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Inicio / Cuenteros Locales / juanluis93 / Étharon:La Piedra Palantir:Capitulo 1:La Espera

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Empieza a salir el sol tímidamente por el este, los tenues rayos de sol se asomaban y reflectaban su luz en las montañas. Al frente, una increíble vista de la llanura de la comarca con una visión de todos los bosques que abundan esta región, sin dejar ver el suelo por su gran espesura, y antes de cortar la visión una cordillera de montañas se ve un lago al pie de estas. En esta vista también se divisa la Villa del Cantoverde, capital del reino de Cantoverde, que es uno de los nueve reinos que forman el Imperio de Etharon. Al oeste con el cielo aun oscuro, invadido por la tardía noche, se dejan ver las montañas que poco a poco se van iluminando. Esta increíble vista, es la que está viendo un hombre, encapuchado en el filo de un acantilado que tiene ante sí mismo, donde después del acantilado se alarga la gran plana.
De una pequeña cabaña, a sus espaldas, sale una mujer con la misma túnica de color marrón que lleva el encapuchado pero sin llevar la capucha puesta. Esta mujer con un color de pelo dorado, iluminado tenuemente por el débil sol, con unos ojos marrones, siendo aun bastante joven. La dama se acercaba a la silueta oscura del hombre con pasos firmes hasta que se situó a pocos metros de él.
- Señor, debemos hablar, han pasado tres días desde que nos teníamos que encontrar aquí con la Segunda Compañía y aun no ha llegado nadie- Dijo con cierta tristeza - Señor, tal vez…han fallado...
El hombre se dio la vuelta rápidamente, moviendo la túnica con fuerza. En ese instante se agito una fuerte racha de viento que ventó el pelo de la mujer.
- No pueden fallar, lo sabes Lydia, si fallan podría acarrear unas consecuencias muy graves para nuestro país. Son los mejores, comandados por mi hijo, sé que no fallaran…no deben.
La mujer movió la cabeza, haciendo gestos de negación, después la agacho
- Señor, no podemos estar aquí eternamente esperando, notaran nuestra falta. El jarl vera que estamos escondiéndole algo, no quiero tener problemas.
El hombre se quito la capucha. Era un hombre maduro, curtido en cientos de batallas. Con el pelo grisáceo y barba del mismo color, con sus ojos azules la miro y dijo:
- Esto, Lydia, lo que tenemos entre manos, es más importante que un Jarl, este cometido de la Segunda Compañía solo lo sabe el Rey, la Segunda Compañía y yo, de la cual me hago cargo. Si fallamos… lo más posible es que El Circulo nos cuelgue a nosotros y que el Rey sea destituido. No hay opción para fallar.
El hombre al terminar esto, se dirigió hacia la cabaña sin decir nada. La cabaña no era más que una pequeña chabola, que tuvo que ser el refugio de pastores, en días de mal tiempo, donde la lluvia o la nieve eran demasiado fuertes como para estar fuera. A la entrada de la cabaña había una hoguera apagada, y al lado de esta en un pequeño cobertizo con una pila de madera cortada. El hombre de barba gris se agacho para encender la hoguera
- Lydia, ven a ayudarme a encender el fuego, por favor.
La muchacha se acerco al fuego y empezó a encender la hoguera
- Alfred, por favor date cuenta, no podemos estar mucho más tiempo aquí. Hay bandidos por las montañas y no quiero que suceda una desgracia.
Alfred se rie, y mueve la cabeza.
- Mi joven Lydia, lo que menos me preocupa ver aquí son bandidos, ya sabes porque estamos aquí y la razón de esta misión para la Segunda Compañía. Debemos parar la aparición de esos dragones, que cada vez son menos esporádicos. Ves ya esta sigue encargándote del fuego voy a por algo de comer.
Lydia se queda aun agachada avivando el fuego mientras Alfred entra en la cabaña abriendo la ruinosa puerta que tenia. La cabaña por dentro, no era ninguna maravilla en el sentido de las comodidades. Echa de madera bastante vieja y en algunos lados en mohecida, disponía de una cama, unas sillas bastante roñosas, una mesa que no estaba en mejor estado y algunas cestas y barriles de madera que solo contenían arañas o alimentos en mal estado.
Había una pequeña estantería que por su parte de abajo estaba bastante corroída la madera. En esta estantería había varios libros; algunos destrozados, ilegibles solo algunas páginas sueltas, donde Alfred estuvo todo un día descifrando de que libro se podría tratar; había otros que tenían paginas arrancadas, posiblemente para avivar la hoguera en momento de mucho frio. Solo había un libro legible: La dentada del Lobo, de primera edición, un buen libro de supervivencia en la naturaleza,en la ciudad te podrían dar algunas monedas por él. Alfred ya se había leído este libro antes por esta razón no le hizo mucho caso.
