A veces (casi siempre) las mujeres suelen ser muy claras para terminar una relación. Lo más doloroso es cuando el hombre sigue enamorado y es necesario hacer “de tripas corazón”, porque a ellas no les interesa más, por ningún motivo. La culpa de la rotura de una bella relación afectiva suele ser generalmente culpa de ambos, más que de uno u otro en particular. Así fue el diálogo monologado, de la ruptura de una pareja que ha quedado más bien dispareja:
Ella:
-Sabes: ya no te quiero. Ya no me importas. Ya no te amo. Ya no te soporto. ¿Y sabes, por qué?...porque ya no me haces el amor rico, ya no me llenas, ya no te deseo, ya no me gustas. Así que te pido por favor, que ya no me busques, ni me llames, ni me llores, ni te humilles, ni me insistas, ni me supliques. ¡Ah!, y por favor: ya no me jures, ni me mientas, ni maldigas, ni me finjas. ¿Te ha quedado todo bien claro?: ¡Ya no!
Él:
Ante tanta elocuencia, se quedó callado; mas bien no atinó a decir ni media palabra para defenderse. Reprocharle algo, rebatirla, gritar o patalear, ya no le iba a servir de nada. Ya no.
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