Participantes :inicio*rigores, desarrollo**leobrizuela, desarrollo ***hugodemerlo, final****Egon.
MESMERISMO
La historia que hoy vengo a contarles sucedió en vísperas del 25 de diciembre de 1895 en mi Londres victoriano. Desde hace algún tiempo venía sintiéndome progresivamente débil, las ganas de vivir ya me habían abandonado y a mi familia otrora centro de mi universo la encontraba ajena y distante, mi contextura gallarda y mi sana semblanza se venían desdibujando como si a un cuadro de ardientes girasoles, como los pintados por Van Gogh le fueran quitando todos sus matices hasta dejarlos en un débil y monótono blanco y negro.
Pero no les quiero hacer esperar más, solo les diré que desde el último instante vital que recuerdo, de repente aparecí en aquel quirófano.
Huelo el éter tan usado por mi como anestésico, mi corazón late pero a un ritmo atípico apenas imperceptible, oigo pisadas y voces frenéticas, diciendo, "el paciente se nos va, revivámoslo" . De repente uno de los doctores se abalanza sobre mi y me golpea el pecho de manera sistemática, están tratando de revivirme y creo que no tiene fortuna por que él sentenció: Lo perdimos...
Yo podía sentir todo, verlo todo pero algo que solo después entendí, me impedía comunicarme con el mundo exterior...
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Pero así como la comunicación me era imposible, mi mente se potencializaba en rápido vértigo; se hacía evidente que registraba los segundos que transcurrían como la vida que se escapaba de mi ser.
No obstante, la impotencia del equipo médico creció al punto de darme por muerto cuando, en realidad, mi mente elucubraba velozmente probables soluciones. Recordé, por asociación, cuando a punto de morir ahogado en un accidente marítimo y aún bajo varios metros de agua, hallé la serenidad y las fuerzas para contener el aire durante minutos antes de ser rescatado y salvar la vida. ¿Sería, como aquella vez una experiencia superable? ¿O era el final siempre temido que…?
Un recuerdo ominoso ocupó mi pensamiento y me pregunté si todo aquello no era una venganza del destino. Y es que, en mi condición de taxidermista, he dado muerte anticipada a gran cantidad de animales de buena presencia sólo para embalsamarlos con fines de lucro. Nada cruento, salvo la muerte en sí; un trapo, un poco de éter o cloroformo adormecedores y la jeringa mortal invadiendo un corazón indefenso.
Supongo ahora que estas vivencias, delatoras de lo oculto en la culpas no asumidas se revelan y salen a la superficie en la hora postrera.Las voces entraban y salían a mi alrededor. Se hacían conjeturas, todas bajo una terminología médica, incomprensible para mi condición de profano. El olor a éter, el choque de los instrumentos, los movimientos que notoriamente percibía a mi lado y una progresiva disminución del dolor y de la claridad de los pensamientos eran las señales elocuentes de una oscuridad que invadía mi ser, lenta, tenaz, contundente.
Pero algo escuché con claridad: a espaldas de mi posición una voz de aquellas dijo, con tono angustioso:
- Señores, sugiero consultar sin pérdida de tiempo al Dr. Phileas Murchinson, aprovechando su presencia providencial en esta clínica. Es un estudioso del mesmerismo y, tal vez pueda aplicar las teorías del magnetismo animal en este caso. Mi opinión, ya que aún no veo síntomas de daño cerebral, es que estamos ante un caso de paro cardíaco prolongado, aunque no todavía definitivo.
Un coro de exclamaciones, algunas exaltadas, censuraron la propuesta. A mi derecha uno de los médicos señaló que esas teorías se habían desechado muchos años atrás y que acudir a ellas iba en desmedro de los esfuerzos científicos en general.
Pero la voz, a la que ya mi espíritu se aferrara como al salvavidas de aquella vez, insistió, ya con vehemencia:
- Puede ser, pero nada se pierde con intentarlo. El Dr. Murchinson se halla disertando ahora, a pocos metros de donde estamos, y con seguridad suspenderá su discurso para ver a este paciente.
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A estas palabras siguió un momento de silencio y luego otra voz dijo:
-Muy bien, de acuerdo, pero no hay tiempo que perder, doctor Harris vayamos en busca del señor Murchinson-
Vaya, después de todo parece que el titiritero que maneja los hilos de este mundo ha decidido otorgarle unos créditos extras a esta marioneta humana que flota en un limbo de extrañas sensaciones.
