Ahora son la 2:34 a.m. y me dispongo a escribir y contar lo que me sucedió la noche de ayer.
Antes que nada debo decir que de un tiempo hacia hoy, sin saber cómo me ha sucedido, el gusto por lo misterioso ha ido creciendo en mi interior, y ha invadido mi alma como las enredaderas lo suelen hacer con las paredes, hasta desportillarlas y dejarlas en una decadencia infernal.
He procurado hacerme de textos y relatos de sucesos que antaño fueron extremadamente espantosos para el razonamiento de ese tiempo, y puedo concluir que, mucho es mentira, aunque no niego la veracidad en muchas partes de los mismos. Desde pactos con el diablo para convertirse en algún animal, hasta el hacerlo por el simple echo de saciar el hambre de asesinatos.
Me llamaron la atención de manera especial, los relatos de "brujas" que deambulaban por las noches convertidas en animales, vigilantes, acezantes, generalmente gatos merodeando por las calles, y luego, con algún tipo de hechizo o conjuro regresaban a su forma original, a su forma humana.
Obviamente, desde mi lado escéptico, para mí era meramente un cuento.
Desde niño he vivido en un barrio antiguo, que si bien se ha prestado a la modernidad, ha conservado mucho de lo que fue hace tiempo. Vivo en una vieja casucha con tapanco antiguo, (infestado de polvo), coronado con tejas que tienen la edad que quizás tendría mi abuela si estuviera aún viva. Rodeado de casas similares, la calle angosta, desemboca cerca de donde un río cruza la ciudad.
Siempre he caminado por éstas calles, de ida y de vuelta, y las reconozco aún si no hubiera ni siquiera la luz de las estrellas en la noche. Todo esto ha generado en mí una absoluta confianza de andar de aquí para allá sin ningún problema.
En fin, la noche de ayer fue espectralmente especial. Luego de un día ajetreado al lado de mi mujer, y cuidando a mi hijo de tan solo ocho meses de edad, nos dispusimos a descansar "como Dios manda". Desde hace más de cinco meses, el gusto de un trago a media noche se me ha convertido en necesidad. Ayer, no había uno solo en la casa.
Luego de preparar todo para la noche le dije a mi mujer que saldría un momento a la única casa cercana que tenía tan preciado trago a la venta toda la noche. Eran casi la una de la mañana y sin pensar en el clima me dispuse a salir sin siquiera buscar abrigo.
Luego de salir y cerrar la puerta tras de mí, noté varias "saetas" negras que cruzaban de un lado a otro de la calle como relámpagos. Alcancé a ver la última y noté que eran simplemente, Gatos.
Despreocupado seguí mi camino hacia aquella casa. Caminé notando la delicada luz que generaba la luna casi llena golpeando con gentileza cada hoja y cada rama de los árboles junto al río. Fue entonces cuando me percaté de que, la noche era muy fría para andar sin abrigo. Algo molesto conmigo mismo, apresuré el paso. Al llegar a la casa expendedora, me encontré con dos sujetos, quienes ya bebían despreocupados en la acera. Pedí mi trago y pagué con gusto, di media vuelta y volví sobre mis pasos. Luego de cruzar el río por el único puente, vi a lo lejos que los dos sujetos se golpeaban salvajemente. Sin detenerme seguí hacia mi casa. Poco después me daba cuenta de un sonido que al parecer venía junto a mí. Busqué desconcertado a mi alrededor sin encontrar nada y sin siquiera disminuir el ritmo de mis pasos. Entonces, frente a mí, un gato negro estaba sentado con una serenidad impecable, soberbio. Al momento que detuve mi caminar y el gato comenzó a caminar hacia mí. Tuve un escalofrío muy similar al que se contaba en los relatos que había leído, y me quedé petrificado. El gato pasó junto a mí sin voltear y siguió su camino. Yo volteé poco después y vi. que el gato se metía en arbustos a la orilla de la calle; di un suspiro de alivio y antes que quisiera volver a caminar, noté cómo el arbusto se convulsionaba violentamente. De éste, surgió una silueta encorvada sacudiéndose la ropa; era una anciana que jamás había visto.
Con naturalidad se acercó a mí y me saludó con una vocecita algo apagada y agotada.
- Buenas noches, señor. ¿No cree que sea muy tarde para salir a caminar? Y mucho menos si le hace falta abrigo -.
Quedé algo estupefacto, pero reaccioné y dije:
- Creo que sí, pero es algo más extraño ver a una señora, respetable como usted sin compañía segura - Luego agregué:
- Si usted va hacia el este, le informo que yo también y será un placer caminar a su lado-.
Sin titubear un momento, y con una confianza que yo no esperaba, la señora (que ahora que recuerdo, nunca mencionó su nombre, ni yo le pregunté), metió su brazo entre el mío y se dispuso a caminar.
Avanzamos un largo rato platicando como dos viejos amigos. Ella me contaba cosas que jamás podría haber imaginado, tan espantosas y llenas de sufrimiento que tan solo recordarlas, hacen que mi piel se ponga como "piel de gallina".
Llegamos a la esquina de mi casa y ella me dijo:
- Creo que usted se queda por aquí. Imagino que su Señora estará algo ansiosa -.
- Claro - contesté sin darme cuenta que no tenía ni idea del porqué la Señora sabía en donde vivía.
Nos despedimos afectuosamente y ella caminó hacia la esquina opuesta. Reaccioné momentos después y, buscando una explicación, corrí detrás de ella para pedirle respuestas. Cuando doblé la esquina por donde se fue, no vi otra cosa que solo un gato negro alejándose por la banqueta.
Quedé absorto y las suposiciones hervían en mi cabeza recordándome de nuevo todos los relatos que hacía tiempo escuchaba.
Llegué a mi casa sin decir una palabra a mi mujer. Mientras escribo esto, está dormida a mi lado sin saber nada de lo ocurrido ayer. Aún sigo sin explicarme esto. Pudo haber sido mi imaginación talvez; mientras tanto, creo que me quedaré con la explicación fantástica que mi mente crea noche a noche. Antes de la media noche de hoy volví a ver al gato negro caminando en el tejado de mi casa. Como un arranque de locura lo saludé. Pareció voltear hacia mí y siguió su camino, soberbio.
Creo que será una visitante que tendré todas las noches por un largo tiempo.
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