Tom entró en la oficina del recursos humanos con la canción de cigarettes and alcohol sonando en su mente. Is it worth the aggravation, to find yourself a job when there’s nothing worth working for.
Hola –dijo Tom, sacándose los mocos- mi nombre es Tom y quiero trabajar aquí.
Hemos visto tu solicitud –dijo el maricón oficinista- ¿Entonces qué has hecho todo este tiempo?
Estar en casa, con papá y mamá. ¿Sabe? Es difícil no hacer nada. Uno tiene que vérselas con el aburrimiento, la culpa, el calor, la vergüenza, la ignominia. ¿Sabe usted lo que es la ignominia?
El de recursos humanos no dijo nada y puso una cara de extrañado
Busque en el diccionario –continuó Tom-. He hecho muchas cosas este tiempo, menos trabajar. Pero necesito este empleo.
El de recursos humanos quería quitarse de encima a ese estorbo de la sociedad.
¿Tiene usted experiencia en redacción? – preguntó el oficinista-
A lo que Tom contestó
No he trabajado en nada de eso, pero escribo en mi casa y lo hago muy bien.
Entonces el oficinista, fingiendo interés le dijo:
¿Ah sí? Es muy interesante eso de escribir. Yo también tuve mi época de escritor.
Y cortando de pronto la conversación dijo: disculpe, debo irme, tengo una junta, nosotros nos comunicamos con usted.
Tom salió acompañado de la secretaria, que por cierto olía muy bien y tenía buen cuerpo, pero Tom no dijo nada, sólo adiós. Afuera ya estaba el papá de Tom. Hacía 40 grados y el sol brillaba como si estuviera a tiro de ballesta. Subió al carro y su papá le preguntó cómo le había ido. A lo que Tom respondió que bien, y que él creía que sí le iban a hablar.
Tom fue conducido a casa, donde nomás llegar y se encerró su cuarto, se desabrochó el pantalón y se masturbó viendo en el ordenador a su pornstar del momento. Mientras, allá abajo papá y mamá hablaban de pagar las cuentas. Tom alcanzaba a escuchar unas vocecitas.
Más tarde sus padres le hablaron para invitarlo al casino. Tom tenía 25 años y ya podía entrar al casino desde hace tiempo. En el camino los papás estuvieron tranquilos, pero Tom sabía que esa tranquilidad era efímera.
Tom, necesitas trabajar en lo que sea –empezó la mamá-. No te gusta nada. De abogado no quieres, en la librería no duraste ni un mes.
Tom dijo: Mamá, ya no tardan en hablarme de la televisora. El entrevistador dijo que me hablarían pronto.
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