Alfred, camino hacia su zurrón colgado en una punta de la cabaña donde saco un conejo y unos trozos de pan, se giro y salió fuera de la cabaña
- Lo último que nos queda, tendré que volver a salir a cazar.
- ¿Solo?... - miro a Alfred con cierta sorpresa
- Si, prefiero que te quedes aquí, por si llega mi hijo- Digo esto mientras le daba unos trozos de pan
- Alfred…- lo miro con preocupación-
- Lo sé, lo sé, solo dos días más, por favor- digo esto mientras despedazaba con un cuchillo el conejo
- De acuerdo, dos días, ni uno más, este frio…me está matando- Mientras se arropaba y se encogía tiritando
Alfred se reía mientras metía los trozos de conejo que había despedazado antes en el puchero.
- Se nota que no sales mucho del castillo- Dijo mientras se reía
- ¿Qué insinúa general?- lo miro con expectación
- Nada, nada- Se quito la túnica- Vamos, póngasela- y le dio la túnica
- Señor, usted la necesita- mientras la rechazaba apartándola con las manos
- Ahora, ¿Quien insinúa mi vejez?- Mientras se reía- Es una orden, cabo, no quiero que tenga una hipotermia
Lydia cogió la túnica y se la puso. Alfred ahora sin la túnica mostraba una armadura de acero que le cubría los hombros y el pecho de forma laminada, esta armadura estaba bastante desgastada, llena de cortes que de una sola pieza le llegaba a las rodillas de forma que le hacía de función de unas grebas, también tenía unos brazales del mismo estilo de acero con el símbolo de Étharon, por ultimo llevaba unas botas de acero muy desgastadas con cuero y lana por dentro por el frio. El general fue a buscar a dentro de la cabaña las dos sillas, y las puso junto al fuego, Lydia se sentó y siguió mirando el fuego y calentándose. Alfred siguió cocinando el conejo.
- Mmmm… Nos quedamos sin salsa…- Mientras miraba a Lydia - ¿Esta mejor, soldado?
Lydia asintió con la cabeza, Alfred empezó a sacar los trozos de carne y los puso en unos pequeños cuencos de madera. El conejo no era muy grande, y el pan duro, pero era mejor que nada. Llevaban en esa cabaña ocho días, sin ningún tipo de noticia de la Segunda Compañía. El sol por fin empezaba a alzarse en el cielo haciendo resplandecer toda la nieve de las montañas y también la que tenían cerca los dos soldados. Hoy por fin parece que aria buen día, no había ni una nube en el cielo, eso alegraba al general porque estos cuatro días no ha parado de llover y nevar, imposibilitando el poder cazar de una manera efectiva. Estuvieron comiendo un rato sin mediar palabra. Cuando Alfred acabo se levanto de la silla y cogió su arco y unas cuantas flechas.
- Lydia, voy a cazar, volveré cuando el sol este en lo más alto. Sigue observando desde el acantilado, por si vienen. En el caso de que tengas problemas ve corriendo ladera abajo hacia la Villa.
- Señor, ¿Qué podría aparecer? Unos bandidos, me encargaría de ellos estoy aburrida
- No, lo que me preocupa es que aparezca un dragón, y contra eso no tienes ninguna posibilidad- Digo mientras se reía- Si aparece algo, haz sonar el cuerno, volveré todo lo rápido que pueda. En el caso de que aparezca la Segunda compañía, haz lo mismo por favor, tengo muchas ganas de ver a mi hijo
- Si señor, así se hará- Digo mientras se golpeo el pecho en forma de respeto y lealtad al general
Alfred empezó a andar y a descender por el camino que se alejaba de la cabaña, en dirección este descendiendo de la montaña. A medida que iba descendiendo se encontraba con menos nieve y con más vegetación verde que sería el lugar perfecto para cazar ciervos o conejos. Avanzando unos metros más vio un pequeño ciervo, joven por el tamaño de sus cuernos, no le había visto así que cogió su arco, una flecha y apunto. En el momento que iba a disparar la flecha unos arbustos se movieron, cerca del ciervo. Este salió despavorido y de los arbustos surgió uno lobo negro como el carbón que empezó a perseguir al ciervo. Alfred, se había quedado sin comida.
Más adelante, encontró al lobo comiéndose a su presa, el ciervo que tendría que haber sido la comida para Lydia y para él. Solo tenía una oportunidad de acertar al lobo ya que si no le descubriría y posiblemente acabe con su vida. Apunto al lobo, rezando dentro de si que no fallase, disparo y no fallo, murió el lobo en el acto, con un disparo directo a la cabeza. Tuvo la precisión de matar al lobo y se llevo su presa que por suerte aun tenía mucha carne. Cogió el ciervo y empezó a dirigirse hacia la cabaña subiendo por ese camino serpenteando la montaña, en la que espera que dentro de poco baje al lado de su hijo.