Es extraño en verdad, pero me siento bien en este estado, como lleno, completo, realizado, no sé, nunca me sentí tan bien como en este momento, siento elevarme sobre todas las cosas y sobre todos los presentes y ahí estoy yo, ese es mi cuerpo si, me estoy viendo pero no estoy en él yo estoy acá, pero no puedo verme, no puedo tocarme, se que no estoy en ese quirófano, estoy…en las puertas del cielo?
El doctor Harris llega con Murchinson, unas tablas con metales en las puntas, unos cuantos cables y un par de personas que parecen ser sus ayudantes que cargan extraños aparatos de lecturas aparentemente eléctricas :
-Muy bien- dice Murchinson –Hagan una ronda alrededor del paciente y tómense de las manos-
Dicho esto les coloca las tablas con metales en las puntas a la primera y a la última persona de la ronda, y conecta un cable en la primera tabla.Comienza a enrollar un par de vueltas del cable a cada integrante de la ronda hasta llegar a la ultima y conectar el otro extremo del cable a la otra tabla.
Luego conectan mi cuerpo con los extraños aparatos de lectura por medio de cables con sensores.
-¿Qué estamos haciendo doctor?- pregunta una de las enfermeras que integra el circulo a mi alrededor sin saber de que se trata todo este despliegue (yo tampoco).
-Magnetismo colectivo señorita, basado en el magnetismo animal de Mesmer que potencia una técnica oriental llamada Reiki, concéntrese deje su mente libre y ahora todos extendamos las manos sobre el paciente sin llegar a tocarlo-
En unos pocos segundos los aparatos comienzan a medir una leve intensidad eléctrica que se transmite desde el circulo de personas hacia mi cuerpo, pero que extrañamente la percibo aquí fuera de él.
-Concentren sus fuerzas y diríjanlas al paciente- dijo el doctor Murchinson
-si todo sale bien lo tendremos de regreso- concluyó.
Pero en realidad en este momento me encuentro en estado de paz interior, como realizado, cumplido, en armonía con un todo y no sé si con ganas de volver a mi antiguo estado, dicen que el Reiki se basa en estudios sobre las curaciones milagrosas de Jesús imponiendo las manos y sin tocar a la persona.
Las agujas de los aparatos iban en aumento, al igual que mi indecisión frente a las puertas del cielo…
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Extiendo mi mano hacia la dicha eterna que aguarda ante mí y, despidiéndome de mis paseos por mi querido Londres, de mi familia y de mis amigos, doy un primer paso para cruzar el umbral celestial. Tras él, ya puedo apreciar los coros, ya distingo los empíreos desde donde una luz pura, una luz espiritual llena de amor colma mi corazón. Llego aquí sin la guía de Virgilio y sólo espero ser digno. Sin embargo, una potente corriente eléctrica golpea mi espalda de improviso. Noto cómo un sinfín de diminutos dedos me agarran de la piel y tras un segundo de lucha en el que aún intento avanzar, de repente salgo disparado hacia atrás, alejándome de las voces que parecieran despedirse de mí.
- Los aparatos están al máximo de potencia Doctor – le comenta alarmado Harris a Murchinson – Y el paciente no responde.
- Tiene razón. De seguir así quemaremos el cuerpo y ni tan siquiera serviría para la investigación.
Comienzo a escuchar justo antes de que bajen el interruptor:
- Los avances realizados en el Mesmerismo son considerables y sin duda dentro de poco, junto a los logros en el dominio de la fuerza eléctrica podemos esperar revivir a los muertos. Mientras tanto será necesario que prosigan las investigaciones. Esta noche hemos sido derrotados, pero con el tiempo ganaremos la batalla.
El grupo de personas congregadas en torno a mi cuerpo desnudo y desmadejado comienza a aplaudir. Sólo les escucho. No puedo verles por más esfuerzos que haga para abrir los párpados, no consigo agitar ningún músculo por más que deje mi vida en ello, sólo puedo oírles. Y entonces dice Murchinson.
- Ahora Señoras, si no les importa abandonar la sala. Vamos a proceder a diseccionar el cuerpo del desdichado para determinar las causas de la muerte y comprender qué ha fallado.
Empiezo a agitarme lleno de frenesí para alertarles que aún estoy vivo pero entonces oigo a Harris decir:
- Aguarde doctor, comprobemos sus constantes – Extrae distintos aparatos y tras varios minutos operando sobre mí sentencia – Está muerto.
Yo no doy crédito, me revuelvo dentro de este cuerpo inerte que me atrapa, recuerdo angustiado la reciente visión del cielo y aún muerto, siento punzante el bisturí abriendo mi piel. Ya no puedo hacer nada, para siempre.
FIN
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