El tendajo.
Lo que les contare es difícil de creer, no son cosas que se puedan asimilar fácilmente.
Aún a pesar de estar viviendo esto, se me hace difícil diferenciar la realidad y a veces creo que es un sueño o alucinaciones por la falta de la droga.
Han pasado solo dos meses desde que esto inicio, pero a mí me han parecido dos eternidades.
Nací en el año de 1965, en ese entonces transmitían por la radio los que ahora son viejos éxitos de aquel cuarteto inglés. Mi madre sostenía la familia tras haber sido abandonada por un esposo que abrumado por las deudas, los hijos y la falta de trabajo decidió que lo mejor era irse de bracero a los Estados Unidos. Desde entonces nadie supo más de él.
Mi infancia fue relativamente feliz, si se le puede llamar felicidad al hecho de pasar el tiempo solo, sin nadie que te diga que debes levantarte para ir a la escuela, sin nadie que te diga que debas lavarte o ir a la cama antes de que den las diez de la noche.
Así de esta forma crecí en compañía de otros niños que se daban cita en la esquina del barrio las amapolas. Le dieron ese nombre a la calle por las señoras que allí se reunían por las noches buscando clientes amables en los cruces donde el tráfico de autos era mayor.
En 1980 tuve mi primer conflicto con la sociedad, uno de los señores que frecuentaba a la mama del `gancho´, un compañero de barrio al parecer tuvo alguna diferencia con la señora y le propinó tremenda bofetada, entonces sin decirnos nada y sin que nadie se pusiera de acuerdo nos lanzamos a la carga contra el señor y su auto dejándolo a él malherido y al auto poco menos que convertido en chatarra. La policía nos detuvo pero al cabo nos dejaron ir porque éramos menores de edad.
Ese fue el inicio de una larga carrera delictiva. Quisiera decir que hubiese preferido otra vida, pero eso ya no es posible.
En mi vida he visto casi de todo y aún con todo eso nunca estuve preparado para lo que tendría que afrontar.
Al amor de mi vida la conocí una tarde que salíamos de asaltar una tienda de esas que están abiertas las 24 horas, eran las 10:00 de la noche y mis cómplices la estaban molestando, yo me acerque a ellos y quedé sorprendido por la mirada en su rostro, era como una representación de lo divino, me miró y en ella no vi temor alguno, más bien como si mis compañeros y yo solo fuéramos polillas que revoloteábamos a su alrededor y que ella acostumbrada a brillar estuviera resignada a soportar.
Intervine y ordené que la dejaran en paz, me obedecieron y nos fuimos de ahí.
Días después la volví a ver y le hablé, salimos juntos y me enamoré rápidamente de ella, al principio pensé que todo iba bien pero un día me dijo que ya no la buscara más, que ella no podría ser para mí, y que además no estaba dispuesta a seguir con alguien como yo que no tenía claro su futuro, alguien que ni siquiera sabía que es lo que quería en la vida, y que no podría ofrecer la seguridad de una familia.
Claro que me quebró el corazón, y a partir de ahí me hice más a la vida del delito.
En el año de 2010 trabajaba para un reconocido empresario de la localidad, mis funciones eran de chofer, seguridad personal, asignado a tareas que no aparecían en el decálogo del buen empleado, más que decir, que mi sueldo por mucho más alto que el del ejecutivo de más nivel; ni siquiera aparecía en la nómina.
Estaba ahí con el tal señor para cumplir las tareas y el trabajo sucio que debía hacerse. Ese día me habían ordenado que llevara unas chicas a una casa que estaba por el boulevard San Ángel a un costado del Rio grande.
Por un lado del boulevard, los cañaverales y bambúes casi invadían la cinta asfáltica, por la acera contraria se reunían muchos jovencitos y sus parejas a embriagarse con cerveza y con los sonidos de sus autos a todo el volumen posible. La casa en que se efectuaba la reunión era propiedad del patrón y solo la empleaba para reunirse con sus amigos, políticos y empresarios entraban a la propiedad por un portón vigilado con cámaras de seguridad.
Ahí se daban cita para sus desenfrenos como si fuesen vampiros, al amparo de la noche, aparecían en sus grandes carros con sus agentes de seguridad escoltándolos.