A medida que subía, el cielo empezó a nublarse, hasta el punto de que empezó de nuevo a llover. Al llegar a la cabaña el fuego estaba apagado y se dirigió rápidamente a dentro de la cabaña, donde estaba Lydia.
-Una buena pieza hoy ¿no?- Le digo mientras entro por la puerta
- Si, sería una buena comida si no tuviésemos a la lluvia siempre encima-Digo mientras dejo el ciervo en el suelo
- ¿Por qué el ciervo esta mordisqueado?¿ Tanta hambre tenias ?- Digo mientras miraba al ciervo y se reía
- No, me tuve que pelear con un lobo por el ciervo- Mientras se sentaba en una silla mirando hacia fuera- No ha llegado nadie ¿verdad?
- Nadie señor, por el camino de debajo del desfiladero solo han pasado unos comerciantes, nada mas- Digo y volvió a hablarle mirándolo- Señor, crees que todo esto merece la pena, ¿El rey cree que el problema es tan grave como para mandaros a vos aquí?
- No lo sé, pero yo me fio de mi rey. Es mejor estar preparados para lo peor
- ¿Qué sería lo peor?- Digo Lydia mientras lo miraba preocupada
- Como ya sabes, los dragones en Éthalon no son muy raros de ver, siempre se suelen ver alguno por el sur, por estas montañas. Pero nunca suelen atacar a las personas y menos atacar un poblado. Hace unos meses, un dragón mato a un batallón de hombres por el camino que lleva de la Villa de Cantoverde a la frontera con Iniarock.
- Eso está cerca de aquí, señor, ¿Estamos a salvo?- Digo más preocupada
- En ningún caso estamos de picnic, corremos peligro que un dragón sobrevuele esto o que nos ataque, pero debemos esperar. Tenemos que saber si esto fue una simple incursión y un ataque esporádico o…
- ¿Qué podría ser señor? ¿Que motiva a los dragones a atacar?
- Cuenta la leyenda que cada cierto tiempo, los dragones tienen un huevo especial, llamado el huevo de oro. Este huevo es cuidado de la misma manera que los demás pero al nacer, el dragón que surge de él es dorado como el oro. Después cuando crezca puede que simplemente sea un dragón normal y en ese caso no supone ningún cambio en el comportamiento de los dragones. Pero también puede llegar a desarrollar un poder aun mayor al de un dragón normal, y los otros dragones lo trataran como una especie de dios, y le obedecen. Por tanto es posible que haya surgido un dragón así y está mandando a sus dragones más hacia el norte, por el simple hecho de matar gente.
- Eso podría ser catastrófico para Étharon.
- Sin duda lo seria, ya tenemos muchos problemas como para empezar una guerra contra los dragones. Sigue contando la leyenda que, esto ya sucedió hace eras, que acabo siendo la mayor guerra de todos los tiempos acabando casi con la raza humana. Fue un gran guerrero llamado Acáridos quien mato al dragón dorado y quien después los dioses al matarlo y salvar el mundo lo convirtieron en dios. Esa es la leyenda de cómo llego el dios Acáridos a ser el dios de la guerra y la leyenda del dragón dorado. El rey cree en la posibilidad que puede que los dragones se están moviendo hacia el norte, puede que sea por la leyenda o por otro motivo. Por eso estamos aquí y por eso estamos esperando a mi hijo y a la Segunda Compañía.
- Increíble historia, pero no cierta, ¿Un dragón dorado comandando a un ejército de dragones? Imposible, son simple animales no se pueden organizar de tal manera- Digo con un tono burlón al general.
- Yo tampoco me creo estas historias apocalípticas, pero lo que sabemos es que los dragones cada vez se acercan más a pueblos y no solo sobrevolándolos, sino atacando y haciendo gritos de ataque. Por eso mi hijo y la Segunda Compañía han ido a…coger prestado el trozo de la Piedra del Palantir de los orcos.
- Pero señor, son cuatro partes las que tenia la Piedra del Palantir. Una parte la tiene el rey, otra los orcos, otra los elfos y la ultima está perdida en las Tierras Rúmidas. ¿Y para que la necesitamos?- Digo mientras se encogía de hombros.
- Lo sé, se la separación de la piedra en cuatro partes- Se toco la barba, pensando- Y la necesidad, no la sé. La Piedra del Palantir tiene la cualidad de dejar ver cualquier parte del mundo a quien la toque y la sepa controlar. Aunque el porqué la quiere el rey…no tengo ni idea. No me conto nada- Alfred miro fuera y se llevo una sorpresa- Mira, ha parado de llover, vamos ayúdame con el fuego, habrá que cocinar esto- Le digo mientras le sonreía, dejando ver sus arrugas marcadas por la edad.
- Si señor, ahora mismo- Mientras se golpeaba el pecho.




Texto agregado el 03-08-2012, y leído por 66 visitantes. (0 votos)


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