Querido Emilio:
Por aquí la nieve cubre la puerta de entrada de nuestro refugio de amor, por eso comprendo tu demora.
Mientras llegas, escribo éstas líneas y enciendo el fuego...
Anoche creí que al irte mi cuerpo explotaría como los fuegos artificiales de aquel fin de año en Buenos Aires, ¿te acordás?, sentí como latía no sólo mi corazón sino la parte mas suave entre mis piernas. Sentada en el viejo sillón donde tantas veces copulamos como animales salvajes, jugué con mi mano a que era la tuya, acariciando mis pezones, haciéndolos salir de la cueva de este invierno, se asomaron temerosos, expectantes ( sé que te extrañan, lo sé)...continué con mi boca, el labio inferior, después el otro, surqué mi lengua que se movía con el sonido de la música de Puccini. Mi vientre seguía indicaciones prohibidas y mis dedos que alejados de mis senos se encontraron con la humedad de otros labios...(¿tardarás mucho en llegar?). Agitada mi respiración, demasiada presión sanguínea, un descubrimiento me enseña un camino hacia mas placer, un orgasmo casual que seguramente te detallaré cuando tu presencia sea tan real como esa nieve que te impide llegar aún.
Emilio, amor mío, nada se compara con tus caricias, tu ímpetu desbordante, tu frescura de niño grande, a tu ardiente omnivorosidad con mi femenino ser.
Creo que estás llegando...¡Sí!,sos vos.
Hasta que el fuego se apague, se que vos y yo estaremos aquí...
Siempre tuya |