Ese día llegué con las chicas a la casa, ellas corrieron adentro para prepararse y estar presentables cuando la fiesta iniciara. El sonido de mi teléfono celular me hizo apartar la vista del pequeño pero bien formado trasero de la chica más nueva, que había reclutado la más veterana de las muchachas que formaban la corte de mi patrón. -Si señor dígame, claro señor aquí estaré, si señor las chicas están dentro sin problemas. Así será señor. - con estas palabras respondí a los requerimientos del dueño de la casa, que me pedía que estuviera al pendiente y no me separara por nada del cuarto de las chicas, hasta que llegara él, hasta entonces me debería dirigir a conseguir algo para que la fiesta se animara.
Cuando llegó la hora me dirigí al auto y salí por la puerta trasera de la propiedad, un camino empedrado me condujo hasta la intersección con el boulevard de ahí me dirigí a la ciudad, pasaría a la casa de Pedro un antiguo camarada que tenía el contacto con los surtidores de todo lo que para esas fiestas se ocupaba. Pasaba por la avenida Reforma, justo al terminar el campus de la universidad del Valle, hay un gran terreno baldío a espaldas de un gran centro comercial; casi como dos hectáreas de matorrales. He pasado infinidad de veces por ahí y nunca me había pasado por la mente el voltear hacia esa parte del terreno. En medio, a unos 20 metros de la barda que delimita el súper, había una pequeña casucha de madera con aspecto de tener cien años, tenía un viejo cartel con letras casi borradas por el sol y la lluvia donde aún se podía leer “El tendajo”. Un foco rojo que colgaba de dos alambres, era lo único que anunciaba que ahí había alguien para atender.
Hablando para mi dije:- Si claro a quien se le podrá ocurrir comprar algo, seguramente han de tener latas de hace mil años. - Aun si saber por qué me encontré dando vuelta al auto y encaminándome hacia el tendajo, pasé el camino de terracería con matorrales a ambos lados del auto, casi lamentaba el haberme decidido a ir, porque si la pintura del auto se dañaba tendría que pasarle el pulidor y encerarlo de nuevo.
Llegue al puesto y el foco, que desde la avenida parecía alumbrar el puesto entero, aquí no parecía alumbrar más que una cerilla. Sin embargo extrañamente no dejaba nada en la completa oscuridad, era como si esa pequeña y débil luz alumbrara solo lo que querías o más bien debería decir lo que tenías que ver. Atendía el mostrador un anciano que tenía una mirada perdida, como si no estuvieras ahí enfrente y él te mirara desde una distancia de mil metros y cientos de años en el tiempo. Su voz en contrapunto con su imagen sonó fuerte y clara:
- Buenas noches tenga usted joven!-
- Buenas Don- conteste - Sabe ando llevando .......- .
Caí en la cuenta de que no sabía que debía pedir ya que solo la curiosidad me había llevado hasta ese lugar.
-Se lo que deseas- me dijo el viejo y enseguida saco una pequeña bolsa, con la otra mano saco un refresco de sabor toronja y una cajetilla de cigarros blancos mentolados de la marca que fumo.
Como acto final saco una cajita de gomas de mascar y añadió: - son 10,042 pesos.- Primero fue el desconcierto al haber visto que el decrepito viejo sacaba un refresco el mismo que tenía en mente, aun sin que yo supiera que lo deseaba sabía que inevitablemente compraría una cajetilla de cigarros y las gomas de mascar, me extraño que fuesen de las marcas que yo consumo, pero lo más raro y que me hizo sonreír mientras le decía:
- Oiga Don no se le hace un poco caro para el refresco y los cigarros?¨-
- No olvides la bolsa hijo- me contestó, abrí la bolsa de papel que me tendió sobre el mostrador y encontré otras pequeñas bolsitas con un polvo blanco y fino, abrí una y probé; la mejor mercancía para fiestas que había probado, quise preguntar cómo y de dónde pero el viejo solo sonrió y me dijo
- Sin preguntas, tú compras yo vendo lo que necesites, todo lo que necesites. Regresaras pronto- agrego y tendió la mano. Sin palabras saque el fajo de billetes que llevaba y que eran 10, 000 pesos exactos y se los di al anciano.
- Falta lo del refresco y los cigarros- mecánicamente saque de mi bolsillo otro billete de 50 pesos y se lo di agregando
- Así está bien con el cambio señor, gracias.-
Subí al auto y entregué lo comprado, después de un par de horas recibí una llamada de mi patrón, me pidió que me presentara urgente al pequeño despacho que tenía en esa casa. Pensé que quizá estuviera molesto por el producto que llevé, después de todo, solo había abierto una de las bolsitas.
