenta a mi asesino vital como si nada!...
Martha notó su mirada, y lo sintió distante. Esto provocó más tensión en ella, y con esta emoción (a la que le convenía aferrarse), tomó más fuerza y coraje; apuró las palabras y los gestos, cambiando la velocidad a cuatro veces la que traía.
En un giro brusco e impulsivo le extendió ambos sobres: las fotos y el "sobre fatal" y le dijo:
- ¡Mirá!... Por esto estoy. -su tono fue casi sin emoción, ya había pasado por todas ellas antes de llegar a este día, y su cabeza sólo debía pensar en el presente, en salvar la vida de "su Nacho".
Martha llevaba una vida muy sencilla y humilde, rodeada de sus elecciones cotidianas, lo que debía y había que hacer.
Era madre soltera desde muy joven, y sóla, con sus dos manos, había salido adelante con su hijo.
Julio había sido el que motivara su mayor desengaño, y pensar en él, era recordar que debía pisar los pies en la tierra y no soñar, las cosas son o no son- y con esta simpleza ella miraba su vida.- Con la resignación del esfuerzo, y la satisfacción de sentirse orgullosa de su hijo; y de vivir por, y para él.
Julio con una mano la tomó de un hombro y la hizo entrar desde el pasillo a su oficina, en la otra mano sostenía los papeles. Cerró la puerta y le indicó con un gesto, inclinando su cabeza que ella se sentase, mientras él hacía lo mismo en el sillón de entrada a su despacho.
En ese momento no había nadie, y sin decir palabra levantó el sobre con las fotos, y luego de verlas quedó shockeado ante el gran parecido físico que había entre Nacho y él mismo.
Se levantó casi por inercia, como tomando distancia emocional. Cerró con llave; como temiendo que su destino se le escapase nuevamente. Tomó el teléfono y le indicó al portero que no estaba para nadie. Luego de esto, lo descolgó mientras dejaba caer una gran coraza emocional.
- Se vé que sí, que es mío, no cabe duda es mi hijo, sangre de mi sangre - dijo entre emocionado y dolido, expresando ahora libremente lo que sentía mientras miraba las fotos- ¿Por qué ahora Martha?. -No podía dejar de ver la sucesión de fotos con el gran parecido físico. En estas fotos estaba la vida (que él ahora veía), había dejado escapar. Él, que no había querido tener hijos, Él que después de perder la inocencia con la decepción de la traición de Martha, (su único amor); de repente era padre...
Ella tomó el otro sobre que Julio había dejado sobre la mesa, y se lo dio, diciéndole:
- Los doctores me dijeron que te buscase, que eres la única posibilidad que él tiene. Que yo para esto no les sirvo. Mis análisis les dicen que no soy buena para ayudar a “mi hijo”.-
Dicho esto, la impotencia la invadió y esto provocó que aflojase su tensión y mostrase un poco de emoción ante el Dr Julio Ingaramo Soler.-
Julio tomó el segundo sobre temblando, sin soltar el otro. En este momento ambos estaban libres de corazas. Lo más importante era comprender, más que tapar las emociones.
En un sobre con las fotos estaba la vida de Nacho, y en el otro, la certeza de que la misma se le estaba escapando…
***
Las paredes de su oficina parecía que se redujeran y el mundo se le venía abajo.
El, el gran Julio; el triunfador en los negocios y en el amor, allí frente a su pasado
El que ya creía olvidado.
De pronto todo estaba en aquel lugar, hasta aquella tarde que se conocieron y nació una relación, la que abruptamente había finalizado por culpa de infidelidades.
Ella por venganza y él por costumbre.
Y ahora de pronto, sin haberlo imaginado, se encuentra padre de alguien que ni siquiera sabia de su existencia.
Martha se lo había ocultado.
Pero ante la enfermedad de Nacho, siendo ella incompatible, se veía obligada a dejar de lado su orgullo y recurrir a él.
¿Fue influencia del destino o la mano de Dios para juntarlos nuevamente?
No era tiempo de rencores. Era la vida de su único hijo que estaba en juego Y con voz enronquecida: preguntó: ¿ y que enfermedad padece?- A lo que Martha, con un hilo de voz , contestó:
_Necesita un trasplante de médula.
****
La mente de Julio no terminaba por asimilar lo sucedido, su vida daba un vuelco de 180°, el corazón desbocado amenazaba con abandonar su cuerpo en cualquier instante, en tanto que su alma entraba y salía presa de la incertidumbre, el recuerdo y… quizá de la esperanza.
Aquel engaño había marcado su vida para siempre. El primer y único amor de su vida, aquel con el que siempre soñó envejecer tomado de su mano, no solo había dudado de él y traicionado su confianza, lo había hecho de la forma más ruin imaginable. En ese momento su mente lo transportó a aquellos tiempos…
-Hola amor, ¿qué tal ha ido tu día?
-No muy bien, ¿ya viste la hora?
-Disculpa que no te haya llamado antes, pero ya sabes que esto del internado en algunas ocasiones apenas deja tiempo para respirar, y el resto de ellas ni para eso- bromeo Julio tratando de romper esa gruesa capa de hielo que incluso a través del auricular helaba los huesos.
