A Ti vengo Señor con mis miserias,
me lacera el desprecio de la gente,
mi voluntad sin deducir, actúa
como un paria, me siento abandonado.
Diosa Blanca, un papelillo, once gramos,
mi existencia es un íntimo fastidio,
los fantasmas me empujan al vacío,
no puedo continuar, me asfixia el lodo.
Me transformo en sicario sin censura,
por la sangre vertida soy convicto,
despótico, lívido, dipsómano.
El destino es mi trágico infortunio,
de tóxicos y pócimas, cautivo,
yo no quise elegir ser drogadicto. |