- Pinche viejo jijo de su madre- murmuré por lo bajo y nervioso me acerqué al jefe.
-Flaco- me dijo, - Quiero que me consigas más de lo mismo pero que sea de la que trajiste hace rato, dile a tus amigos que así deberían vender siempre no el pinche mugrero que regularmente traes. –
sonriendo saco un fajo de billetes y agrego:
-Quizá más tarde te toque alguna de las viejas, uno de los politiquillos no llegó y anda solita- con una sonrisa guiño un ojo y salió de la sala.
Después que salió de la habitación me quedé atónito, no podía pensar claramente en lo que me había dicho el jefe, resultaba entonces que la mercancía de aquel viejo era de lo mejor. Eso sí que estaba de verse. Rápidamente me encamine hacia el tendajo, cuando llegué había dos o tres carros por delante, note que las personas que llegaban hacían pocos ademanes y después sacaban el dinero para tomar lo que aquel anciano les entregaba.
Cuando me llegó el turno apenas me había bajado del carro cuando el anciano puso sobre el mostrador una bolsa similar a la que me habia dado antes. Sin dejarme pronunciar ni una palabra me dijo:
-son 20,000 pesos hijo –
-¿Cómo supo que vendría por más? – Replique.
-No lo sabía cuándo viniste por primera vez hijo, pero ahora sí sé que regresaras.- una sonrisa que más bien parecía una mueca retorció el rostro de aquel viejo. Y de nuevo repitió :
–Son 20,000 pesos hijo, tengo trabajo-.
Los días pasaron y habitualmente seguí yendo al puesto de aquel viejo, poco a poco me dejé de sorprender cuando el decrepito anciano me ofrecía exactamente el producto que deseaba. Sin saber me había acostumbrado al hecho de que siempre tuviera lo que deseaba, a veces llevaba unas latas de atún, otras veces solicitaba artículos de limpieza, munición para mis armas, café, cargadores de batería, y un montón de cosas que ya ni recuerdo.
Un día el jefe me pregunto qué de donde obtenía el producto para las fiestas, ya que él no había probado tal mercancía antes. Le comenté de aquella tienda e intrigado me pidió que lo llevara allá, por el camino le hablaba al jefe de lo bien surtido que estaba ese lugar y que todo lo que pidiera ahí lo podría encontrar, él se sonrió y dijo que si existiera tal lugar donde él pudiera encontrar todo lo que quisiera, tendría que visitarlo. Al escucharme hablándole al patrón de lo bien surtida que estaba la tienda, tome nota de una cosa curiosa: jamás había visto en aquel tendajo, ningún producto en exhibición, nada que estuviera sobre anaqueles y todo lo que yo pidiera parecía estar siempre a la mano de aquel extraño viejo.
Llegamos al lugar y como de costumbre el viejo me dijo que mi pedido estaba listo y pidió el dinero, tome la bolsa y pague, subí al carro y le pregunté al patrón si se le ofrecía algo. Con una leve sonrisa impregnada de escepticismo me ordenó - espera aquí ya vuelvo- al poco rato regreso y se le veía el rostro como entre complacido y contrariado.
–Flaco, rápido vamos a mi oficina, pero de verdad aprisa- obedeciendo el requerimiento del señor salí por la avenida y me encamine hacia el edificio que era la base de operaciones.
Durante el trayecto él casi no dijo nada pero casi al llegar me preguntó.
- Flaco, ¿Cómo supo ese anciano lo que le pediría?, es exactamente lo que he estado buscando por años y ahí lo tiene en un tendajo miserable. –
-No lo sé jefe, no había pensado en eso antes.-
-Te daré 80,000 pesos e iras por el encargo me lo traes inmediatamente, yo no quiero regresar ahí.-
Después de ese episodio me dio por pedir cosas que sabía eran muy difíciles de conseguir, casi rayé en lo imposible pero si el objeto existía ahí lo encontraría, cabe decir que cuanto más exótico o difícil de conseguir, mas alto era el costo. Esta manía de conseguir cosas hizo que mi rendimiento en el trabajo fuera mermando, tuve que aceptar otras actividades fuera del horario de mi patrón, y como dice el dicho: quien a dos amos sirve…. A los pocos meses fui despedido y por regla de mi expatrón, no podía dejarme ir así solamente, no con todo lo que yo sabía, solo que mis sentidos aun no estaban embotados y por eso pude recibir al mensajero que me envió, me defendí y ciego de ira fui a buscar a mi ex jefe, tuvimos una plática interesante y al final me retire de ahí dejándole a modo de renuncia un pequeño pero efectivo agujero en medio de los ojos.
