El ruido de la suave lluvia golpea el techo de madera con un relajante y monótono sonido, clavandose en mi mente a través de los oídos y sumiendome en un agradable sopor.El fantasmagórico color de la atmósfera , con aire denso y nubes bajas , en aquel día invernal recordaba a mis pupilas lo cansadas que estaban...No se en que momento mis ojos se cerraron...no se en que momento mi alma se escapó de la carcel que mi cuerpo es para ella, no se en que momento empeze a volar...
Volé y volé a través del tiempo y del espacio, volé sin alas hasta un lugar donde solo yo puedo llegar. No había personas en aquel lugar,ni hombres ni mujeres ni niños...Ni siquiera yo era una persona en aquel lugar. Mis brazos se habían transformado en dos enormes ramas; oscuras y fuertes. De la punta de mis dedos crecían miles y miles de hojas; pequeñas y dentadas. Mis piernas, ahora hundidas en la húmeda tierra, escarbaban muy lentamente pero sin descanso, como si su meta fuese el centro de la tierra, buscando mi, de pronto, ansiada agua. Mi estómago, mi pecho e incluso mi cabeza ya no tenía la suavidad de la piel humana si no que ahora era dura y agrietada. Entonces me dí cuenta, yo era un árbol, un fantástico y enorme roble cuya copa era la más alta y frondosa de los alrededores. Un roble que daba cobijo a una familia entera de ardillas. Un roble que extendía sus ramas hacia el cielo, como un enamorado de la Luna que desea abrazarla. Un roble alto, fuerte y vigoroso.
Podía sentir la fuerza de la tierra corriendo por mi savia, el calor del Sol en las palmas de mis manos, ahora florecidas el frescor del agua corriendo entre las grietas de mi corteza...Y entonces me desperté.
Que bonitos son algunos sueños y que duro es volver a la realidad
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