Le habían arrancado el corazón
y le cortaron las manos,
le habían anunciado el fin del mundo
y la muy limada se clavó por la fuerza
una bala en las entrañas.
La guerra estaba cerca
y ella sin embargo,
me siguió carcomiendo el síndrome embrionario
y la toqué en silencio
sobre el piso de un baño,
mientras con su boca arriba
acarició a mis huesos que morían de cansancio.
Verde que no quise quererte verde,
amarillo fue el latido de los soles
y rojas las rayas de mis ojos
que vieron desplomarse los párpados grises
en él y hacía el fondo.
Hermosa niña marrón
con ojeras profundas de sabor a té,
los jazmines perfuman el estanque podrido
cuando el mundo ha decidido reñir conmigo
y te quiero hasta el noveno planeta,
pero no me confundas
porque de amor no he requerido.
Agua sucia,
agua verde,
agua turbia,
agua anestesiante,
¡agua!,
sólo agua cloacal para limpiar
lo que la lluvia no reparó antes.
Pero no, aquí no terminan mis versos,
el agua ha de reparar
pero también ha de ser una vil astuta,
por intentar apoderarse de mi reflejo
aquél que denota la mortaja ¿de cuál?,
tu espectro,
espectro que entre mis ojos revuelco y sostengo,
y azul y rojo y verde si lo quieres,
amarillo mientras puedas.
Niña, te han acicalado cortando margaritas,
allí,
y bajo la monotonía perpetua de estas vías muertas,
pero no, no me llores ni me insultes,
que mientras se cuecen
los restos de esta época de oropel,
que mientras se pudran las cimientes de tu ser,
en el exilio de esta primavera roja y hambrienta
¡te encontraré!,
me llamarás a gritos o insultos,
me recordarás lo tonta que fui
y será un amanecer de cielo moribundo,
de pájaros ausentes desintegrándose con el mundo.
Pero me amarás y en tu interior presionarás,
desvanecerás en el intento
y si por muerta te crees,
¡por fin niña estúpida, me entenderás,
me engendrarás y alivio otorgarás!
Ni baños ni orfandad,
ni Sueño Americano ni pesadilla que defraudarás,
ni verde ni querer,
un día rojo y tal vez...
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