Heinrick Schneider pasó por Colombia para buscar un lugar tranquilo donde vivir, los pocos amigos que tenía le habían recomendado ese hermoso país para vivir. Cuando llego se dedico a disfrutar un poco de su vida solitaria ahora con un ambiente diferente, menos agitado que cuando entrenaba jóvenes para ser sub-oficiales del ejército.
Extrañaba su trabajo pero estaba decidido a sacar provecho el tiempo que le quedaba, no porque fuera a morirse pronto si no porque según él, los hombres de su edad debían disfrutar la vida al máximo.
Cada semana planeaba un viaje a cualquier lugar y por mes se devoraba hasta seis libros de esos que solía leer sobre matemáticas y uno que otro sobre viajes he historia universal, recordando su pasado. Nadie más como él vivía tan sumergido en su pasado.
Escribía sus memorias y recordaba con orgullo cada batalla o cada aventura durante su tiempo como soldado, aun conservaba el porte de un militar, su mirada seguía siendo igual de agresiva que siempre. Sus vecinos pensaban que mantenía de mal humor y por eso mismo evitaban hablarle creyendo que este les respondería de mala manera.
Su casa aunque humilde no era normal, tenía el aspecto de una casa de rico, llena de plantas y flores que recibían a sus visitantes y muebles traídos desde su país, con una gran biblioteca que bien podría ocupar la casa y montones de libros en las esquinas acomodados en columnas. –Es una casa muy grande para una sola persona- solía decirse. Siendo hombre solo separado de su familia nunca se preocupo por tener alguna compañía.
Como todos los días se tomo un café y abrió la puerta de su casa, se dedico a asear un poco y se sentó a leer toda la mañana, en la tarde salió a correr por la cuadra divisando cualquier movimiento o actividad extraña que pudiera ocurrir, cual celador, aunque no fuera su deber hacerlo sentía que algo malo podría pasar si no mantenía el sector vigilado. Después de dar vueltas bastante tiempo se sentó en el parque a continuar con su libro de la mañana. Pero se detuvo al sentir que lo miraba.
Una niña pequeña lo observaba parada frente a él, estaba harapienta y sucia –y ¿de dónde sales tu?- le dijo, la niña lo ignoro y se concentro en el libro. – Y tu mama ¿Dónde está?- Heinrick comenzó a ver a su alrededor y cuando menos pensó la niña salió corriendo llevándose su libro consigo
-¡hey!- enojado salió corriendo tras la niña y termino en un callejón, allí vio a un grupo de indigentes hablando, entre ellos la niña con el libro. Estaba dispuesto a negociar para que le devolvieran su libro.
-buenas tardes- les dijo- si fuera tan amable, me gustaría que me devolvieran lo que es mío- la niña se escondió detrás de una mujer y esta bruscamente le tomo del pelo y la puso adelante – pásale eso-
La niña se puso a llorar y Heinrick sintió lastima – pensándolo bien creo que ese libro queda en buenas manos-
Antes de irse la niña detuvo a Heinrick y lo abrazo.
Y así se dirigió a su casa, al final del día solo pudo pensar en aquel buena acción que hizo. Al otro día en la tarde volvió a ir al parque para sentarse a leer, y como por casualidad volvió a ver a la pequeña, esta vez estaba sentada bajo un árbol llorando con el libro que le había regalado totalmente destrozado, Heinrick se quedo mirándola y noto que tenía varios morados en la cara, los brazos y las piernas - ¿qué te ha pasado?-
La niña no le contesto así que él se le acerco un poco-¿Qué e ha pasad? Volvió a preguntarle y entonces la niña se escondió.
-noto que te gusta jugar a las escondidas- se volvió a sentar y continuo con su lectura, pero entonces la niña lo interrumpió acomodando el libro para poderlo ver
-dibujitos- dijo ella y se acerco mas.
-es una foto de Cusco y esto queda en Perú. ¿Qué paso con el otro libro que te di?-
-se rompió-
En ese momento un hombre se le acerco y la jalo del brazo bruscamente- uno aquí muriéndose consiguiendo con que darle de comer y usted haraganeando como siempre-
Heinrick la defendió de su agresor. -¿Qué le pasa? ¿No ve que es una niña pequeña?-
-cállese que con usted no es el problema gringo metido-
La niña se le agarro de la pierna a Heinrick, el pudo sentir algo que se derramo sobre sus zapatos, la niña se había orinado del susto.
-¡vea como la puso!- le dijo el hombre y Heinrick seguía mirando sus zapatos mojados.
-usted es un animal y por eso la niña esta así, va a ver que lo voy a denunciar por abuso-
El hombre logro arrancar a la niña de la pierna de Heinrick – haga lo que quiera- y finalmente se fue con la niña a rastras.
