Me desempeño como Policía porque siempre odie las injusticias, una de las cosas que siempre recordaré, fue cuando por trabajo me toco ir al sector oriente de la ciudad de Santiago, encontrando a un joven de unos 30 años de edad, quien me señaló que había sido víctima de un delito en su departamento que compartía con su esposa, el cual según me indicó, le costó cerca de 350 millones de pesos, siendo un trabajador independiente, hecho que quedó grabado en mi mente, por esta natural personalidad de policía de preguntar todo, le consulte su horario de trabajo, siendo respondido por su esposa quien me manifiesta con palabras muy naturales para ella diciendo “nosotros nos vamos muy tempranos a nuestros trabajos y regresamos muy tarde”, a lo cual insistí con el horario exacto y indicándome “bueno nos vamos a eso de las 11 de la mañana y volvemos cerca de las 6 de la tarde”, quedando estupefacto con la respuesta, teniendo que intervenir mi colega para continuar con lo debido. Al terminar con el procedimiento, continuó dando vueltas en mi cabeza lo conocido esa noche.
Un par de días después mientras trabajaba en el sector sur de Santiago, por cosas de la vida, comenzamos a caminar dentro de una población marginada por la sociedad, encontrando a una señora de unos 40 años de edad con tres hijos pequeños, con la cual conversamos, preguntándole por sus hijos, su vivienda la cual se encontraba armada con un material ligero, etcétera., por consiguiente llegamos a un momento de la conversación, en que la noble señora dentro de un montón de preguntas que le realizábamos, nos señaló que se levantaba a las 5 de la madrugada a recoger cosas de la basura, las cuales vendía para poder obtener algo de dinero, obteniendo la suma de 2000 pesos diarios aproximadamente con la cual lograba alimentar a sus hijos, habiendo días en los que inclusive no consumía alimentos por darle a los suyos, no pudiendo enfermarse no conociendo lo que son las vacaciones o días de descanso, momento en el cual mis ojos y los de mis colegas se llenaron de lagrimas, teniendo que ser fuertes por la responsabilidad que nos inviste; juntamos dinero desde nuestros bolsillos y se lo dimos, no por pena ni lástima, sino por el gran esfuerzo que realiza día a día, queriendo recompensarla; siendo ahora esta, la esforzada señora quién llenó sus ojos de lágrimas rompiendo en llanto.
Siendo estas dos historias de vida conocidas, además de la mía, no pude más que dejar de entender mi realidad, preguntándome si algunos somos realmente útiles en este mundo. Sin embargo, nació en mí el deber de tener que ayudar en los demás de varias maneras, además de mi trabajo, por lo cual estudio para ser mejor y ayudar de una manera más completa a los demás.
La intención de esto es que logren entender las realidades observadas, por sobre mis intenciones.
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