¿SERÁ ASÍ, SEÑORA…?
Es cierto que molestan.
Son torpes, hacen ruido, le ofenden sus jeans rotos y melenas revueltas.
Usted no está acostumbrada y yo tampoco.
Éramos tan distintas. Siempre pulcras, recatadas, correctas, educadas.
Ellos son indolentes, ocupan el pasillo y usted no puede entrar.
Usted aprieta la boca, la cartera, apura el paso…y bueno…es que dan miedo. Y esos puchos dulzones.
Si fueran hijos míos.
Si fueran hijos suyos ¿la entenderían a usted y sus miedos enfermos?
Son hijos de este mundo, son hijos de esta vida.
No saben lo que quieren, saben lo que no quieren:
Padres encorsetados, por dentro y por fuera.
No les gusta este mundo que nosotros les dejamos.
Son insolentes pero no son falsos.
Les molesta la mugre que barremos bajo las alfombras.
Piense que ellos también se sienten estafados.
Les prometimos un jardín de rosas y solo hallan espinas.
Piense: no han dejado de ser niños, y su inocencia se quebró antes que la nuestra.
Pruebe un día, señora, mírelos a los ojos, hágales ver que existen y que usted no les teme, mírelos a los ojos.
Quizás hasta se sorprenda, no le digan “la vieja” y le tengan respeto porque usted se los tiene.
Me dirá que no es fácil, pero vale la pena.
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