Zepol visita a Castillo.
Subió al tren con un poco de recelo. Le habían dicho que posiblemente tendría que hacer un transbordo antes de llegar a Derqui, que era la meta de su viaje.
Iba a visitar a Castillo, a quien no conocía personalmente, pero le interesaba hablar con él e intercambiar ideas y posiblemente escribir un cuento juntos.
Zepol ya tenía experiencia en esto de confabular con otros, alguna narración y le resultaba muy divertido.
Hacía poco había terminado, junto con Strómboli , la novela “El cementerio cierra a las cinco en punto”.
Tenía motivos para realizar este viaje, además de hablar con Castillo. Sabía que en Derqui, Mujerdiosa (su antigua novia) tenía su casa paterna y ¿si por casualidad la encontraba?
Pero lo que más le atrajo venir, fue la historia que circulaba afirmando que muchos afamados escritores ya muertos, venían a Derqui a descansar y vacacionar de sus cansancios en el Cielo.
Mucho no creía en esta historia, que además decía que la persona que amase y admirase a alguno de ellos, lo podría ver e incluso hablarle.
Sería maravilloso hablar con alguno de sus escritores y poetas favoritos. Había preparado una lista con el nombre de cada escritor y al lado tenía preparadas las preguntas que les haría.
Por ejemplo a Cortázar le preguntaría cuál era el verdadero significado que él le daba a la palabra Cronopio.
Si por casualidad lo llegaba a ver a Perrault le preguntaría si el Lobo Feroz alcanzó a violar a Caperucita Roja antes que llegara el cazador, porque había leído varias versiones diferentes del cuento.
Cuando partió el tren decidió ponerse a practicar metáforas, porque consideraba que ese era su punto débil en la literatura.
A lo lejos un sauce= metáfora= El sauce llora (pero ¿qué cornos llora?) A ver: el sauce llora la migración de las golondrinas. ..Sonaba lindo, pero las golondrinas no anidan en los sauces. ¿Qué otro pájaro podría ser? A la vuelta consultaría en la Enciclopedia para saber qué pájaros anidan en los sauces.
Otra: Los postes telegráficos corrían de regreso, más rápido que el tren. También le pareció buena, pero ¿existían postes telegráficos?. Le pareció que eso podía haber sido antes, era una idea antigua y él era joven. No podía escribir como un viejo de mierda.
Otra: Avanza hacia mí un ángel. Su hermosura opaca la luz de Febo. Se sienta frente a mí como si fuera la diosa...(miraría la enciclopedia otra vez)
Le sonrío y ¡Oh! me devuelve la sonrisa., La diáfana blancura de sus brazos, parecen lirios o azucenas reventando en flor (¿revientan las azucenas?). Sus lánguidas manos, con esos deditos acostumbrados a acariciar las cuerdas del arpa cuyas dulces melodías adormecen al Buen Señor.
Su cintura de abeja (¿de avispa quedará mejor?) de donde nacen eróticas caderas para abajo, y para arriba ¡A la flauta! ¡Qué .
pechuga!
Era una niña realmente hermosa. ¡Quizás hoy fuera su día de suerte! Decidió abordarla.
—¿Me podrías decir si falta mucho para Derqui? — le preguntó tratando de hacer la voz grave.
Ella sonrió y le contestó con dulzura:
—Creo que faltan cinco estaciones. Si quieres yo te aviso...
El hielo estaba roto y Zepol sintió un cosquilleo allá abajo. Sonrió pensando que Zepolito nunca se equivoca. (Zepolito llamaba cariñosamente a su pene.)
—¿Tu también vas a Derqui? —le preguntó interesado.
—¡No! Yo voy a Pilar que es una estación después de Derqui.
Perdóname, pero ¿qué vas a hacer a Derqui?. En ese pueblo no hay nada y dicen que caminan fantasmas por sus calles.
—¡Justamente! Soy periodista —fantaseó — y quiero hacer una crónica, entrevistando a los vecinos, etc.
—¿Periodista? ¡Qué profesión más linda! Debes ser muy feliz haciendo un trabajo así.
—No te creas. Yo soy periodista Freelance o sea que hago notas por mi cuenta, que después trato de vender a diarios y revistas..
Se hizo un largo silencio que Zepol aprovechó para examinar a gusto a la chica.
—¿Porqué me miras así? — le preguntó casi molesta.
Zepol se jugó el todo por el todo y le dijo:
—No puedo apartar los ojos de ti, por la belleza que emanas, por tu hermosura, por tu figura angelical, por tu sonrisa que hace que enloquezca y quiera besar tus labios hasta hacerlos sangrar.
(Le pareció que Zepolito asentía con la cabeza)
—¡Basta, joven! Me hace avergonzar...
—Los ángeles como tú, no deben sentir vergüenza. Son seres superiores que hizo Dios para premiar con su presencia a los hombres buenos.
—Y tú, ¿eres un hombre bueno?
—¡Sí! Por eso Dios me ha premiado con tu compañía, aunque solo sea hasta Derqui...
Ella rió halagada.
—¡Si que eres bueno! Con poco te conformas...
(Zepolito se alborotó)
—¡No, no me conformo! Por eso te pido que vengas conmigo. Que bajes en Derqui del brazo mío y vayamos por ahí para conocernos mejor.
—Me estás convenciendo. Me llamo Araceli ¿y tú?
—Todos los que me quieren me llaman Zepol, pero no hablemos más de mí. Quiero saber todo de ti y quiero que me digas si vas a bajar conmigo...
—La próxima estación es Derqui. Te propongo algo. No te bajes en Derqui. Sigue conmigo hasta Pilar...
—¡Te seguiría hasta el fin del mundo! (¡Bájese Zepolito!)
—No hace falta ir tan lejos. ¡Mira! Estamos llegando a Pilar.
¿Ves ese edificio rosado, ahí a la derecha?
—¡Si, es hermoso! ¡Cómo tú!
—Ja, ja, ja. ¡Que lisonjero eres! Ese edificio es el hotel Besos. Ahí vamos a ir...
—¿No será muy caro? —le preguntó preocupado...
—Mira, Zepol. Te paso las tarifas: Pete, doscientos pesos, normal, quinientos, colita, ochocientos más los trecientos del Telo. Sacá cuentas...¿Te va?
Y con la palma hacia, arriba estiraba su manito, cuyos deditos deberían estar acostumbrados a acariciar las cuerdas del arpa, sacando dulces melodías para adormecer al Buen Señor.
|