¡El sacerdote paso por mis espalda murmurando!, sus pupilas dilatadas reflejaban el espanto de mi pensamiento y el hijo elegido de dios se escondía con alcohol en la habitación sagrada. Muchas veces lavando la ropa de los padres, lo pude ver y sentí su ardor en cada mirada loca, si bien nadie puede decir nada, mas bien solo dejar fluir en un manantial enfermo de agua indecorosa, algún día todo debía caer, aquel cura acariciaba espantos entre las miradas desviadas y empapadas en desprecio, mas yo no lo puedo juzgar, pero si lo hará alguien en el jardín de espinas y le refrescara sus recuerdos.