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Inicio / Cuenteros Locales / Mariette / Brisingamen, el Futuro del Pasado: Capítulo 12.

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Capítulo 12: “Persuádeme”.
-¿Cuántas veces te he dicho que sólo debemos confiar en Dios?-dijo Arturo medio tambaleante en la balaustrada.
De pié, estoico ante la mirada irónica de Esperanza, se mantenía tratando de hacerla entrar en razón.
-Tantas que me aburrí de oírte-dijo ella caminando hacia la barandilla con un balde y un cordel.
-¡Exacto! ¡Hey, oye! ¿Cómo que te aburrí hablando de Dios? ¡Hey, tú, a ti te hablo, Esperanza!-bramó Arturo molesto, pero de una forma que no podía ni dañar a su propia lengua.
¿La razón de aquel ataque de furia? ¡Simple! Esperanza en lugar de parase a hablar con él, cara a cara, y darle el sermón acostumbrado completamente furiosa, estaba caminando hacia la barandilla con los objetos antes mencionados y él se había visto obligado a perseguirla para hablarla pese a su indiferencia. Por suerte que habían llegado a la baranda, pero ¿qué hacía Espe arrojando ese balde apenas afirmado por una soga?
-¿Qué haces?-inquirió él dejando de lado su furia por un segundo.
-¿Caso no ves? Estoy bajando ese balde hacia el mar con una soga-replicó ella.
-¿Para qué?-preguntó él, enojándose un poco ante aquella respuesta tan estúpida.
-Para meter esta maldita peste allí-dijo señalando toda la mugre que le habían rociado en el Holandés Errante.
-¿Bañarte?-.
-¡Qué inteligente resultaste ser!-dijo ella irónicamente.
-¡Maldita sea! ¿Cómo demonios se te ocurre bañarte con este frío? ¡Estamos, según tú, en los Campos de Hielo!-la amonestó él.
-Mejor dicho, estamos a la altura de los Campos de Hielo-corrigió ella-. ¡Espera un momento! ¡Maldijiste!-dijo ella haciendo la señal de la cruz con los dedos índice.
-La costumbre se contagia-se excusó él.
-¡Ésto no es normal! ¡Tú no toleras las maldiciones! ¡Volviste a envenenarte como cuando estábamos en el Holandés Errante!-dijo ella tratando de hacerlo entrar en razón.
-No, créeme, estoy bien… al menos mejor que lo que estuve aquella vez…-contestó el muchacho.
-¿Recuerdas algo?-preguntó ella, rogando porque él no recordase nada de ese horrendo sufrimiento.
-Sí-contestó él y comenzó a narrar.

FLASHBACK.
Se removía nervioso y furioso en el regazo de Esperanza a bordo del Holandés Errante aunque ni idea tenía de dónde estaba. De vez en cuanto abría la boca y lanzaba gritos voz en cuello, plagados de maldiciones y cosas imposibles de no oír y notar, pues él en su sano juicio jamás las abría dicho. Pero… ¿Dónde estaba en realidad? Pues en ninguna parte más que en el Seminario Pontificio, su antiguo hogar que más bien ante sus ojos tenía la función de una cárcel de cadena. ¿Quiénes estaban con él? El rector y toda su gente, todos condenándolo a una vida eterna en el infierno por pecar al irse con Esperanza. Todos sus sueños, uno por uno se veían tirados por la borda, la libertad no le valía ni un céntimo ante la eterna esclavitud, de férrea mano dura sobre su espalda, que recién comenzaba a cernirse sobre él. Nunca había vivido tortura mayor…
FIN DEL FLASHBACK.

-¿Eso pasó?-preguntó él escandalizado.
-Exactamente, estabas como endemoniado, ahora entiendo la razón…-confesó ella.
De pronto, Esperanza bajó con todos los baldes que llevaba hacia su camarote, al fin le correspondía bañarse.
Al cabo de un rato, cuando juzgó que estaba lo suficientemente limpia, subió a la cubierta principal, para ver a Arturo completamente enojado.
-¿Lo sentiste?-inquirió él empapado.
-¿Tu furia? No aún no… ¿Te bañaste?-inquirió sarcástica.
-Me refiero a ese remezón-dijo él.
-¿Ese que dejó inundado mi camarote? ¡Sí!-contestó ella enojada.
-Por poco nos hundimos, ese mascarón es demoniaco, por favor sácalo-pidió Arturo.
-Persuádeme, gracias a él llegamos más rápido que lo común a los Campos de Hielo, espero que tengas un buen motivo para probar lo contrario-dijo ella enfureciéndose.
Justo en ese momento el navío que respondía al nombre de Rosa Oscura viró fuertemente quedando en diagonal, con parte del casco hundido.
-Ese es mi motivo, despréndete de él, por Dios-.
-Insisto persuádeme, nos quedaremos con él-.
-¡No!, persuádeme tú, si lo tenemos más tiempo seguiremos teniendo esta clase de problemas-.
-Bañamos en barco en champaña, no podemos correr peligro-.
-¡A babor!-.
¿Qué harían ahora tratando de protegerse de ese enorme iceberg?...
-¡Por Dios! ¡Dios mío!-musitó Arturo mirando directamente al pedazo de hielo que estaba flotando majestuosamente en el agua.
Esperanza corrió frenética hacia el timón y analizó la situación. Por un lado tenía al enorme hielo desprendido y era obvio que si chocaba contra él, el barco se despedazaría en mil pedazos como el Titanic. Por otro lado, estaba la costa: una mole de hielo puro y durísimo con infinitas puntas tan firmes como un cuchillo cristalino, si llegaban a rosarla por cualquier motivo no cabía otra opción que no fuese encallar y luego hundirse con el navío completamente destruido.
El mascarón de proa, sabiendo que necesitaban tener el barco intacto, se había alejado de la filosa costa en línea recta, sólo para ir a unos metros de dar de lleno en el iceberg.
-¿Qué demonios haces?-inquirió Esperanza al ver a Arturo desesperado, encaramado en la proa.
-Trato de sacar este mascarón, sólo ha sido de mala suerte, si lo saco sólo así el barco va a dejar de andar a la deriva, pues Dios verá que confiamos sólo en Él-dijo él, serrucho en mano.
-¡No lo hagas! ¡Así sólo empeorarás las cosas!-dijo ella y luego añadió:-¡No te atrevas!
-¡Persuádeme!-replicó él con determinación.
Sin dar previo aviso, Esperanza movió con aire diestro el timón y el barco giró en redondo para luego ir a dar derecho al lado del hielo, uno al lado del otro. Y después, con otro movimiento en la rueda, el bajel comenzó a avanzar hasta quedar adelante del iceberg y comenzar a alejarse a través del mar, ahora completamente fuera de riesgo.
-Te persuado… Bastaba sólo con mover el timón y ya-dijo ella bajando al sector de los aparejos.
-¡Dios mío! ¡Cierto!-dijo él, aún en completo estado de shock.
Por suerte, ahora Arturo había aceptado la existencia de aquel bello y mágico mascarón de proa, sin saber que en el destino debería ceder con cosas mucho más temibles, y así, el grácil navío fue alejándose hacia el sur, mostrando ante todo su hermoso mascarón, que sólo puede definirse en dos palabras: Rosa Oscura…

Texto agregado el 05-08-2012, y leído por 143 visitantes. (2 votos)


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