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Es extraño, me recorre y no lo puedo comprender. Pero esos momentos en los que siento que tengo al mundo en la palma de la mano, son aquellos en los que siento el pasado renacer.... Ojos Azules, Ojos Blancos.... Dime si no, Mirlo Escarlata.


El extraño sonrió. Ella no lo vio, pero lo supo. Estaba sonriendo. Era alto, bastante, y la miraba. Ella estaba tirada sobre el suelo, apoyada en sus brazos, que se apoyaban en la tierra negra. La mirada le temblaba, pero no podía apartarla. El extraño no llevaba capa, solo una pieza apretada de cuero negro en el pecho, un pantalón largo y suelto de tela azul oscuro, botas metálicas y brazales de pelo de venado blanco en los brazos desnudos. Su piel era azul oscuro y el cabello era una cascada negra en su espalda, con pequeños riachuelos delgados que se derramaban por su frente, cubierta por una tira de tela negra, en la cual había un símbolo hecho con trazos finos y rápidos, en tinta blanca. La mirada era fuerte, inquisitiva y profunda, pero no agresiva. Se levanto con rapidez desgarbada del montículo en el que estaba sentado y empezó a caminar lentamente, con pasos pendulados y vagabundos hacia ella. Debió haber corrido, huido, de vuelta a las ruinas, a los escombros achicharrados del pueblo a su alrededor. Pero no lo hizo. No pudo.

- ¿Temes a la Muerte, pequeña?-

La voz no era grave, pero si sonora. Había puesto su rodilla en tierra y la miraba con su cabeza apenas unos centímetros arriba de la de ella. Sus ojos eran blancos, totalmente blancos, y en los bordes despedían un pequeño brillo azul eléctrico. Le levantó gentilmente la barbilla con la mano, haciéndola mirarlo. Sus manos solo tenían tres dedos, un pulgar y dos opuestos, hechos de una sustancia parecida a la piedra, flexibles pero afilados y fríos.

- ¿Me temes?

- Tú no eres la muerte. - Consiguió balbucear muy quedamente. El extraño emitió un sonido parecido a una pequeña risa.

- ¿Y acaso sabes como es su rostro?-

- La muerte no tiene rostro, es gris y cruel, sin corazón. - Se levantó de repente, llevada por la rabia. El extraño la miro desde abajo. Las lágrimas le relucían todavía en los cachetes inflados aun por la niñez. Él también se levantó, lento y sin prisa. Ella estaba desnuda. Tenia manchas negras y grises en todo el cuerpo. Las que anteriormente fueran sus ropas ahora eran parte de la capa de ceniza sobre el suelo. El levantó los brazos y cuando los bajó, dejo caer sobre los hombros de ella una capa, pesada, del mismo tono que el pantalón. Entonces, un mago, pensó la niña suspirando. El tomo una pequeña cosa hueca de madera circular que le colgaba en la cintura y soplo por un orificio. Produjo una bella melodía de tres notas largas. Luego de entre los arboles lejanos, salió una criatura. Era más alta que un caballo y sus patas eran largas y estilizadas. El pelo era largo y se movía majestuoso mientras cabalgaba, de un color entre el plateado y el gris, con destellos cobalto. Llego trotando hasta ellos y se detuvo. El extraño la volvió a mirar. Luego se volvió y montó en el animal. Tomó las riendas con la izquierda y bajó lentamente la derecha hacia ella. Ella se quedo mirando aquellas garras sin saber que hacer. El, después de un momento, volteo la mirada al horizonte, donde el sol se ocultaba, y dijo:

- Más allá del horizonte hay tierras, personas, bestias, monstros, tesoros, amores, historias y vidas. Cada paso te muestra un mundo diferente y en cada respiración respiras un aire diferente. Mas allá del horizonte están las Blancas Eternas, con sus coronas de nieve brillando bajo el sol de verano, están los interminables campos de grano de la Tierra de los Caballos, dorados bajo la luz del sol del crepúsculo. Esta el Mar Oscuro y la Isla de los Malditos y la ciudad Gris y la Gran Floresta de Aum´Nakar, floreciendo en otoño con las aves cantoras, bajo la sombra de las Grises y en el corazón de las Grises esta Nori - Ant' Eriu, La ciudad Negra, hogar de los Guardianes En La Sombra. Y Mas allá aun hay mas cosas, cosas que nadie ha visto. Y mas allá, a través del Negro Profundo, hay mas Brillos, maravillosos y únicos. El universo es infinito, Pequeña, Y nunca sabes que se te puede echar sobre los hombros o los labios.
¿Estas dispuesta a aceptar esa infinidad y hacerla parte de ti? ¿Puedes ver en lo insondable y no perderte? O mejor aun, ¿Quieres ver en lo insondable sin perderte? Porque si tomas mi mano ese será el camino que seguirás. -

¿Estas dispuesta a hacerlo?

Ella se quedo pensando, sin decir nada, mientras la luz se iba yendo y las estrellas empezaban a brillar, quedas, en el firmamento. Entonces un rayo dorado de sol, el último, le ilumino la cara. Y en ese resplandor ella vio el resplandor del universo, de los mundos y las mentes. Luego le extendió a mano al Mago y este la montó en la grupa con delicadeza. Entonces partieron, mientras ese Sol se ocultaba para no volver a salir, para ser remplazado la mañana siguiente.

Cabalgaron a través de las hojas violetas del bosque, mientras la noche, Señora del Misterio, La Belleza y la Maravilla se adueñaba del mundo.

Texto agregado el 07-08-2012, y leído por 169 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
07-08-2012 Muy lindo. Enhorabuena *5 MARIAOTILIA
07-08-2012 Un cuento de ficción que atrapa. Me gustó. susana-del-rosal
 
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