El Poder De La Mandrágora
Supimos, tarde ya, que la mandrágora no fue la causa de la muerte de Holgado Calandroni. -Nadie es culpable de nada, gritó Remigio Méndez en medio de la noche. El crepitar de la hoguera rebotaba contra el tenso silencio del campamento. Remigio aclaró que, a pesar de los repetidos intentos por salvarle la vida, ‘el Holgado dejó ya de joder en este mundo’. Se le pidió a Carmelo que pensara en algo para el entierro, éste se haría en media hora, no más. El Carmelo buscó la armónica que tenía oculta en un saquito que él mismo había cosido y disimulado debajo de la sudadera de su jaca, y se puso a tocar silencio, con cierta pose de heraldo vehemente y conocedor. Remigio habló con uno de los guardias retardados recién llegados de las letrinas, para que mandara a uno de los presos a cavar la tumba de Holgado.
Todos estaban hambrientos. La olla llena de carne con papas y calabaza coreana, hervía que era un contento. De esa olla, suponíamos, había salido la muerte del gordo Holgado. También conjeturábamos que algún pelotudo cósmico había deslizado un fardito de mandrágora en la olla, y ésta se transformó en una amenaza mortal antes que en la opípara cena que todos esperábamos tener. Lo cierto es que la muerte de Holgado pareció deberse a un tiro en la cabeza, como después se pudo confirmar, y no al haber probado un pedazo de carne de la olla. Alguno dijo que después de comer de la olla, Holgado empezó a mostrarse incoherente y a decir palabras extrañas, cosa que no era de esperarse en él. Eso lo llevó a salir de la zona en que acampamos, y a las dos o tres horas fue encontrado tirado a la orilla del camino por uno de los guardias de letrinas. Todos creímos que la muerte había salido de la olla, pero no fue de la olla de donde había salido, sino de una Bersa Mini Thunder 45. Lo que sí salió de la olla para Holgado, fue el poder de la mandrágora, el poder que lo llevó fuera del campamento y le dio una excusa al pistolero de la Bersa 45, para liquidarlo de un balazo en la nuca.
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