-Si crees que haciéndote el gracioso vas a componer la situación, estás muy equivocado- le increpó Martha en un tono desafiante, a más molesto
-Llevo todo el día preparando la cena.
-Martha mi vida, cuántas veces hemos pasado por esto, sabíamos que la carrera de medicina iba a ser sumamente exigente y acordamos pasar juntos este trance y apoyarnos en todo momento
-Juntos, tú lo has dicho, juntos, pero cada vez que quedamos en vernos siempre hay algo más importante y “casualmente” la mayor parte del tiempo lo pasas con tus compañeros de internado, o quizá deba decir “compañeras”.
-Amor, cuantas veces tengo que decirte que yo no tengo la culpa que me hayan tocado únicamente mujeres en el internado médico, es más a ti debería darte gusto, tú que tanto has luchado por la igualdad de oportunidades para ustedes, además deberías tener más confianza en mí, yo te amo y no me interesa ninguna otra mujer.
-A mí no me engañas, yo sé que tienes algo que ver con algunas, si no con todas tus “compañeritas”, ¿cuándo fue la última vez que hicimos el amor?, ¿hace una semana?- justo en ese momento le avisaron a Julio que el paciente en terapia intensiva del que estaba a cargo, estaba convulsionando, por lo que tuvo que interrumpir a Martha
-Mi amor tengo una emergencia, en cuanto pueda te llamo, te amo- y colgó la bocina.
Esa fue la última vez que Julio habló con ella.
En la oficina de Julio, Martha enjugaba el resto de lágrimas que surcaban su demacrado rostro, algunas de ellas de tristeza y otras de…nostalgia. Contemplo a Julio absorto en sus pensamientos, y de igual forma su mente viajo a través del tiempo hacia aquel pasado…
Recordó aquellos instantes en que presa de los celos que le consumían el alma y le roían el corazón no sabía qué hacer, quería creer en Julio, lo amaba tanto, pero todas sus compañeras le envenenaban el alma. Que si era una tonta inocente por creer en un hombre tan apuesto, que si habían visto a su novio con otra mujer, y con otra…
Tenía tan presente en la memoria aquel momento en que tomó su celular y le habló a la única persona que podría sacarla de dudas, Roberto.
-Roberto, hola habla Martha, ya no puedo más, me estoy volviendo loca, la incertidumbre, la duda y los celos me están matando, necesito que me ayudes por favor
-Güera preciosa, ya te he dicho que no debes preocuparte por Julio, él está perdidamente enamorado de ti y no tiene ojos para nadie más
-Qué más podría decir la persona más cercana a Julio, su mejor amigo, su confidente, con quien ha convivido toda su vida, cómo puedo saber que estás diciéndome la verdad y no tapándolo, al fin y al cabo es lo que hacen los hombres, taparse ¿qué no?
-A ver güera, no entiendo por qué me llamaste, si estás tan segura que soy tapadera está conversación no tiene sentido, por si no lo recuerdas tú y yo ya éramos amigos antes de que te presentara a Julio, y muy buenos amigos por cierto, yo sería incapaz de hacerte daño o dejar que alguien lo hiciera, llámese Julio Ingaramo o Napoleón Bonaparte.
-Roberto tienes razón perdóname, la situación me tiene con los nervios tan de punta que pinchan globos, tanto que había olvidado nuestra amistad y todo lo que compartimos juntos, ahora necesito a mi amigo, realmente necesito un hombro en el que apoyarme.
Julio y Martha volvieron de su viaje por el pasado prácticamente al mismo tiempo, se miraron a los ojos y ambos supieron que su mundo ya no sería el mismo. Julio reaccionó y de inmediato abrió el sobre que tenía en la mano, a pesar de que Martha le había comunicado la terrible noticia, apuró la lectura deseando que hubiese algún error en los resultados del laboratorio.
-El diagnóstico no da pie a la duda- dijo a Martha
-Lo sé, ¿Cuántas veces crees que lo he leído? ¿A cuántos médicos crees que he visto antes de recurrir a ti?
-Sí, supongo que a varios, pero ahora lo importante es iniciar lo necesario para llevar a cabo el trasplante de médula lo antes posible y salvar la vida de Nacho, por cierto, ¿por qué Ignacio?, ah! ya sé, así se llamaba tu abuelo al que tanto quisiste.
- Si no iba a saber de ti, me pareció lo más indicado.
Julio tomó las muestras tanto de Nacho como las suyas, como médico sabía perfectamente el procedimiento de tipiaje genético de HLA-A y DRB1 de baja resolución al que debía ser sometido para determinar la compatibilidad, dijo a Martha que él las llevaría al laboratorio mientras ella se quedaba con su hijo, ahora más que nunca la necesitaba a su lado.
-Hola Dr. Ingaramo a que se debe el honor, que gusto verte
-Cómo has estado Javier, que tal marcha tu empresa, de haber sabido que los laboratorios serían tan buen negocio no me hubiera quemado las pestañas tantos años.
