EL ESCRIBIENTE

A veces la vida y el destino nos encasillan en un mundo distinto al que soñamos y en el que tenemos que sobrevivir a fuerza, más que a voluntad; y en este punto me encuentro muchas veces, entre mis propias e insulsas cavilaciones que me sumen en una gran angustia, soledad y silencio que poco a poco se va tornando en locura; entonces solo entonces la lectura es casi mi única opción de escapar de mi mismo, de mis miedos, de mi memoria cruel y por cierto de mi presente.

Y aquella sensación de libertad atrae hacia mi el placer de no estar atrapado entre las cuatro paredes de mis sentidos, sobretodo el regocijo intenso de ausentarme de mi mismo; solo así alivio mis alterados nervios y la ansiedad insaciable que me consume…Y duermo, si, duermo entonces plácidamente dejando vagar mi conciencia y mi espíritu , hacia mundos distintos de praderas verdes, de aguas mansas ,tranquilas serenas .....eternas, cabalgando en el alado corcel de mis fantasías. Hasta que súbitamente, un leve sonido o movimiento ajeno, involuntario me toma por sorpresa, despertándome con un sobresalto mortal, mientras la claridad del día lastima mi visión …La realidad me llega así, con la luz del mediodía.

Si por las noches la LECTURA me permitía aquella paz en la penumbra de mi habitáculo, los días se me hacían eternos, casi demenciales, con la rara sensación de ser perseguido y acosado.
Puedo entonces, asegurar que el más siniestro de mis padecimientos, es el verme poseído por esas fuerzas extrañas que desvanecen mi identidad .Una cosa es el dolor físico, el de la materia, y otra muy distinta es el horror de verme en el espejo por las mañanas y reconocer allá, en el otro lado del cristal, la sonrisa perversa de mi peor enemigo .
.....Un buen día, cuando el claro la mañana y el suave ulular del viento se colaban entre las rendijas de mi ventana, decidí hacer amistad con mi silencio y mi soledad, interrumpiéndolos serenamente con espacios largos de lectura y mis primeros esbozos como escritor principiante. Con el tiempo aprendí a convivir con ellos, con mis pensamientos, con mis recuerdos más primigenios.

Comprenderéis pues que la ESCRITURA es mi única forma de combatir, de manera consciente y real, contra mi mismo y contra ese misterioso efluvio mental que se ha propuesto colonizar mi mente y mi razón, buscando expulsarme de mi cuerpo y mandarme afuera al mundo de la nada.

No tengo dudas respecto a que calmo estas angustias y estas ansiedades que destemplan mis nervios, yendo de renglón en renglón, abriendo las compuertas de mi corazón, vaciando las concavidades de mi mente y dándole música a mis silencios del alma.

Me gusta la escritura tanto como la literatura. Encuentro en ambos una forma de felicidad; escribo y leo con suavidad, como si estuviera acariciando cada palabra con un pincel y con mi voz; como si temiera herirla, como si tuviera con ellas un pacto intimo, tierno y sensual ...Las palabras son como mi escudo que me protegen de la demencia. Estoy plenamente convencido de que sin esta magnifica posibilidad de escribir mi espíritu no soportaría la presión y sería presa fácil de las fuerzas avasalladoras de la locura.
Es así, queridos lectores, como inicié mi andadura como Escribiente.

Mi agradecimiento profundo a Mario Mendoza, bogotano, escritor y autor de relevancia de la narrativa latinoamericana. La lectura de sus obras me han sido muy útiles en este tránsito de mi silencio a la escritura.