Recuerdos 3
Al fin el avión despegó de Ezeiza, rumbo a Alemania. Íbamos muy cómodos. Yo tratando de no mirar a la bellísima azafata, para no recibir otro codazo de Ërika, quien iba a mi lado, todo risas y mimos.
Parece mentira, pero me he dado cuenta que cuando vas acompañado de una linda chica, todas las demás te miran, te sonríen, prácticamente se ofrecen y cuando andás solo y de levante, no te dan ni la hora. ¡Cosas de mujeres!
El caso es que desde que la azafata nos indicó nuestros asientos, se las ingenió para rozarme la mano con la suya y sonreírme provocativamente. Uno no es tan tonto como para no darse cuenta de la intención.
Cuando repartió unas revistas, traté de no mirarla pero me volvió a tocar la mano y se le cayeron algunas sobre mis rodillas. Las levantó rápidamente , pero rozándome el hombro con sus pechos. Yo sudaba frío. Si Erika se daba cuenta, se iba a armar la gorda. Pero sí se había dado cuenta, pero en vez de enojarse con la aeromoza, se las tomó conmigo.
—Algo habrás hecho para que te provoque de esa forma —me acusó.
Fue inútil que yo negara todo y le dijera que no había notado ninguna insinuación. Quise cambiar de tema y le hablé de la Competencia, en la que iba a participar ella, dentro de 48 horas.
—Deberás concentrarte y descansar mucho, por lo menos 24 horas antes del Torneo —le dije.
Se quedó pensativa.
—Entonces no podremos hacer el amor —se quejó
—No importa. ¡Nos desquitaremos después de la Competencia! —le dije animándola.
Pero ella tenía otras ideas.
—¡Se me ocurre algo!—me dijo al oído, contenta como perro con dos colas. —¡Hagámoslo en el baño! ¡Ahora!
Se me erizaron los pelos de la nuca.
—¡No, Erika! No me atrevo. Además el baño de los aviones es muy pequeño para que entren dos personas. Y demasiado incómodo. Alguien nos puede ver y si se llega a saber te descalificarán o no te dejarán entrar a la Competencia por faltas a la moral…
—¡Me importa un rábano! Levántate y anda al baño. En exactamente cinco minutos me levantaré e iré yo también. Te golpearé la puerta con la música de “el Boca Juniors, campeón”
—¡No conozco esa música! Tu sabes que yo soy de River. Por qué no tamborileas Ta-ta-ta-ta-ta, ta-tá
—Pero si es la misma… ¡Andate ya!
Me levanté y me dirigí a la parte de atrás del avión. La hermosa azafata estaba en una cocinita frente al baño y al verme me sonrió seductoramente. Le contesté igual, con mi sonrisa mas seductora y abrí la puerta del baño. No alcancé a cerrarla cuando la azafata se me coló en el baño y cerrando la puerta con el pie, comenzó a besarme apasionadamente.
—¡Señorita! ¿Qué hace? —exclamé mientras ella me bajaba apresuradamente los pantalones.
—¡Va a venir mi novia y nos va a matar! —traté de asustarla, pero ella se subió la corta pollerita hasta la cintura y noté que no llevaba ropa interior. Sin dejar de besarme, sus manos ágiles me pusieron en posición.
—¡Dios mío! —jadeó, mientras trataba de fundirse en mí.
La posición era sumamente incómoda, parados, pero se las ingenió para colocar sus piernas alrededor de mi cintura y al fin consiguió que la penetrara hasta la raíz.
Yo estaba totalmente lúcido, por el temor que apareciera Erika, pero no alcancé a darle tres embestidas y ella enseguida llegó al orgasmo.
Dio un grito tan penetrante que lo debe haber escuchado hasta el piloto. Me salí de ella, se bajó la pollera y salió tan campante.
Me quedé en el baño rogando que Erika no se hubiera dado cuenta de nada. Me temblaban las patitas por el esfuerzo de la posición.
Pasaron como diez minutos y Erika no aparecía.
Temiendo lo peor me abroché el pantalón, me mojé la cara y me dirigí a mi asiento. Ahí estaba Erika de mucha plática con el vecino de asiento nuestro, porque era una fila de tres.
Cuando me vio noté que se turbó un poco, pero haciéndose la canchera me presentó al muchachón que era un alemán, que regresaba luego de vacacionar en la Argentina.
Era un tipo muy agradable y trataba de expresarse en castellano.
La miré a Erika interrogándola con los ojos y como no me decía nada le susurré al oído: —¿Porqué no fuiste al baño, la reputa que te parió?
Me miró sorprendida al verme tan enojado.
—Reflexioné lo que me dijiste y me di cuenta que tenías razón. Si nos llegaban a sorprender se iba a armar un escándalo. Por eso no fui. Pero si quieres…!Vamos ahora!
—¡Ahora es tarde! No haremos nada hasta que haya terminado el Campeonato.
Me había salvado, pero me había quedado con las ganas. Seguramente después me iban a doler los testículos. ¡Qué fea es la palabra testículo!
Pero, por mas que pienso no encuentro un sinónimo que suene mejor.
Pasó la azafata ofreciendo café. Ni siquiera me miró y eso que yo le busqué la mirada, con la esperanza que otro round me aliviara.
Esta vez sus atenciones y provocaciones fueron para nuestro vecino alemán que ni corto ni perezoso se levantó con el evidente propósito de ir al baño. Miré mi reloj. Volvió en siete minutos, un poco alborotado el cabello. ¿Se habrá quedado con las ganas también?
Con el ritmo que llevaba, la azafata se iba a pasar a todo el pasaje masculino, mucho antes de llegar a Francfort.
Sentí un escalofrío. Una mujer tan promiscua te puede contagiar cualquier cosa. Me paré de un salto y me fui al baño, que por suerte estaba vacío, donde me lavé y me restregué prolijamente y también dolorosamente mis partes. Llegando al aeropuerto me iba a hacer aplicar una inyección de penicilina o de lo que fuera, por prevención.
Mi hermana siempre me recomienda que use profilácticos, e incluso ella misma me los pone en los bolsillos, pero esta vez fue todo tan repentino, que me obnubilé y me olvidé por completo de usarlo. También voy a rezar un padrenuestro y un avemaría por las dudas.
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