Crecí en una amplia casa. Con largos y estrechos patios y pasillos, a la orilla de la ciudad, cerca de un bosque. Un bosque denso de arboles que a medio día apenas dejaban pasar unos pocos rayos de sol. Bosques que más de una vez después de un paseo me atraparon y no me dejaron salir sino hasta el día siguiente, en ocasiones totalmente mojado después de una noche de tormentas y truenos.

Mi alcoba era una inmensa biblioteca. Con un ventanal de pared a techo en donde a través de las pesadas cortinas se veían arboles viejos en los que la luna derramaba rayos de plata entre las ramas y de vez en cuando se notaban sombras que pasaban brevemente y que no tenían explicación.

La alcoba tenía dos paredes repletas de libros a cada lado del ventanal y del lado contrario del ventanal una pared con cuadros de gentes antiguas y paisajes grises.
Un cuadro era de una vieja casa de la que generaciones atrás mi familia había salido. Era una casa mas lóbrega que en la que yo vivía. Era más parecida a una iglesia que a una casa. De esta los viejos de la familia no querían hablar, como cuidando arcanos familiares que al morir ellos deberían terminar en el olvido.

En medio de esa pared estaba mi cama. Mi lecho en el que en las noches frías y espesas metía mi cuerpo entre pesadas cobijas con las que cubría mi cabeza y donde más de una vez tapaba mis oídos tratando de no escuchar respiraciones profundas que salían de... no sé donde... por más que buscara ya que cuando me paraba estas se callaban y continuaban cuando me acomodaba en un viejo sillón o me metía a la cama.

Aquí pase el final de mi niñez. Con doce años apenas y habiendo huido de la casa de mi madre. Por cosas que no quiero acordarme.

Era la casa de mi abuela. También vivía aquí mi primo Mario. Persona con la que podía pasar meses sin dirigirnos una sola palabra. Su madre mi tía Amelia. Una bella soltera empedernida quien era la que mantenía la casa con su sueldo de funcionaria de gobierno.
Por breves periodos vieron otras personas aquí. Pero básicamente éramos nosotros.
Esta es la casa que más recuerdo de mi niñez.

Rafael Hernandez Garcia.
Cancun Quintana Roo a 25 de julio del 2012