Estaba calmando mis furias, rompiendo objetos frágiles, con el ceño fruncido, mordiendo los gritos encadenados, escarbando las llagas de mi mundo horrible, con las uñas hasta enterrarlas de odio…. y me miro un niño, sus ojos brillosos, su confianza tersa, sus manos extendidas, querían abrazarme; me derrumbé de ternura, un puñal de paz, una tranquilidad que se llevó mi furia, mas tenía que llorar de desahogo, porque alguien me necesita. Finalmente creo que no estoy tan podrida, me había cansado de ser miserablemente aduladora, asquerosamente condescendiente, primero los demás, nunca yo; me abusaron demasiado, me pisotearon más allá del lodo, sin embargo en su egoísmo infernal, creen que yo no debía rebelarme, creen que de esclava me iba a quedar, pero entendí a tiempo, gracias, niño, gracias ojos, gracias manos, abrazo, mirada.
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