Recuerdo cuando era niña, con todos esos árboles y esas flores en mi jardín. Recuerdo también haber escalado aquellos árboles y pequeños cerros, haber corrido tras una pelota o tras mi hermano para que me dejara jugar con él o me prestara algún juguete. Y pienso que ojalá lo que intento escalar hoy fuera un cerro, o un frondoso árbol primaveral. Es que aun ni siquiera puedo subir un metro y ya me he caído varias veces. No sé si lo lograré, he probado distintas formas de subir y no he podido, las opciones se acaban y voy viendo mi objetivo cada vez más arriba y empinado. Puedo usar mis manos para subir, sogas y otras herramientas que me ayuden a sostenerme, pero ¡Dios qué difícil es! Ahora siento que mis fuerzas se acaban, pero de vez en cuando, en momentos en que la superficie se vuelve más lisa, aparecen de la nada unas manos que me empujan a avanzar un pequeño paso hacia arriba. Hoy quiero agradecer a todas esas manos salvadoras que con sus fuerzas de ánimo me han ayudado una y otra vez a seguir. No creo necesario identificarlas, ellas mismas saben a quién pertenecen, y desde mi escalada les doy las GRACIAS a todos desde lo más profundo de mi corazón y por siempre.