COMO ODIO LAS FARMACIAS
Nadie se da cuenta pero esas putas farmacias nos están invadiendo. Voy en la micro por la avenida que he recorrido desde que tengo uso de razón y en pocos kilómetros suman más de veinte, algunas de la misma compañía y en la misma cuadra, algunas sin nada de gente, ya casi no recuerdo que existía allí antes de que las pusieran, me pregunto donde estarán esas familias ahora, deben haber comprado una mejor con el dinero que les dieron, habrán visto en lo que se convirtió su casa ahora, ver que su dormitorio es el pasillo de las cremas o que en su baño se encuentra ahora parado un guardia sobre una tarima. Casi no recuerdo algunas, da lo mismo, de la única que tengo certeza es de la que quedaba enfrente del video club (hoy convertido en iglesia evangélica), en ese lugar estaba la casa del Jano, era casi una casona, techo alto, grandes piezas, un patio enorme y unos carretes memorables, aunque yo solo fui a dos, del primero casi ni me acuerdo, de tanto pisco sour termine vomitando al lado de la bodega y durmiendo en la hamaca que estaba bajo la higuera, en el segundo tu me dijiste “¿fuiste tu la que la otra vez se quedo dormida en la hamaca?” tuve que reconocerte que si con la cara llena de vergüenza mirando la tuya que sonreía hermosamente, me encantaste en ese momento, esa noche hablamos todo el carrete y luego lo hicimos en una de las piezas del hermano del Jano, fue mi primera vez, para ti no. Por la mañana te levantaste de prisa, te vestiste, te pintaste los labios y luego besaste los míos.
Me rehúso a esta mierda de modernidad, no me imagino entrando a comprar y pararme ahí, en el pasillo de las cremas, donde te conocí.
Como odio las farmacias.
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