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EL CABALLO DEL CARTONERO
Pelusa vivía en el terreno junto a la humilde casita del cartonero. Se llamaba así porque al nacer tenía su piel cubierta de un pelo muy suave, y alguien, que no recuerdo quien fue, lo bautizó Pelusa y le regaló un collar de cascabeles.
Pelusa y su dueño salían todas las mañanas a recorrer las calles de la ciudad en busca de cartones, muebles viejos, colchones y cientos de cosas más.
Era amigo de los perros de la plaza, de las palomas, de los gorriones saltarines y de los niños de la escuela. Todos lo saludaban al verlo pasar y él parecía responder y hasta sonreír.
El pobre estaba muy flaco porque el cartonero no tenía dinero suficiente para comprarle su comida, mejor dicho pasto, porque los caballos comen pasto tierno o seco y semillas.
Un día, cuando el sol estaba muy alto, Pelusa llegó a la plaza muy fatigado y de pronto cayó al suelo, así como caen las hojas de los árboles y los pétalos de las flores. Pudo levantarse apenas. Las palomas y los gorriones se quedaron muy sorprendidos al ver lo ocurrido, se preguntaron:
- ¿Qué podemos hacer nosotros…? -
- ¡Debemos ayudarlo…! – respondieron los perros, pero ayudarlo no era cosa fácil.
De pronto llegó un patrullero:
- ¿Qué está pasando aquí? – preguntó uno de los policías con vos muy fuerte.
- Se cayó mi caballo – dijo el cartonero algo asustado.
- ¡Ya vemos, pero lo que pasa es que este caballo está demasiado flaco! – respondieron
- Si señor policía, está muy flaco, pero yo no tengo dinero suficiente y el pobre come muy poco y a veces salteado cada dos o tres días – exclamó el cartonero
- ¡Esto es un disparate, se lo sacaremos y no podrá salir más a juntar cartones…!- dijo el otro policía con voz de malo.
- ¡Pero yo lo necesito para poder comprar mi comida y la de él…! – replico suplicante el cartonero.
Y de pronto todos los gorriones y las palomas comenzaron a revolotear cerca de Pelusa y los perros de la plaza hicieron una ronda ladrando más fuerte que de costumbre. Nadie entendía nada y el policía volvió a hablar con vos fuerte
- Todos estos animales ¿también son suyos? –
- No señor policía, yo solo tengo a Pelusa. Él es mi amigo y compañero y está tan flaco, como flaco estoy yo – y comenzaron a correr grandes lagrimones por las mejillas del cartonero.
- Nosotros ayudaremos – se escuchó de pronto. Eran unos niños, que justo cuando salían de la escuela para regresar a sus casas, se enteraron de lo ocurrido a Pelusa.
- ¿Cómo van a ayudar si son apenas unos niños? – dijo el policía.
- Haremos una colecta para comprar alimentos a Pelusa – dijo un niño.
- Pero por favor señor policía, solo por hoy colabore usted también – dijo otro niño.
Fue así como con la ayuda de los niños y los policías Pelusa pudo comer, así todos los días y junto al cartonero siguió trabajando feliz, sabiendo que tenían muchos amigos y que podían contar con ellos.

Texto agregado el 24-07-2012, y leído por 170 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
24-07-2012 exultando la bondad que bien.saludos atte perres perres
 
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