Seguí cayendo cada vez más bajo aceptando encargos por unos pocos pesos, y todo se me iba en la mercancía de aquel tendajo, cuando las noches me atrapaban, me quedaba solo, mirando las estrellas y entonces lloraba, lloraba porque recordé a quien fué mi primer amor, llego a mi mente un día después de tantos años como un huracán, con todo el poder de su encanto y el aroma de su cabello perfumado me golpeo casi dejándome sin sentido. Ese día la había visto a la salida de un banco, estaba en mi auto en labor de vigilancia para un pequeñito trabajo que tenía, y entonces la vi... los recuerdos acudieron en tropel y por la noche se desbordaron. Las lágrimas no pudieron contener la impotencia que sentía, el llanto no lograba sacar el rencor ni la amargura, tome mi dosis de polvo y agotado dormí…
Aún era de madrugada cuando desperté y casi en modo automático me dirigí al puesto.
El anciano me vio y con cara de siempre me dijo.
- Solo Lo que puedas pagar con efectivo hijo- aun con los ojos hinchados y enrojecidos por el llanto le replique
-No me importa cuánto cueste, la quiero a ella!!!- el anciano meneo la cabeza y me volvió a decir
- Hay cosas que no se pueden comprar hijo, y aun cuando sepas que es solo ilusión, el precio es muy caro, demasiado caro….-
-¿Cuánto??- reclame casi gritando -¿Cuánto quiere? Maldito viejo!!- lo tome por la camisa y lo estruje, al contacto con él me pareció sacudir un saco vacío , una pequeña nube de polvo se soltó de aquel arcaico viejo y a pesar de haberlo sacudido violentamente, el no dio muestras de haber sido agredido, con una sonrisa que casi me dio escalofríos sentencio.
- Mañana tendrás lo que deseas, pero deberás pagar un precio muy alto….-
- No me importa, lo pagare, lo aseguro.-
- Está hecho, tendrás lo tuyo y mañana a medianoche me darás lo mío, aquí mismo. - Dicho esto bajó la madera que le servía de faldón y cerró el tendajo, apagó el foco y quedé sumergido en la absoluta oscuridad.
A la mañana siguiente desperté en mi habitación, el mareo acostumbrado me lo pase con una cerveza que saque del refrigerador, el sabor amargo pero reconfortante de la bebida me aclaró un poco la mente y recordé la noche anterior.
Creí que había soñado pero en mi mano tenía el sello de compra - ahora sí que vamos a ver cómo le haces viejo- pensé, mientras me bañaba y me preparaba para salir y cumplir con el encargo de ese día, tenía que despachar a un estiradillo de una oficina que había incomodado a alguien, no sé si serian negocios chuecos, líos de faldas o lo que fuera, me habían dado anticipo y al terminar el trabajo tendría el resto.
Salí y llegue a la esquina del banco donde el día anterior la había visto a ella. Me baje del auto, y en ese momento nos vimos, me reconoció y me hablo
– Eres tú? ¿De verdad eres tú?- Yo sonreí y tendí mis brazos, el viejo había cumplido….
Fue el día más feliz de mi vida, ahora en retrospectiva puedo decir que quizá valió la pena, aunque como dijo el viejo, el precio fue muy alto.
Cuando acudí pasada la medianoche al tendajo, estaba tan oscuro como la noche anterior. Encendí una linterna que tenía y llamé. No hubo respuesta, toqué sobre la madera que servía de tapa, seguí llamando.
- Viejo!, Don!, aquí estoy abra!! - nadie respondió, levante la tapa y coloque el palo que servía para detenerla, brinque al otro lado del mostrador, se encendió el foco rojo, y pude ver que no había nadie más en el pequeño cuarto de solo 2 metros por 1.5 metros. Un pequeño banco y un estante vacío, así como una caja con bolsas y un bote donde recuerdo, el viejo echaba el efectivo. De pronto unas luces iluminaron el camino, -ahí viene el viejo- pensé.
Del auto se bajó un joven de veintitantos años y me dijo:
-Que tal viejo, quiero 100 dólares de ya sabes qué. - Casi mecánicamente baje la mano hacia la caja de bolsas y la coloque sobre el mostrador, en ese momento vi mi propio brazo y mi mano parecía haber envejecido mil años, de pronto tuve conciencia que había pagado el precio.
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