-No me puedo quejar buen amigo, aunque tú tampoco deberías, pero dime ¿en qué puedo servirte?
-Pues verás, necesito unos análisis urgentemente, aquí están las muestras, sin embargo requiero la máxima discreción, cuando sepas de que se trata lo comprenderás, por eso te agradecería que manejaras esto personalmente.
-Cuenta conmigo, acompáñame y veamos qué es lo que necesitas.
A la mañana siguiente Julio se presentó a primera hora, tal y como había acordado con Javier López Riquelme, Director de los laboratorios más importantes del país, su buen amigo no había llegado pero tal y como lo prometió dejó los resultados debidamente sellados y sin el nombre del paciente a la vista.
Julio guardó los resultados en su portafolios de cuero negro, apuró la marcha, subió a su auto y se quedó ensimismado en sus pensamientos y atrapado entre las garras de la incertidumbre.
Finalmente no se decidió a abrirlos, arrancó el vehículo y piso el acelerador rumbo a su oficina, necesitaba un buen trago para enfrentar la realidad plasmada en aquellos papeles, sabía que cualesquiera que fuera el resultado, cambiaría radicalmente su vida.
Se sirvió un generoso vaso de whisky y se sentó en ese sillón, el cual había sido su cómplice incondicional, ya sea de las aventuras con las innumerables mujeres que habían desfilado ahí, más por mantener su estatus ante el portero del edificio que por sentirse realmente un don juan, o de aquellas incontables lecturas, algunas formidables otras no tanto, pero que de alguna forma habían hecho más llevadera esa soledad que lo invadía.
Tomó el sobre con los resultados de la prueba de compatibilidad esperando tener mejor suerte que Martha. Mientras leía los resultados, su mente nuevamente regresó en el tiempo, justo a aquel día en que tuvo que colgar a Martha debido a la convulsión de su paciente…
No solo era su aniversario, entre sus planes para ese día estaba el pedirle matrimonio, había comprado aquel hermoso anillo de compromiso que ella tantas veces le había enseñado en aquel escaparte, era su favorito se lo había dicho al menos un centenar de veces. Esa noche después de la magnífica cena que ella prometió preparar, le pediría que se casara con él, su internado estaba por terminar y había tomado la decisión de realizar su especialidad en el extranjero, pero no se iría sin ella, la mujer a la que amaba.
No hubiese querido interrumpir tan abruptamente la llamada, pero sabía muy bien que la vida de una persona dependía no solo de los conocimientos adquiridos, sino de la capacidad y prontitud de reacción. No bien se cercioró que su paciente ya no corría peligro, se dirigió al director de la clínica para rogarle que le diera un par de horas, las necesitaba para comprometerse con la mujer de sus sueños. Aunque ya era tarde y habían pasado algunas horas desde que habló con Martha, estaba seguro que le daría gusto verlo.
-Está bien Julio- dijo el Dr. Eusebio Caravia- te voy a conceder el tiempo que pides, primero porqué eres uno de los mejores internistas que he tenido además de ser el más comprometido, segundo porque no quiero ser el causante de apagar ese rayo de luz en tus ojos, ni amargar la miel que destilan cuando hablas de Martha, ve muchacho, ve en pos de la felicidad, te lo mereces.
Julio agradeció al Dr. Caravia con un apretón de manos y corriendo como loco se subió a la motocicleta, llegó como un suspiro al departamento de Martha, subió los escalones de dos en dos, emocionado sacó la llave y abrió la puerta del departamento, el lugar olía a una mezcla de tabaco y alcohol, camino unos pasos escuchando la música y se frenó en seco, la escena le revolvió las entrañas, ahí estaban Roberto y Martha dormidos y semidesnudos, tendidos en el piso, cubiertos de humedad y entrelazados en la penumbra.
Regresó sobre sus mismos pasos y sintiéndose un intruso cerró sigilosamente la puerta para desaparecer en la bruma de la noche.
Julio volvió de nuevo al presente y seco una casi imperceptible lágrima que rodaba por su mejilla, se armó de valor y tomó el segundo sobre de resultados, lo abrió serenamente, tan sereno como puede estar un alpinista cuya soga, que es lo único que lo separa del abismo, amenaza con deshilacharse por completo en un instante. Leyó los resultados, tomó el teléfono y temblorosamente marcó ese número, aquel que siempre pensó que jamás marcaría.
El timbre sonó un par de veces y una voz femenina contestó amablemente- despacho de abogados Ingaramo Soler, buenos días.
-Hola, muy buen día, me podría comunicar con el Lic. Ingaramo
-Quién lo busca
-Julio Ingaramo
Roberto con el corazón en vilo y lágrimas en los ojos se abalanzó al teléfono
-Julio, no sabes cuánto tiempo he esperado esta llamada, hermano querido, si tú supieras, no he dormido desde aquel día, no sé como…
-Roberto, no necesitas decir nada, es tiempo de olvidar y perdonar, la vida nos está ofreciendo una nueva oportunidad, sobre todo a ti, hermano, te brinda la oportunidad de salvar una vida, la de tu hijo… mi sobrino.
FINAL
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