-pobre criatura- de nuevo Heinrick tuvo una noche inquieta pesando en que pasaría con aquella niña, no logro quedarse dormido. Casi a las diez de la noche tocaron a su puerta. Un muchacho con una sabana golpeaba desesperadamente en busca de ayuda – señor, de casualidad tiene un teléfono que me facilite-
-claro- dijo, le causo curiosidad el estado del muchacho así que no pudo quedarse callado - ¿Por qué el alboroto?-
-encontré una niña en la carretera, parece que esta grave, parece que hubiera sido golpeada-
-quisiera ayudarlo ¿me podría llevar con usted donde esta ella?-
El muchacho lo guio a un tumulto de gente que rodeaba el pequeño cuerpo maltratado.
-la niña de por la tarde- susurro y de inmediato se acerco a ella, la cargo y ofreció llevarla a un hospital.
-¿Quién puede hacer algo así a tan pequeña criatura?-se preguntaba mientras veía como atendían a l niña. Una enfermera se le acerco – señor, podría decirme ¿Qué es usted para la niña?-
-yo solo la traje-
-pero es que necesito que alguien la reconozca-
-la encontré en la calle, es una indigente-
- entonces reconózcala usted señor-
El firmo los papeles y pago el hospital, estuvo con ella en todo momento. Ahora sentía que era su obligación cuidar de esa niña. Al tercer día en el hospital la niña abrió los ojos Heinrick le ayudo a levantarse de la cama.
-¿Cómo te sientes?-
La niña no decía nada, solamente sonreía a cualquier pregunta que le hacia
-¿tienes nombre?-
-nombre- repitió la niña
-sí, un nombre, yo me llamo Heinrick y ¿tu?-
-Henrick-
-para ser tan pequeña eres de las pocas personas que pronuncian bien mi nombre-
Él le dio una caja con envoltura de regalo. –aproveche que estabas dormida para cambiar esa ropa rota que tenias.
Ella tomo el paquete y lo sacudía.
-ábrelo, no solo tiene ropa-
Rompió el paquete y saco unos vestidos, un oso de peluche y tres libros de cuentos, se puso a mirar los libros y a ver los dibujos. Se reía y miraba a Henrick – se que te gustan los dibujos así que te compre varios con mucho dibujos y puedes pintarlos, allí hay una caja de colores-
Ella lo abrazo - ¡ya! Ya, mucho cariño, no te acostumbres a eso que no me gusta-
-vístete que tenemos que irnos- la niña hizo aso, tomo la caja y se fue a vestir. Cuando salió Heinrick quedo boquiabierto al ver que se había puesto la ropa mal, la ropa interior encima del vestido y los zapatos al revés
-veo que tampoco sabes vestirte, que niña tan tonta- luego de explicarle con dibujos como vestirse logro que lo hiciera bien, firmo unos papeles y al no saber cómo se llamaba la pequeña le puso un nombre y le agrego su apellido. – te llamare Ángela, me recuerdas a una princesa de cuento, además tu nombre significa angelical que es como te veo- la llevo a comer a un restaurante y tuvo que explicarle como utilizar los cubiertos, además de ayudarle a comer porque parecía ser la primera vez que comía algo así.
-eres como una bebe ¿no sabes hacer nada por ti?, creo que mientras busco donde dejarte segura te quedas en mi casa-
Mientras esperaba un transporte Ángela vio a una madre con su bebe en brazos entonces halo a Heinrick para que la viera
-¡ha! Ya veo, te da curiosidad ¿verdad?- ella levanto los brazos y comenzó a saltar -¿quieres que te cargue?-
-si- fue la primera palabra que pronuncio
Después de 50 años sin recordar haberse sentido feliz, este día sonrió más de una por causa de Ángela. En el colectivo veían por la ventana casas, gentes con animales y arboles de vez en cuando.
-perrito- dijo Ángela con emoción cuando vio al animal junto con su dueña en el parque. -estas progresando ya hablas más que antes-
Cuando llegaron a casa de Heinrick Ángela se quito su vestido y lo puso en el suelo para recostarse.
-¿Qué haces niña? ¡Ponte ropa! Ahora estas en mi casa así que no duermes en el suelo ¿entendido?-
Heinrick la llevo de la mano hasta su cama y la acomodo allí.
-te quedas aquí cuando vayas a dormir ¿me entiendes?-
-si-
En la noche dejo a la niña en la cama y se dirigió a su sala para ver las noticias por televisión.
Un rato después sintió hambre y se levanto para ir a la cocina, estaba a punto de sentarse otra vez en su sillón cuando vio que estaba ocupado por Ángela
-primero me quitas un libro y ahora me quitas mi trono-
El la retiro del mueble y se sentó pero luego ella se le sentó encima.
-¿Qué no comprendes que es mi puesto?- le dijo el - ¡a dormir ahora!-
Ángela puso cara triste y sus ojos se aguaron.
– no vayas a llorar-
Entonces ella comenzó a llorar.
-¡te dije que no!- el trato de soportar e llanto pero no pudo hacerlo mucho tiempo -¡ya ¡siéntate aquí junto a mi si quieres-
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